ÍNDICE

Presentación. Lo obvio eludido, por David Martí

Introducción: La emergencia de un nuevo modelo organizativo

Primera parte: Perspectiva histórica y del desarrollo

1.1 Cambios de paradigma: modelos pasados y actuales de organizaciones

1.2 Sobre los estadios de desarrollo

1.3 Teal-Evolutivo

Segunda parte: Estructuras, prácticas y culturas de la organización teal

2.1 Tres avances revolucionarios y una metáfora

2.2 Autogestión (estructuras)

2.3 Autogestión (procesos)

2.4 La lucha por lograr la plenitud (prácticas generales)

2.5 La lucha por lograr la plenitud

2.6 Escuchar el propósito evolutivo

2.7 Rasgos culturales compartidos

Tercera parte: El surgimiento de las organizaciones teal

3.1 Requisitos indispensables

3.2 Cómo poner en marcha una organización teal

3.3 Cómo transformar una organización existente

3.4 Resultados

3.5 Organizaciones teal y sociedad teal

Apéndices

1. Preguntas de la investigación

2. Más allá del Teal-Evolutivo

3. Estructuras de las organizaciones teal

4. Visión general de las estructuras, prácticas y procesos de las organizaciones teal

Notas

Lecturas seleccionadas

Agradecimientos

Frederic Laloux

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Frederic Laloux trata de combinar los numerosos proyectos que le apasionan con su convicción íntima de que está destinado a llevar una vida sencilla, en compañía de su familia y rodeado de la presencia silenciosa de los árboles.

Laloux asesora a líderes corporativos que desean explorar maneras radicalmente nuevas de organizar. Sus innovadoras investigaciones en el campo de los modelos organizativos emergentes, expuestas en este libro, han sido descritas como «revolucionarias», «brillantes», «espectaculares» y «capaces de cambiar el mundo» por algunos de los más reputados especialistas en el campo del desarrollo humano y el management.

Antiguo miembro asociado de McKinsey & Co., tiene un MBA del INSEAD y es titulado en coaching por la Newfield Network de Boulder, Colorado

Más en reinventingorganizations.com/es

Reinventar las organizaciones

Título original:

Reinventing organizations

© Frederic Laloux, 2015

© de la traducción: Andrea Maturana, 2016

© de esta edición: Arpa y Alfil Editores, S. L.

Deu i Mata, 127, 1er – 08029 Barcelona

www.arpaeditores.com

Primera edición: abril de 2016

E-ISBN: 978-84-16601-06-6

Depósito legal: B 4516-2016

Diseño de cubierta: Judit Commeleran Moure

Reservados todos los derechos.

Ninguna parte de esta publicación
puede ser reproducida, almacenada o transmitida
por ningún medio sin permiso del editor.

FREDERIC LALOUX

Reinventar las organizaciones

Cómo crear organizaciones inspiradas en el siguiente estadio de la conciencia humana

arpa editores

Presentación LO OBVIO ELUDIDO

Hay algunos conceptos sencillos y fundamentales de la vida que, a causa de nuestros hábitos diarios, son eludidos. (The Elusive Obvious, de MOSHE FELDENKRAIS)

Hace un año, conversé con Helen Adamson, formadora en Comunicación No Violenta, sobre la posibilidad de que viniera a colaborar con el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona, la institución en la que ejerzo de gerente. Me preguntó si conocía este libro, entonces únicamente disponible en su edición inglesa, y le respondí que no.

Ante su recomendación decidí informarme un poco más sobre él y sobre su autor. Antes de conseguir el libro vi y escuché en internet a Frederic Laloux presentando en una conferencia las conclusiones de sus investigaciones. Me sentí feliz. Estaba descubriendo cosas que ya había imaginado. Todo me parecía obvio, y al mismo tiempo, nuevo.

Este libro nos da a conocer a 12 de las organizaciones de diferentes sectores, dimensiones y lugares del mundo que, sin conocerse entre ellas, han encontrado respuestas similares, y concretas, a las siguientes preguntas:

¿Podemos alcanzar la plenitud de nuestro potencial humano, de nuestro Ser, en nuestras organizaciones profesionales?

¿Podemos variar y cambiar estructuras, prácticas, procesos y culturas organizacionales que hasta hoy “han sido así” y “se han hecho así”, pero que sabemos que podrían funcionar con más fluidez?

La respuesta a ambas preguntas es ¡sí!: algunos propietarios y directivos de empresas han logrado transformar sus organizaciones, desde la confianza en sus integrantes, llevándoles a un nivel de mayor plenitud colectiva y personal. Y lo han hecho poniendo en cuestión lo que hasta esas fechas se daba por descontado: han hecho explícito y cambiado todo lo que, por obvio, se eludía hasta entonces.

Con ilusión, he puesto empeño en encontrar un editor para que el mensaje pudiera ser compartido también en lengua española. Gracias a Arpa Editores, ahora es posible.

Me gusta conocer y conversar con personas, con frecuencia de sectores profesionales diferentes al mío, descubrir lo que hacen y compartir con ellos pasiones y sueños que traspasan toda mirada sectorial. Cada vez que la conversación lo ha permitido, les he hablado con entusiasmo de este libro. En la mayoría de los casos, a pesar de que mis interlocutores han reconocido personalmente la necesidad de hacer las cosas de una manera distinta, las respuestas han sido de este estilo: “hay que tocar de pies en el suelo, la realidad es otra cosa, el negocio es el negocio, lo que manda es la cuenta de resultados…”. En otros casos, no he percibido ni la posibilidad de hablar de su existencia.

Esta obra aporta la demostración científica –para aquellos que la necesitan antes de explorar y cambiar–, de que es posible evolucionar hacia modelos organizativos que generen un mayor bienestar para las personas y que, a la vez, aseguren la sostenibilidad económica de las organizaciones. En mi caso además, concreta, detalla y alimenta mis sueños profesionales.

