SOBRE EL AUTOR

Economista, Experto Internacional en Desarrollo Local por las Naciones Unidas y Técnico de la Administración General del Estado, Emilio Carrillo ha desplegado una amplia labor académica, política y de gestión en Desarrollo Económico y Territorial y Hacienda Pública, materia sobre las que ha publicado 22 libros.

Ha sido profesor de diversas universidades, españolas y extranjeras, vicealcalde de Sevilla, vicepresidente de la Diputación hispalense y presidente de la Red de la Unión Iberoamericana de Municipalistas.

Compaginó siempre estas actividades con el interés por otros ámbitos temáticos, pero fue a partir de una serie de experiencias vitales y conscienciales cuando su atención se centró prioritariamente en la Filosofía, la Historia y, sobre todo, en la Espiritualidad, campos en los que ha impartido multitud de conferencias y talleres y en los que es autor de 11 libros, entre ellos Los códigos ocultos (2005), Buscadores (2009), Amor: vida y consciencia (2012) y Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo (2015).

AUTOR

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Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.

Composición ePub por Editorial Sirio S.A.

Yo y el Padre somos Uno.

CRISTO JESÚS (Evangelio de Juan, 10, 30)

«Yo y el Padre somos Uno». Tú también eres Uno con Dios, pero todavía no te has enterado. El día que lo descubras, esa frase saldrá también de lo más hondo de tu ser.

FRAY MARCOS

Dios es yo; y yo soy Dios precisamente cuando ceso de ser yo, es decir, cuando dejo de identificarme con cualquier tipo de identidad, sea física, álmica o espiritual, sea individual o colectiva.

AL-HALLAJ

La idea de un Dios «exterior», ajeno a nosotros mismos, y la búsqueda del bienestar en el «exterior», fuera de nosotros mismos, son origen y causa del sufrimiento humano.

NAGUAL

PORTADILLA

PRÓLOGO

¿POR QUÉ EL HUMANO EN LA TIERRA?

Me elevo a un estrato cósmico y me interrogo:

¿qué significa la humana inteligencia
en un universo desmesurado,

un Todo organizado, secuencia de infinitudes?

¿Existe alguna relación entre lo humano terrenal

y lo inconmensurable cósmico?

El Todo cósmico y la Nada humana...,

relación de lo transitorio ante lo perdurable;

un instante frente a un eterno no-tiempo,

la sed en las cataratas de un Todo imperturbable.

¿Por qué la humanidad subsiste?

¿Será lo humano la energía impulsora
de un gigante cósmico?

Tras esta última reflexión, desciendo, inquieto,

las escaleras del pensamiento, y persisto:

¿es la inteligencia humana esencia de la cósmica?

¿Lo humano estructura lo inimaginable?

Antes de incorporarme a mi porción de Nada,

mi razón no se pregunta, sentencia

entre controlados aspavientos de júbilo:

la fuerza del pensamiento energiza consecuencias.

Quien razona qué es un Todo

no puede quedarse en Nada,

siendo de lo eterno el foco.

La rima me instala en el verso.

La razón al humano lo endiosa

y lo distancia de la materia,

transforma en espíritu su cuerpo

y lo convierte en fuerza creadora.

Me siento hermano de las estrellas

y molécula de un ente superior

al que podemos llamar Dios, causa y efecto.

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ CÁCERES,

poeta y presidente de la institución

literaria Noches del Baratillo

PADRE NUESTRO

Padre Nuestro, Vacío-Amor Eterno,

Esencia de todas las formas,

Expresión del Ser Evolutivo de todo.

Santificado sea tu Nombre.

Venga a nosotros la conciencia plena de lo que Somos:

Tú, en las formas humanas del libre albedrío.

Hágase en nosotros la Conciencia de Unicidad sin dualismos:

Aceptación y Amor de lo que Es, de lo que Acontece.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy:

el Amor a todos y a todo.

Y que en Amor aprendamos de nuestras experiencias

y aceptemos nuestro proceso y el de los otros.

Líbranos de confundir la Esencia Eterna

con las formas perecederas.

Amén.