Me siento afortunado de compartir este libro y conversar sobre él.

Mi agradecimiento y enhorabuena a Frederic Laloux por haberlo escrito.

DAVID MARTÍ GARCÉS

david@mel.cat

Marzo de 2016

Introducción LA EMERGENCIA DE UN NUEVO MODELO ORGANIZATIVO

No es posible cambiar las cosas luchando con la realidad. Para cambiar algo, construye un modelo nuevo que deje obsoleto el modelo existente.

RICHARD BUCKMINSTER FULLER

Aristóteles, el gran filósofo y científico griego, proclamó en un tratado escrito en el año 350 a. C. que las mujeres tienen menos dientes que los hombres1. Hoy sabemos que esto es un disparate, pero el mundo occidental lo aceptó sin reservas durante cerca de dos mil años. Hasta que un día alguien tuvo la más revolucionaria de las ideas: “¡Contemos!”

El método científico (formular una hipótesis y luego ponerla a prueba) está tan enraizado en nuestro pensamiento que nos cuesta concebir que alguien inteligente pueda confiar ciegamente en una autoridad sin poner a prueba sus supuestos. Sería hasta aceptable pensar que tal vez la gente de esa época no fuese tan inteligente. Pero, antes de juzgarla con tanta dureza, preguntémonos lo siguiente: ¿cabe la posibilidad de que las generaciones futuras se diviertan a nuestra costa de la misma manera? ¿Somos nosotros también prisioneros de una forma simplista de entender el mundo?

Existen razones para creerlo. A modo de ejemplo, permítanme plantear una sencilla pregunta: ¿cuántos cerebros tiene un ser humano? Supongo que responderán que uno o, si sospechan que es una pregunta capciosa, que dos, si tomamos en cuenta el cerebro derecho y el izquierdo. Hoy sabemos que tenemos tres: el gran cerebro ubicado en nuestra cabeza, uno pequeño en nuestro corazón y otro en nuestro intestino. Los dos últimos son en comparación mucho más pequeños2, pero aun así son sistemas nerviosos totalmente autónomos.

Aquí es donde el asunto se pone interesante: los cerebros del corazón y del intestino se descubrieron hace poco tiempo, a pesar de que la tecnología nos habría permitido identificarlos hace mucho. Para verlos sólo necesitamos un cadáver, un cuchillo y un sencillo microscopio. De hecho, el cerebro del intestino lo descubrió un médico alemán llamado Auerbach hace mucho, en la década de 1860. Dos colegas ingleses, Bayliss y Starling, afinaron luego su descubrimiento. Después sucedió algo extraordinario. De alguna forma, los círculos médicos se olvidaron de este cerebro. ¡Lo perdieron de vista por completo durante un siglo! Sólo a finales de los años noventa lo redescubrieron el neurocientífico estadounidense Michael Gershon y sus colaboradores.

¿Cómo es posible que los círculos médicos se olvidaran de la existencia de un cerebro? Creo que guarda relación con el sistema de creencias de nuestra época: en el contexto de una visión jerárquica del mundo, sólo puede haber un cerebro al mando, así como sólo debe haber un jefe al frente de cada organización. Si bien las expresiones coloquiales “saber con el corazón” y “saber con las entrañas” existen desde hace mucho, eso de que haya tres cerebros autónomos funcionando al mismo tiempo no es compatible con la idea de que el mundo necesita jerarquías claras para poder funcionar. Quizá no sea por casualidad que hayamos descubierto (o redescubierto) los otros dos cerebros precisamente cuando Internet se convirtió en una influencia dominante para nosotros. La era de Internet ha precipitado una nueva visión de mundo que contempla la posibilidad de una inteligencia distribuida en lugar de una jerarquía vertical. En esa visión del mundo podemos hacerle lugar a la idea de que tenemos más de un cerebro, y que todos pueden trabajar juntos con una inteligencia compartida.

Resulta difícil entender del todo cómo la gente de la Edad Media creyó el postulado aristotélico de que las mujeres tenían menos dientes que los hombres. Aun así, podríamos encontrarnos tan prisioneros de nuestros pensamientos como ellos. Los científicos modernos no observaron a través del microscopio con la suficiente atención porque “sólo puede haber un cerebro”, así como los contemporáneos de Galileo se negaron a mirar por el telescopio porque era inconcebible que nuestro planeta, creado por Dios, pudiera ser otra cosa que el centro del universo.

Los límites de los modelos organizativos actuales

Pero mis intereses no se orientan hacia la medicina y la astronomía sino a las organizaciones y la colaboración. Sin embargo, conceptualmente la pregunta es la misma: ¿es posible que nuestra visión actual del mundo limite la forma en que pensamos las organizaciones? ¿Podríamos inventar una forma de trabajar juntos más poderosa y más significativa si cambiásemos nuestro sistema de creencias?

En muchos sentidos es una pregunta extraña y hasta ingrata. Durante miles de años, la gente ha vivido al borde de la hambruna y con temor a las plagas, a merced de la sequía o de una simple gripe. De pronto, como salida de ninguna parte, la modernidad nos ha traído la abundancia y una esperanza de vida sin precedentes en los últimos dos siglos. Este progreso extraordinario no ha surgido de individuos aislados, sino de personas que colaboran en el marco de las organizaciones:

Las grandes y pequeñas empresas de nuestra economía de libre mercado han generado niveles de abundancia sin precedentes en el mundo occidental y, hoy en día, están sacando de la pobreza a millones de personas en India, China, África y otros lugares. Hemos construido cadenas de suministro increíblemente intrincadas, que vinculan a los seres humanos de manera creciente en relaciones que podríamos decir que han contribuido a la paz entre las naciones más que ningún acuerdo político.

Se ha tejido una densa red de organizaciones (centros de investigación, compañías farmacéuticas, hospitales, facultades de medicina, aseguradoras) para formar un sistema médico altamente sofisticado, inconcebible hace apenas una centuria. En este último siglo, esta red contribuyó a aumentar en casi veinte años la esperanza de vida de un ciudadano medio en Estados Unidos. La mortalidad infantil se ha reducido un 90%, y la mortalidad materna un 99%. Antiguas enfermedades como la polio, la lepra, la viruela o la tuberculosis, se encuentran hoy archivadas en los libros de historia, incluso en los países más pobres del mundo.

En el campo de la educación, una red de escuelas (guarderías, escuelas primarias y secundarias, universidades y escuelas de postgrado) le ha proporcionado a millones de niños y jóvenes la educación que una vez fuera privilegio de unos pocos. Nunca antes en la historia de la humanidad ha habido sistemas de educación gratuita disponibles para todos los niños. Los elevados grados de alfabetización que hoy damos por descontados no tienen precedentes históricos.

En las últimas décadas, el sector de las organizaciones sin afán de lucro ha crecido de manera espectacular en todo el mundo y ha creado puestos de trabajo con mayor rapidez que las empresas con afán de lucro. Un número creciente de personas donan su tiempo, energía y dinero a fines que consideran importantes para sí mismos y para el mundo.

En menos de dos siglos (un abrir y cerrar de ojos en la cronología de nuestra especie), las organizaciones modernas han dado lugar a progresos sensacionales para la humanidad. En ausencia de estas organizaciones, centradas en la colaboración humana, no habría sido posible ninguno de los avances recientes de la historia de la humanidad.

Y sin embargo, existe la sensación generalizada de que la actual gestión de las organizaciones ha llegado a su límite. La vida de las organizaciones nos desilusiona cada vez más. Las encuestas son contundentes en mostrar que, para quienes se hallan en la base de la pirámide laboral, el trabajo supone más tedio y miedo que pasión y propósito. El hecho de que las tiras cómicas de Dilbert se hayan convertido en iconos culturales dice mucho del grado en que las organizaciones pueden transformar el trabajo en algo miserable y carente de sentido. Y esto no sólo sucede en la base de la pirámide. Un triste secreto que he descubierto durante mis quince años como consultor y coach de líderes de empresas es que la vida en la cima de la pirámide tampoco resulta mucho más satisfactoria. Detrás de la fachada y la fanfarronería, las vidas de los líderes corporativos están inundadas de silencioso sufrimiento. Su actividad frenética suele ser una cortina de humo que encubre una profunda sensación de vacío. Los juegos de poder, la política y las luchas internas terminan por pasar factura. Tanto en la cima como en la base, las organizaciones tienden a ser un terreno de juego en el que compiten nuestras búsquedas egoístas, que suelen ser poco satisfactorias y no dejan lugar a los anhelos más profundos del alma.

El propósito de este libro no es despotricar sobre cómo las grandes empresas han enloquecido de codicia. Las personas que trabajan en instituciones de gobierno o en organizaciones sin ánimo de lucro rara vez se muestran más entusiastas acerca de sus trabajos. Ni siquiera las trayectorias vocacionales son inmunes a la desilusión organizativa. Profesores, médicos o enfermeras abandonan sus trabajos en manadas. En su mayoría, nuestras escuelas son máquinas desprovistas de alma en las que estudiantes y profesores hacen las cosas de manera mecánica. Hemos transformado los hospitales en instituciones frías y burocráticas que despojan a los médicos y enfermeras de su capacidad de cuidar desde el corazón.

Instintivamente, sabemos que la dirección está obsoleta. Sabemos que sus rituales y rutinas se ven un poco ridículas en los albores del siglo.

Es por eso que las ridiculeces de una tira cómica de Dilbert o un episodio de The Office nos resultan tan familiares y a la vez incómodos.

GARY HAMEL

Los desencadenantes de la investigación que dio lugar a este libro

La forma en que intentamos lidiar con los problemas actuales de las organizaciones tiende a empeorar las cosas en vez de mejorarlas. La mayoría de las organizaciones han intentado implementar programas de cambio, fusiones, centralizaciones y descentralizaciones, nuevos sistemas informáticos, nuevas misiones, nuevos cuadros de mando o nuevos programas de incentivos. Parece que hemos forzado al límite la forma en que gestionamos las organizaciones, y que las recetas tradicionales tienden a convertirse en parte del problema más que en su solución.

Anhelamos algo más. Anhelamos encontrar formas de mejorar nuestras organizaciones. Pero, ¿se trata de algo realmente posible o de una mera ilusión? Si resulta que es posible crear organizaciones que nos permitan expresar al máximo nuestro potencial humano, ¿cómo serían? ¿Cómo les damos vida? Estas son las preguntas medulares de este libro.

Para mí, se trata de preguntas prácticas, no meramente académicas. Un número cada vez mayor de personas ansiamos crear organizaciones llenas de vida, pero no sabemos cómo. No necesitamos que nos convenzan de la necesidad de hacerlo. Lo que necesitamos es tener fe en que es posible y la respuesta a algunas preguntas concretas. Si la pirámide jerárquica resulta obsoleta, ¿qué podría reemplazarla? ¿Qué sucede con la toma de decisiones? Si todas las personas involucradas deben poder tomar decisiones importantes, y no sólo las que ocupan los cargos más elevados, ¿no llevaría eso al caos? ¿Qué pasa con los ascensos y con los aumentos de sueldo? ¿Podemos afrontar esos asuntos sin hacer política? ¿Cómo llevar a cabo reuniones productivas e inspiradoras en las que hablemos con el corazón y no con el ego? ¿Cómo podemos llevar el propósito profundo al centro de lo que hacemos y evitar el cinismo al que nos conducen misiones demasiado ambiciosas? No sólo necesitamos una visión amplia de un nuevo tipo de organización, sino también respuestas concretas a docenas de preguntas prácticas como estas.