CONCHA REDONDO TARODO,

coordinadora de los Encuentros entre

Buscadores del Círculo Sierpes

portada

INTRODUCCIÓN

REENCUENTRO EN WIÑAYMARCA

Conozco a Emilio Carrillo desde hace mucho, mucho tiempo. Tras un largo periplo vital sin coincidir, nos reencontramos pocos días antes del solsticio de invierno de 2012, cuando aceptó la invitación a gozar consciencialmente de tal evento en mi compañía y de mi gente, una pequeña comunidad enraizada étnicamente en el linaje Anu-kui-ghano y ubicada en los aledaños de Wiñaymarca, la «Ciudad Eterna» del lago Titicaca, en la frontera entre Bolivia y Perú, de la que mi pueblo es «guardián» desde épocas ancestrales.

Por ello, he sido testigo consciencial del Silencio interior que Emilio mantuvo desde poco antes de aquellas fechas hasta finales de abril de 2013. Y cuando sintió de Corazón su conclusión, fluyó naturalmente entre nosotros la conveniencia de que mantuviera una serie de conversaciones en las que, a modo de sucesivas entrevistas realizadas en su domicilio en Sevilla, volcara todo aquello que, tras casi cinco meses de quietud y recogimiento, estimara oportuno compartir.

Así se fue configurando, sin urgencias ni apremios y a caballo entre la primavera y el verano de 2013, el texto que estas líneas presentan, que es fruto de tales diálogos, además de los que sostuvo en paralelo con su amigo Deéelij. En todo caso, la labor del entrevistador se ha circunscrito siempre a efectuar las preguntas pertinentes para que Emilio se expresara. Y, vistos los resultados que se recogen en este libro, se ha tratado de una experiencia francamente extraordinaria.

Para aquellos lectores que estén menos familiarizados con la trayectoria de Emilio, aconsejo visitar tanto el que fuera su blog como la web El Cielo en la Tierra, en la que su buena amiga Sol, desde Buenos Aires, recopila altruistamente la mayor parte de sus libros, transcripciones de conferencias y vídeos y audios de sus charlas, talleres y películas-documentales.

DIOS

En un principio, lo único que Emilio tenía claro en su interior es que el eje de las conversaciones debía ser un tema del que, así, sin más, sin anestesia ni edulcorantes, se suele hablar poco: «Dios».

Recuerdo lo que me confió: «Siento que el momento evolutivo de la Humanidad impulsa naturalmente a que entremos de lleno en el meollo de la cuestión y dejemos de hablar de otros asuntos conscienciales y espirituales que, aun siendo relevantes, no hacen sino girar alrededor del núcleo principal. Y este núcleo es Dios: lo que es, supone y representa; y sus implicaciones para el ser humano y su vida práctica y cotidiana. Sé íntimamente que este es el momento».

A partir de ahí y con el diálogo iniciado como excusa y motor, Emilio desarrolló la honda introspección –no puede calificarse de otra manera– que se recoge en las dos entrevistas que configuran los primeros capítulos del presente libro, titulados «El Padre/Madre» y «La Naturaleza de Dios, que es la nuestra».

Lo que el lector encontrará en ellos es imposible de resumir y, desde luego, no se corresponde con la visión de Dios «ortodoxa» o «religiosa». Quizás solo quepa adelantar, siendo un tema sobre el que he indagado con dedicación y por el que siempre he sentido entusiasmo (vocablo que, como Emilio subraya, procede del griego y significa «Dios en mí»), que creo que en ningún escrito u obra contemporánea se aborda la Divinidad, así como sus impactos concretos y prácticos en nuestra vida, con la sapiencia, precisión, armonía, ternura y Amor que aquí se despliegan.

¿Exagero? Os animo a comprobarlo. Hallaréis los contenidos y repercusiones de la «tragedia del creyente», la «tragedia del incrédulo», la «tragedia de las religiones» y «la insoportable levedad del ego»; una potente aproximación a la «nueva» espiritualidad que brota en la Humanidad, y una atinadísima descripción del «retorno al Hogar», a la Divina Morada, anunciado por los místicos de todas las épocas y corrientes espirituales y experimentado por Emilio.

Esto servirá para constatar que Dios es yo –cada uno, todos y todo– y que yo soy Dios cuando ceso de ser «yo». Y para detallar las dos dimensiones –la «subyacente» o Inmanifestada y la «superficial» o Manifestada– que conviven e interactúan en la Unicidad y Unidad de Dios, así como sus impactos y efectos tanto en nuestro proceso evolutivo y consciencial como en nuestro día a día.