Adoptar esta perspectiva práctica no nos impide tomar en consideración implicaciones sociales y ambientales mucho más amplias. Nuestra forma de gestionar los negocios ha sobrepasado la capacidad de nuestro planeta. Nuestras organizaciones contribuyen de forma masiva a agotar los recursos naturales, las reservas de aguas y los suelos, a destruir ecosistemas y a cambiar el clima. Cuando apostamos a que la tecnología logrará sanar las heridas que la modernidad inflige al planeta, entramos en un juego muy arriesgado de cara al futuro. En el plano económico, y dados los recursos no ilimitados de que disponemos, es muy probable que un modelo de crecimiento infinito termine por estancarse. Quizás las recientes crisis financieras hayan sido sólo los temblores que preceden a terremotos más intensos. La triste realidad, y no exagero, es que la supervivencia de muchas especies, ecosistemas y hasta de la propia especie humana depende de nuestra capacidad de alcanzar niveles de conciencia más elevados, niveles que nos permitan encontrar nuevas formas de colaborar, sanar nuestra relación con el mundo y reparar el daño que hemos causado.

El mayor peligro en tiempos turbulentos no es la turbulencia; es actuar con la misma lógica que antes.

PETER DRUCKER

Las organizaciones a lo largo de la evolución (primera parte)

Einstein sostuvo en una ocasión que no era posible resolver los problemas desde el nivel de conciencia del que habían surgido. Quizás necesitemos acceder a un nuevo estadio de conciencia, a una nueva visión del mundo, para reinventar las organizaciones humanas. Puede que algunos consideren ilusoria la idea de que la sociedad pueda construir otra visión del mundo desde la cual sea posible crear un tipo de organización radicalmente diferente. Sin embargo, es precisamente esto lo que ha sucedido varias veces a lo largo de la historia, y ciertos indicios sugieren que a la vuelta de la esquina podría estar gestándose otro cambio de mentalidad y, en consecuencia, otro modelo de organización.

Muchos investigadores (psicólogos, filósofos y antropólogos, entre otros) han estudiado el viaje de la conciencia humana, y han demostrado que en los cerca de cien mil años de historia de la humanidad hemos pasado por una serie de estadios sucesivos. En cada nueva etapa hemos dado un salto en relación a nuestras habilidades cognitivas, morales y psicológicas para lidiar con el mundo. Pero hay un aspecto importante que los investigadores han pasado por alto hasta hace muy poco: cada vez que la humanidad ha llegado a un nuevo estadio de conciencia, ha inventado una nueva forma de colaborar, un nuevo modelo de organización. La primera parte de este libro reconstruye esta historia: cómo evolucionó la conciencia humana y cómo, a cada paso, hemos inventado nuevos modelos organizativos. Esos modelos sucesivos aún están presentes, de modo que esta perspectiva histórica nos permite comprender los distintos tipos de organización que existen hoy, así como los debates en el campo de la gestión empresarial.

Llegados aquí, las cosas se ponen particularmente fascinantes: la psicología del desarrollo tiene mucho que decir sobre el estadio de la conciencia humana hacia el que nos dirigimos. Esta nueva etapa requiere domesticar nuestro ego y buscar formas de ser más auténticas e íntegras. Si consideramos el pasado como una guía hacia el futuro, a medida que avancemos hacia este nuevo estadio desarrollaremos un modelo de organización que se le asemeje.

Investigación empírica: qué pueden enseñarnos los pioneros (segunda parte)

La segunda parte del libro describe en detalle y de manera práctica cómo funcionan las organizaciones en este nuevo estadio. El futuro no sólo está a la vuelta de la esquina; está ya solapándose con el presente. A lo largo de dos años, he investigado organizaciones precursoras que han comenzado a operar en el marco de un nuevo modelo de organización, consistente con el nuevo estadio de desarrollo humano al que he hecho referencia. Las preguntas que intenté responder a medida que avanzaba en mi estudio fueron las siguientes:

¿Cómo se sienten y se ven a sí mismas las organizaciones formadas en torno al siguiente estadio de conciencia?

¿Podemos hoy describir sus estructuras, prácticas, procesos y culturas (en otras palabras, conceptualizar el modelo organizativo), con suficiente detalle para ayudar a otros a poner en marcha organizaciones similares?

Cuando me dispuse a identificar organizaciones pioneras, no sabía a qué atenerme. Es un campo que apenas emerge. ¿Encontraría buenos ejemplos? ¿Daría sólo con organizaciones pequeñas, con una historia demasiado breve para obtener revelaciones significativas? En cualquier caso, sentí que necesitaba criterios de selección relativamente estrictos. De otro modo, los postulados del estudio podrían carecer de valor. La investigación podía incluir organizaciones de cualquier área geográfica o sector (negocios, sin ánimo de lucro, educativas, de salud o gubernamentales), pero debían tener un mínimo de cien empleados3 y debían llevar un mínimo de cinco años operando con estructuras, prácticas, procesos y culturas sustancialmente consistentes con las características del siguiente estadio de desarrollo.

Mis temores resultaron infundados. Las doce organizaciones que investigué (resumidas en el capítulo 2.1) superaron con creces estos criterios. Muchas de ellas operan con estos principios revolucionarios desde hace mucho tiempo, a veces treinta o cuarenta años, y no sólo con un puñado de empleados, sino con plantillas de cientos y a veces de miles de personas.

Otra sorpresa: esperaba encontrar ejemplos sobre todo en profesiones asociadas al ámbito de los servicios (sanidad o educación), en las que el trabajo suele ser vocacional y los nobles propósitos de la organización ayudan a trascender las motivaciones más egoístas del trabajador. Me alegró haberme equivocado. Además de una escuela y un grupo de hospitales, entre los precursores encontré organizaciones con y sin ánimo de lucro, así como empresas minoristas, manufactureras, una empresa del sector energético y otra del sector alimentario.