Por lo mismo, tendréis una ocasión única para conoceros mejor; para aceptaros y saber, a su vez, lo que realmente sois, recordando o descubriendo vuestro «verdadero ser» y «naturaleza esencial». Si abrís el Corazón, «escucháis» las palabras que se desparraman por los capítulos de la presente obra y estas resuenan en vuestro interior, os aseguro que la vida, vuestra vida, será otra, pues la Paz, el Amor y la comprensión de las pautas de la Creación habrán anclado en ella.

LA IDEA DE UN DIOS «EXTERIOR» Y LA BÚSQUEDA DEL BIENESTAR: ORIGEN Y CAUSA DEL SUFRIMIENTO

Tras los dos primeros capítulos, las entrevistas que los siguen se desenvolvieron por derroteros no programados inicialmente, surgiendo de la conversación de manera espontánea y sin previsión de ningún tipo.

No obstante, ahora, con lo compartido impreso ya en papel, se percibe fácilmente que la Providencia ha querido que tengan un destacado hilo conductor. ¿Cuál? Poner de manifiesto que la idea de Dios aún prevaleciente en la Humanidad y la búsqueda del bienestar que orienta la vida de la gente son el origen y la causa del sufrimiento humano: del sufrimiento que, en mayor o menor medida, viven todas las personas y del sufrimiento que tú, lector, puedas experimentar en tu propia vida.

Me explico. La idea de Dios que mayoritariamente comparten todavía los seres humanos es la de algo o alguien «exterior» a ellos. Esto provoca, por ejemplo, que la gente se posicione mentalmente como «creyente» o «no creyente». Los «creyentes» sí «creen» en la «existencia» de ese Dios externo, por lo que suelen profesar un determinado «credo» o religión; los «no creyentes» no «creen» en tal «existencia» y no hacen suya ninguna «fe». Ambas posturas –«creyente» y «no creyente»– parecen rotundamente opuestas y sus agrias controversias han sido y son abundantes, tanto hoy día como en la historia de la Humanidad. Sin embargo, Emilio muestra en sus reflexiones cómo las dos participan de idéntica base y tienen un mismo principio y fundamento: la percepción de un Dios «exterior».

Esta percepción sumerge a hombres y mujeres en el olvido de lo que realmente son, en la ignorancia de su «verdadero ser» y «naturaleza esencial» que, como las páginas que siguen exponen de manera pormenorizada, son absolutamente divinales, pues Dios es intrínsecamente yo –cada uno de nosotros–, todos y todo. Y el olvido e ignorancia de algo tan sublime les impide, a su vez, sentir la Felicidad, que es nuestro estado natural.

Al concebir un Dios exterior –para afirmarlo («creyente») o para negarlo («no creyente»), da igual–, el ser humano se desune mentalmente de la divinidad que constituye su genuino ser y naturaleza, y se contempla a sí mismo como algo separado de ella. La consecuencia directa es la identificación con un «yo» material, emocional y mental: el cuerpo físico, los sentidos corpóreo-mentales, los pensamientos y emociones que por medio de estos experimenta, la personalidad y, por fin, el «ego» y la «naturaleza egocéntrica» a todo ello ineludiblemente asociados.

Es así –enunciado tan esquemáticamente como a una introducción corresponde– como la idea de un Dios externo que comparten la mayoría de las personas las conduce a aferrarse a un «yo» y a una «naturaleza egocéntrica» que no son reales, sino puramente mentales, y las hace vivir en un estado de «ensoñación» en el que no se percatan de la «naturaleza esencial» y divinal que todos, sin excepción, atesoramos y a todos, sin exclusión, nos caracteriza. Y desde esa «naturaleza egocéntrica», se lanzan con vehemencia hacia fuera de ellas mismas –hacia el mundo y hacia los demás– en busca del «bien-estar» (placer, contento, cuidado, protección, seguridad, éxito, conocimientos, reconocimiento...), que no es sino un pobre sucedáneo de esa Felicidad o «Bien-Ser» que constituye el estado natural –innato, espontáneo, que no necesita ser buscado ni hallado– de lo que somos.

La búsqueda del bienestar en el «exterior» es, por tanto, la derivación lógica de la visión de un Dios «externo». Y se plasma en una cascada de deseos y anhelos de amplia gama. El objetivo es su satisfacción; y se utiliza como herramienta para ello la «experiencia dual»: el enjuiciamiento permanente de cuanto ocurre, etiquetando y clasificando cada vivencia como «positiva» o «negativa», «buena» o «mala», «agradable» o «desagradable»... Pero –como Emilio explica con paciencia y usando la bella metáfora de la imagen clásica de la diosa Justicia– cuando la satisfacción no se consigue, el ser humano siente tristeza y dolor («mal-estar»), lo que genera sufrimiento. Y cuando sí la logra, no se da cuenta de que esa satisfacción momentánea («bien-estar») es solo el preámbulo de más sufrimiento. Ello se debe a que el malestar y el bienestar, aunque simulen ser vivencias muy distintas, forman parte de una misma experiencia y beben de idéntica fuente: la ignorancia acerca de nuestro «verdadero ser» y «naturaleza esencial» y la identificación con un falso «yo» y una «naturaleza egocéntrica».

El bienestar que tanto se busca y el malestar que siempre se rechaza parecen seguir caminos radicalmente diferentes, pero en verdad parten de un mismo punto de salida –el olvido de lo que Somos– y desembocan inexorablemente en un mismo punto de llegada: el sufrimiento. El capítulo tercero se detiene especialmente en todo ello: en las causas del sufrimiento, en su auténtica dimensión cual mera ficción del ego y, por supuesto, en cómo evitarlo y superarlo.

¿Cómo evitar el sufrimiento? La clave radica en la toma de conciencia de que Dios es yo y yo soy Dios cuando ceso de ser «yo», es decir, cuando dejo de aferrarme a cualquier noción de identidad (sea física, álmica o espiritual; sea individual o colectiva) ajena a nuestro «verdadero ser» y «naturaleza esencial».

Y esto, lejos de ser una reflexión «teológica» o un artificio mental, es una experiencia eminentemente práctica que, como Emilio recalca, se materializa y despliega en la vida diaria, en el aquí y ahora, hasta permitir que el Amor que Somos –pues Amor es la esencia de nuestra naturaleza divinal– se vaya liberando de todas las capas conscienciales que, en nuestro proceso evolutivo, tapaban su Presencia e interferían en su Frecuencia. Se posibilita así que la Frecuencia de Amor impregne e impulse la globalidad de las actitudes con la que, de instante en instante, afrontamos los hechos, situaciones y circunstancias de la vida diaria.

«INNECESARIEDAD DE HACER» Y «EVOLUCIÓN»

Sin embargo, en lugar de ello y queriendo escapar del sufrimiento que experimenta, el ser humano se introduce en una dinámica egoica en la que sobresalen dos necesidades imperiosas generadas exclusivamente desde el «yo» y la mente: la «necesidad de hacer» muchas cosas, cuantas más mejor, y «realizarse» en ellas, y la «necesidad de cambio», sea de uno mismo, de aquellos con los que convivimos o del mundo en general. Pero ambas necesidades son, simplemente, una huida hacia delante. Y producen, a la postre, el mismo sufrimiento que se quería evitar o superar.

Lo Real es que no hay necesidad, requerimiento, obligación, exigencia, compromiso o deber alguno de hacer nada. Y esta toma de conciencia, que ocupa el capítulo cuarto, se halla ineludiblemente unida, como en él se indica, a la percepción de que la Providencia actúa a cada instante, que la Vida es un Milagro continuo y que ya todo Es y nosotros mismos Somos todo aquello que nuestro Corazón puede anhelar. El ego nunca admitirá lo Real, pues es un «objeto mental», y su entidad y esencia es virtual y especulativa. Y la «innecesariedad de hacer» le resulta inadmisible. Tiene motivos para ello, ya que tal innecesariedad desvela el gran secreto del que depende su propia supervivencia: todo aquello que mentalmente creemos necesario hacer, que es de lo que el ego se alimenta, es pura fantasía y vanidad egoica.