También me sorprendió descubrir que estas organizaciones no se conocían entre ellas. De encontrar pioneros, cabía esperar que estuvieran informados acerca de sus semejantes y que intercambiaran puntos de vista y experiencias. Sin embargo, solían mostrarse encantados de saber que no eran los únicos que cuestionaban las actuales prácticas de gestión. Con cierta guasa, me imaginaba estas organizaciones como aquellos alienígenas amistosos de las viejas series de televisión, dotados de superpoderes y viviendo entre nosotros desde hace mucho tiempo, pero aislados y de incógnito. Quizá los tiempos ya les estén dando alcance; quizá estemos listos para verlos como realmente son: no sólo como extraterrestres amistosos y estrafalarios, sino como los pioneros de nuestro futuro colectivo.

La investigación de estos casos prácticos incluyó dos conjuntos de preguntas que hemos enumerado en el Apéndice 1. El primero guarda relación con 45 prácticas y procesos que se abordan en la investigación de las organizaciones y que se relacionan con:

procesos generales que son clave en las organizaciones, como estrategia, marketing, ventas, operaciones, presupuesto y control;

los principales procesos asociados a los recursos humanos: reclutamiento, capacitación, evaluación, remuneración; y

prácticas esenciales del día a día, como reuniones, flujo de información o espacios de oficinas.

En cada una de estas áreas, la investigación procuró identificar de qué manera las prácticas de estos precursores diferían (o no) de los métodos convencionales de management. El enfoque fue deliberadamente amplio y no concluyente: dada la naturaleza emergente del asunto, la investigación observó el abanico completo de estructuras, prácticas y culturas que se suele considerar en la investigación de organizaciones, sin ideas preconcebidas. Se empleó material accesible al público, documentos internos y visitas sobre el terreno.

Advertencia: información anticipatoria

Cada una de estas organizaciones pioneras es extraordinaria por derecho propio y merecería su propio libro. Sin embargo, y como parte de la investigación, me interesaba averiguar si el asunto involucraba más que algunos casos aislados. ¿Existen patrones y rasgos comunes que apunten a un nuevo modelo coherente? ¿Es posible que estos precursores no sólo proporcionen inspiración, sino también un patrón a quienes aspiren a crear organizaciones más significativas?

La respuesta es claramente sí. Estas organizaciones desconocían la existencia de las demás y experimentaron por su cuenta; pertenecen a sectores y geografías radicalmente distintos; algunas tienen cientos de empleados, otras decenas de miles; y a pesar de ello, después de mucha prueba y error, han desarrollado estructuras y prácticas sorprendentemente similares. Me cuesta no entusiasmarme al constatarlo. Implica que parece emerger un modelo organizativo coherente que puede describirse con bastante detalle. No se trata de un modelo teórico ni de una idea utópica, sino de una forma muy concreta de administrar las organizaciones desde un estadio de conciencia más elevado. Si aceptamos que la evolución humana sigue su rumbo, tenemos entre manos algo extraordinario: el esquema de las organizaciones del futuro; el esquema de futuro del trabajo mismo.

Las organizaciones estudiadas en este libro son como alienígenas de una vieja serie de televisión: a pesar de sus superpoderes, viven entre nosotros sin que nadie las vea.

Escribo lo anterior con plena conciencia de que nos encontramos en los albores de este fenómeno emergente. No pretendo ofrecer una descripción definitiva de este inminente modelo organizativo. Sin duda, el cuadro logrará mayor riqueza y textura a medida que otras empresas innoven en este campo, que otros investigadores lo observen desde distintos ángulos y que la sociedad en su conjunto evolucione. Aun así, creo que ya disponemos de un esquema de cómo podemos organizarnos para que el trabajo sea más productivo y satisfactorio y tenga más sentido. Los líderes que desean crear nuevos tipos de organización no necesitan partir de cero; pueden inspirarse en las descripciones concretas que aparecen en la segunda parte de este libro, donde se resumen los principios, estructuras, prácticas y culturas en que se fundamenta la nueva forma de asociarnos para crear organizaciones.

Condiciones necesarias (tercera parte)

La investigación también ha dado lugar a interesantes reflexiones sobre el recorrido necesario para dar a luz a estas nuevas organizaciones (a partir de un segundo conjunto de preguntas contenidas en el Apéndice 1). ¿Cuáles son los requisitos para que este nuevo modelo funcione? Si queremos poner en marcha una organización que supere el antiguo modelo y repose sobre nuevas bases, ¿qué podemos aprender de los pioneros que ya lo hicieron? O, si lideramos una organización grande o pequeña que ya existe, y consideramos la posibilidad de ir hacia este nuevo paradigma, ¿cuál sería la mejor manera de arrancar e involucrar a nuestros colegas? Son algunas de las preguntas que planteamos en la tercera parte de este libro.

Si queremos sobreponernos a los abrumadores problemas de nuestra época, necesitaremos nuevos tipos de organizaciones: negocios con un propósito más claro, escuelas más llenas de vida, organizaciones sin ánimo de lucro más productivas. Quien quiera que sea que rompa el molde y se aventure en lo nuevo se topará seguramente con muchas resistencias; le llamarán idealista o loco. En cierta ocasión, la antropóloga Margaret Mead dijo: “Nunca subestimes el poder de unas pocas personas comprometidas en cambiar el mundo. De hecho, es lo único que lo ha logrado.” Si eres uno de ellos, si te sientes llamado a crear un puesto de trabajo radicalmente más significativo, con un propósito claro y por añadidura productivo, espero que este libro te proporcione la confianza necesaria para hacerlo. Ojalá te sirva como manual práctico durante el viaje. No tengo la menor duda de que el mundo está preparado, esperándote.

Primera parte Perspectiva histórica y del desarrollo

Capítulo 1.1 CAMBIOS DE PARADIGMA: MODELOS PASADOS Y ACTUALES DE ORGANIZACIONES

Ver no es creer; ¡creer es ver! No vemos las cosas como son, sino como somos.

ERIC BUTTERWORTH

¿Podemos crear organizaciones libres de las patologías que suelen surgir en los lugares de trabajo? ¿Libres de politiqueos, de burocracia o de disputas internas; libres de estrés y de fatiga; de resignación, resentimientos o apatía; libres de las poses de los directivos y de la monotonía que experimentan los que están en la base de la pirámide? ¿Es posible reinventar las organizaciones, concebir un nuevo modelo que transforme el trabajo en algo productivo, satisfactorio y significativo? ¿Y crear lugares de trabajo llenos de vida (escuelas, hospitales, empresas y organizaciones sin ánimo de lucro), en los que puedan florecer nuestros talentos y honremos nuestras vocaciones?

Si somos líderes o fundadores de una organización y anhelamos crear un lugar de trabajo diferente, mucho dependerá de nuestra respuesta a estas preguntas. Quizá muchos descarten la idea por ingenua e intenten disuadirnos hasta de intentarlo. Nos dirán, “la gente es como es. Tiene ego, móviles políticos, disfruta culpando y criticando a otros y difundiendo rumores. Eso nunca va a cambiar.” ¿Quién podría asegurar lo contrario? Sin embargo, también hemos vivido momentos álgidos de trabajo en equipo, en los que logramos nuestras metas con alegría y sin apenas esfuerzo. La creatividad humana es ilimitada, y las innovaciones radicales a veces surgen de la nada, repentinamente. ¿Quién lo apostaría todo a que no podemos crear lugares de trabajo más apasionantes?

¿A cuál de estas voces prestaremos atención? ¿Será posible encontrar un camino que se aleje del campo del management tal y como lo conocemos y vaya en busca de un nuevo mundo? ¿O tendremos que seguir navegando por la orilla porque nada hay más allá del mundo conocido?

Para mi sorpresa, he descubierto que parte de la respuesta se halla en el pasado, no en el futuro. En el curso de la historia, la humanidad ha reinventado varias veces la forma de agruparse para trabajar, surgiendo cada vez un nuevo modelo de organización ampliamente superior al precedente. Además, esta perspectiva histórica nos proporciona señales de que un nuevo modelo de organización podría estar asomándose a la vuelta de la esquina.

Es curioso constatar que la clave de esta perspectiva histórica no proviene del campo de la historia de las organizaciones sino del campo más amplio de la historia humana y de la psicología del desarrollo. Resulta que los tipos de organización que hemos inventado a lo largo de la historia siempre han estado ligados a la visión del mundo y la conciencia predominantes. Cada vez que, como especie, hemos cambiado nuestra forma de concebir el mundo, hemos creado tipos de organizaciones más poderosas.

Muchas personas (historiadores, antropólogos, filósofos, místicos, psicólogos y neurocientíficos) han profundizado en esta fascinante pregunta: ¿Cómo ha logrado la humanidad evolucionar desde las formas más tempranas de su conciencia hasta la compleja conciencia de la era moderna? Otros han planteado una pregunta similar: ¿Cómo logramos los humanos transitar de una forma de conciencia comparativamente simple al nacer hasta su desarrollo completo en la madurez adulta?

Hemos analizado estas preguntas desde todos los ángulos posibles. Es bien sabido que Abraham Maslow analizó cómo evolucionan las necesidades a lo largo del desarrollo humano, desde las necesidades básicas fisiológicas hasta la auto-realización. Otros pensaron el desarrollo a través de los cristales de las visiones del mundo (Gebser, entre otros), las capacidades cognitivas (Piaget), los valores (Graves), el desarrollo moral (Kohlberg, Gilligan), la autoidentidad (Loevinger), la espiritualidad (Fowler), el liderazgo (Cook-Greuter, Kegan, Torbert), etc.

Todos ellos concluyeron que la humanidad evoluciona por estadios o etapas. No somos como los árboles, que crecen de forma continua. Evolucionamos mediante transformaciones repentinas, como una crisálida se transforma en mariposa o un renacuajo en sapo. Hoy contamos con un sólido conocimiento sobre las etapas del desarrollo humano. Dos pensadores en particular, Ken Wilber y Jenny Wade, han realizado un trabajo extraordinario al comparar y contrastar los modelos más significativos de cada estadio y descubrir fuertes convergencias. Si bien los distintos modelos subrayan un solo lado de la montaña (por ejemplo, uno toma en cuenta las necesidades y otro la cognición), se trata de la misma montaña. Quizá les asignen distintos nombres a los estadios, o los subdividan o reagrupen de distinto modo. Pero el fenómeno subyacente es el mismo, así como Fahrenheit y Celsius reconocen que hay un punto de congelación del agua y otro de ebullición, aunque los llamen de distinta manera. Esta visión basada en el desarrollo está respaldada por sólidas evidencias de grandes bancos de datos: algunos académicos, como Jane Loevinger, Susanne Cook-Greuter, Bill Torbert y Robert Kegan, han examinado la teoría de los estadios con miles de personas en diversas culturas y escenarios, incluidos los escenarios corporativos o de las organizaciones.

Cada transición a un nuevo estadio de conciencia ha dado lugar a una nueva era de la historia humana. Con cada transición, todo cambió: la sociedad (que pasó de los clanes familiares a las tribus, imperios y naciones), la economía (que pasó de los recolectores a la horticultura, la agricultura y la industrialización), el poder de las estructuras y el papel de la religión. Dentro de esta evolución, hay un aspecto al que aún no se le ha prestado atención suficiente: con cada nuevo estadio de conciencia humana, se ha dado también un gran paso adelante en nuestra habilidad de colaborar. Esto ha traído consigo nuevos modelos de organización. Las organizaciones que hoy conocemos son la expresión de nuestra visión del mundo y de nuestro estadio de desarrollo actuales. Antes hubo otros modelos, y todo parece indicar que vendrán más.

Tanto filósofos y místicos de muchas tradiciones espirituales, como psicólogos y neurocientíficos, han indagado en esta fascinante pregunta: ¿Cómo ha evolucionado la conciencia humana desde la época de las cavernas hasta lo que hoy somos?