Y lo Real es que en la Creación nada se halla estancado o inamovible. Como se recoge en el quinto capítulo, todo se encuentra en persistente Evolución, y esta constituye el Orden Natural, tal como evidencian, por ejemplo, el principio hermético del ritmo, la visión oriental en torno al Tao o el Ordo Amoris (el Orden de Amor) de san Agustín. La idea o voluntad de cambio supone desconocer esa Evolución inmanente, con sus procesos y ritmos naturales, y pretender neciamente «marcar el paso» desde el ego para que las cosas se ajusten a lo que «yo» deseo, cuando «yo» deseo y de la manera que «yo» deseo. Nada se logra con ello, salvo provocar que la Evolución natural marche «cuesta arriba»: al fluir desde la aceptación, la Evolución discurre armónicamente; por el contrario, el propósito de cambio distorsiona el devenir evolutivo y hace fatigoso y sufrido lo que en sí es puro fluir en completa Libertad (que es la total ausencia de miedos).

ACOMPAÑAMIENTO

Y si no es preciso «hacer» nada y no hay necesidad alguna de «cambio», ¿por qué Emilio comparte sus inspiraciones, intuiciones, vivencias y experiencias en las entrevistas que aquí se recopilan? Él mismo se encarga de aclararlo a medida que van transcurriendo, subrayando que no pretende que nada ni nadie «cambie», pues, como ya se ha insistido, todo se halla en proceso evolutivo, cada cual el suyo, y, en su seno, todo tiene su porqué y su para qué. Y tampoco persigue «ayudar» a nadie, pues ha comprendido e interiorizado la citada «innecesariedad de hacer» y la enorme carga de vanidad que supone querer incidir o interferir en el desenvolvimiento de algo que fluye, refluye y confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece.

¿Qué hace entonces? Muy sencillo: practicar lo que la etnia a la que pertenezco heredó de sus ancestros: «vivir viviendo», de instante en instante, centrado en su «verdadero ser» y «naturaleza esencial» y divinal, que bien sabe que es la de todos, con Confianza en la Providencia y en la Vida y en la Frecuencia de Amor. Y en ese «vivir viviendo», ante los hechos, sucesos y acontecimientos que la propia vida –no la programación mental ni la búsqueda de bienestar– va poniéndole por delante, ejercita sus dones y talentos –cada cual cuenta con los suyos– de manera espontánea y natural y sin querer levantar en los demás ni admiración –que es lo que le gustaría al narcisismo del ego, siempre queriendo «seducir» a los demás para reafirmarse– ni reconocimiento o valoración positiva –que es lo que pretende la parte del ego que se halla en constante actitud defensiva.

Y en ese ejercicio de dones y talentos, practica el Acompañamiento: acompaña en el aquí y ahora, con Amor y en Amor, a sus congéneres y se siente acompañado por ellos, cada cual en su estado consciencial y momento evolutivo, ninguno «mejor» o peor, «superior» o «inferior». El Acompañamiento requiere respeto absoluto al otro y Aceptación plena de su proceso y de las experiencias que en él vivencia, incluido, desde luego, el estado de ensoñación y el sufrimiento que en él puedan estar sintiendo como real. Y el Acompañamiento se desarrolla con «Con-Pasión», es decir, poniéndose en el lugar del otro para compartir lo que siente y llenando esa «Con-Pasión» de la Frecuencia de Amor que emana de nuestro «verdadero ser».

«FÍSICA DE LA DEIDAD»

Así, como ejercicio natural y espontáneo de sus dones y talentos y desde el Acompañamiento, ha emanado y brotado el presente texto, que se cierra con un maravilloso capítulo, el sexto y último, dedicado a la física de la Deidad.

Se ocupa esta del discernimiento de Dios y su Naturaleza, con todo lo que conlleva, compaginando la introspección interior con las aportaciones científicas más de vanguardia, sobre todo de la física y la astrofísica, desde la sabiduría profunda de que, más allá de los dualismos ficticios derivados de la «experiencia dual» anteriormente citada, no hay división entre ciencia y espiritualidad.

Como Emilio señala, ambas son realmente como la letra y la música de una misma y hermosa canción que armónicamente nos revela que nada está vedado o escondido: que basta con mirar para poder «ver».

Y a esto, a «ver», os invitan las páginas que siguen. ¡Disfrutadlas desde la Felicidad que configura el estado natural de nuestro «verdadero ser» y «naturaleza esencial» y divinal! Y hacedlo sin prisas, sosegadamente, saboreando cada reflexión, cada inspiración, cada intuición y cada meditación de las muchas que llenan el libro.

NAGUAL

chamán de los Anu-kui-ghanos,

Wiñaymarca, 12 de agosto de 2013