¿Cuáles son los modelos pasados y actuales de organización en la historia humana, y cómo podría ser el que está por venir? En este capítulo proponemos un tour relámpago por los principales estadios de desarrollo de la conciencia humana y sus correspondientes modelos de organización. Para caracterizar estos estadios recojo información de varios investigadores, en particular de los meta-análisis realizados por Wade y Wilber, y me detengo brevemente en las distintas facetas de cada estadio: su visión del mundo, sus necesidades, su desarrollo cognitivo y su desarrollo moral. Para referirme a cada estadio y a su modelo organizativo correspondiente, utilizo tanto un color como un nombre. Siempre resulta difícil etiquetar los estadios, ya que un solo adjetivo nunca logrará capturar la compleja realidad de un estadio de conciencia humana. He escogido los adjetivos que considero más evocadores para cada uno. En algún caso tomo prestada una etiqueta de una teoría ya existente y en otros escojo una inventada por mí. La Teoría Integral suele referirse a los estadios con un color y no con un nombre. Algunas personas consideran que es más fácil memorizar este sistema de códigos con color. Teniéndolo en cuenta, a menudo me referiré a los estadios por su color correspondiente. (Para evitar malos entendidos, quiero aclarar que, a pesar de eso, la forma en que describo los estadios de conciencia deriva de una síntesis personal del trabajo de distintos investigadores, que si bien es en general compatible con la forma en que la Teoría Integral los describe, puede que no siempre encaje con ella por completo.)

Reactivo: el paradigma infrarrojo1

Este es el estadio de desarrollo más temprano de la humanidad. Corresponde aproximadamente al período entre los años 100.000 y 50.000 a.C., cuando vivíamos en pequeños clanes familiares (algunos de los cuales aún sobreviven en zonas remotas del mundo, lo que da cuenta de lo que sabemos de él). En general, son clanes de unas pocas docenas de personas. Por encima de este número, las cosas comienzan a fallar ya que en este estadio la capacidad para enfrentarse a la complejidad de las relaciones es muy limitada. El ego aún no está del todo formado; las personas no llegan a percibirse a sí mismas completamente diferenciadas de los demás o del entorno (lo que lleva a algunos a adoptar una visión romántica de este período; lo ven como una suerte de éxtasis pre-dualista e ignoran su enorme tasa de violencia y mortalidad). La subsistencia está basada en la recolección. Este modelo no requiere ningún tipo de división del trabajo (sólo que las mujeres se responsabilicen de tener y criar a los niños), de modo que en este nivel no hay nada parecido a un modelo de organización. De hecho, ni siquiera hay jerarquías dentro del clan. Ni un anciano o un jefe que opere como líder.

Hoy en día, sólo unos pocos clanes en el mundo operan desde este paradigma. Sin embargo, los psicólogos infantiles estudian el mismo estadio en los recién nacidos, que se relacionan con el mundo con una forma de conciencia similar, con el yo aún no del todo separado de la madre y del entorno.

Mágico: el paradigma magenta2

Hace cerca de 15.000 años, quizás antes en algunas partes del mundo, la humanidad comenzó a moverse hacia un estadio de conciencia que algunos autores han llamado “mágico”. Este estadio corresponde a la transición que va de pequeños clanes familiares a constituir tribus de algunos cientos de miembros. A nivel psicológico y cognitivo, esto representa un gran paso adelante en la habilidad para lidiar con la complejidad. En este estadio, el yo está ya física y psicológicamente diferenciado de los demás, pero aún se percibe a sí mismo como el centro del universo. Hay poca comprensión de la causalidad y, en consecuencia, el universo está repleto de espíritus y magia: las nubes se mueven para seguirme; el mal clima es el castigo de los espíritus por mis malas acciones. Para apaciguar este mundo mágico, las tribus buscan consuelo en comportamientos rituales y siguen a los ancianos o al chamán. Se vive en el presente, con alguna intromisión del pasado y con poca proyección hacia el futuro. A nivel cognitivo, aún no existen la abstracción, la clasificación ni el concepto de números algo complejos. La muerte no se considera particularmente real y el miedo a la propia muerte no está presente (lo que da cuenta de la persistencia de altas tasas de violencia y asesinatos). En este estadio aún no existen las organizaciones. La diferenciación de tareas sigue siendo muy limitada, aunque los ancianos poseen un estatus especial y un cierto grado de autoridad.

Ya en nuestro presente, este estadio lo experimentan los niños de entre tres y veinticuatro meses. Corresponde al período en que adquieren una diferenciación sensomotora (no es lo mismo cuando me muerdo el dedo que cuando muerdo mi manta) y emocional (no soy mi madre, a pesar de que me siento mágicamente seguro/a en su presencia). En el marco de una crianza adecuada, la mayoría de los niños crecen más allá de esta etapa.

Impulsivo: el paradigma rojo3

El cambio hacia el paradigma Rojo-Impulsivo fue otro gran paso para la humanidad. Trajo consigo los primeros cacicazgos y proto-imperios, hace unos 10.000 años. Asimismo, emergieron las primeras formas de organización (a las que llamaré organizaciones rojas).

Aquí el ego ya está completamente formado, el yo se percibe totalmente separado de los demás y del mundo. Al principio, este logro atemoriza: por primera vez la muerte es algo real. Si sólo soy una pequeña parte separada del todo puedo sufrir o morir. En este estadio, el mundo se considera un lugar peligroso en el que sólo es posible conseguir lo que necesitamos si somos fuertes y agresivos. La moneda del mundo es el poder. Si tengo más poder que tú, puedo exigir que se satisfagan mis necesidades; si tienes más poder que yo, me someteré con la esperanza de que me cuides. El espectro emocional es más bien tosco y las necesidades tienden a expresarse con ataques de furia o con violencia. Apenas hay conciencia de los sentimientos de los demás. La vida sigue orientada en gran medida al presente (lo quiero, y lo quiero ahora), pero es posible proyectar esta impulsividad hacia el futuro con estrategias simples que hacen uso del poder, la manipulación o el sometimiento. Hay una comprensión de relaciones causales simples, como la recompensa y el castigo. El pensamiento está formado por polaridades opuestas, lo que da cuenta de un mundo en blanco y negro. Por ejemplo, débil/fuerte, a mi manera/a tu manera.

Con la diferenciación del ego se posibilita diferenciar los roles; en otras palabras, una división significativa del trabajo. Ahora hay un jefe y también soldados de a pie. Y como es posible separar las tareas y asignárselas a los enemigos vencidos y apresados de las tribus vecinas, entra en escena la esclavitud a gran escala. Históricamente, esto llevó a la aparición de cacicazgos que gobernaban no sólo a cientos sino hasta a miles o decenas de miles de individuos. Este funcionamiento Rojo-Impulsivo aún puede encontrarse en adultos de sociedades tribales a lo largo y ancho del mundo y en áreas muy pobres de las sociedades desarrolladas, cuando las circunstancias de su crianza no han permitido a algunos niños desarrollarse más allá de este estadio. Cada paradigma tiene su punto óptimo, el contexto en el que resulta más apropiado. El Rojo-Impulsivo es altamente adecuado en entornos hostiles: zonas de combate, guerras civiles, Estados fallidos, cárceles o barrios violentos dentro de las ciudades.

Organizaciones rojas

Las organizaciones creadas en el marco de la conciencia Rojo-Impulsivo aparecieron primero en forma de pequeños ejércitos conquistadores, cuando los cacicazgos más poderosos crecieron hasta transformarse en proto-imperios. Hoy todavía pueden encontrarse en forma de pandillas callejeras y mafias. Las organizaciones rojas de hoy toman herramientas e ideas modernas; por ejemplo, el uso que el crimen organizado hace de las armas y de la informática. Pero sus estructuras y prácticas aún están, en gran medida, sujetas al paradigma Rojo-Impulsivo.

¿Qué características definen a las organizaciones rojas? Lo que las cohesiona es el continuo ejercicio de poder en las relaciones interpersonales. Una buena metáfora son las manadas de lobos: así como el “lobo alfa” ejerce el poder cuando necesita mantener su estatus dentro de la manada4, el jefe de una organización roja debe demostrar un poder demoledor y doblegar al resto a su voluntad para permanecer en su puesto. En cuanto se dude de su poder, alguien intentará derrocarlo. Para garantizar su estabilidad, el jefe se rodea de familiares (que suelen ser los más leales) cuya lealtad compra compartiendo los botines. A su vez, cada miembro de su guardia cercana se preocupa de su propia gente y la mantiene bajo control. En general no existe jerarquía formal ni puestos de trabajo. Por eso las organizaciones Rojo-Impulsivo no escalan bien; rara vez logran mantener bajo control a quienes están separados del jefe por más de tres o cuatro grados. Aunque pueden ser extremadamente poderosas (sobre todo en entornos hostiles en los que las organizaciones de estadios más avanzados tienden a colapsar), las organizaciones rojas son inherentemente frágiles, porque sus miembros operan de manera muy impulsiva (lo quiero, así que lo tomo). El jefe debe recurrir regularmente a demostraciones públicas de crueldad y castigo porque sólo el miedo y el sometimiento impiden que la organización se desintegre. Se hacen circular historias fantásticas sobre el poder absoluto del jefe que desalientan a los soldados a competir por el premio mayor.

La orientación al presente hace que las organizaciones rojas sean débiles tanto en planificación como en estrategia, pero altamente reactivas a nuevas amenazas y oportunidades, que son capaces de perseguir sin piedad. En consecuencia, están bien adaptadas a entornos caóticos (guerras civiles o Estados fallidos), pero no son las indicadas para lograr resultados complejos en entornos estables, en los que sí son posibles la planificación y la estrategia.

El paradigma Ámbar-Conformista5

Cada cambio de paradigma abre la oportunidad a nuevas capacidades y a posibilidades sin precedentes. Con el surgimiento de la conciencia Ámbar-Conformista la humanidad dio un salto desde el mundo tribal, que subsistía mediante la horticultura, a la era de la agricultura, Estados y civilizaciones, instituciones, burocracias y religiones organizadas. De acuerdo con los psicólogos del desarrollo, una gran parte de la población adulta de las sociedades desarrolladas de hoy opera en este paradigma.

En el estadio Ámbar-Conformista la realidad se percibe con ojos newtonianos. Se comprende la causalidad,6 el tiempo lineal (pasado, presente, futuro) y la proyección al futuro. Este terreno permitió el surgimiento de la agricultura: cultivar la tierra requiere autodisciplina y anticipación, que permiten conservar las semillas de la cosecha presente para obtener la comida del año que viene. El excedente calórico que genera la agricultura permitió alimentar a toda una clase de dirigentes, administradores, sacerdotes, guerreros y artesanos; y trajo consigo la transición de los cacicazgos a los Estados y las civilizaciones, alrededor del año 4.000 a.C., en Mesopotamia.

En el estadio Ámbar-Conformista se desarrolla una conciencia más profunda de las emociones y la percepción de otras personas. Piaget, pionero de la psicología infantil, llevó a cabo un experimento definitorio de la cognición Ámbar-Conformista. Se coloca una pelota de dos colores entre un niño y un adulto, con el lado verde hacia el niño y el lado rojo hacia el adulto. En estadios anteriores al ámbar, un niño aún no puede ver el mundo desde la perspectiva del otro, y sostendrá que tanto él como el adulto ven una pelota verde. Cerca de los seis o siete años, un niño criado en un entorno amoroso aprenderá a ver el mundo a través de los ojos de otro y logrará registrar correctamente que el adulto ve el lado rojo de la pelota.