Juan Zorrilla de San Martín
Tabaré
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Créditos
Título original: Tabaré.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: info@linkgua.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9007-869-3.
ISBN ebook: 978-84-9007-567-8.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 13
La vida 13
La obra 13
Dedicatoria 15
Introducción 19
I 19
II 20
III 21
Libro primero
Canto primero 27
I 27
II 27
III 29
IV 30
V 31
VI 33
VII 34
VIII 35
IX 35
Canto segundo 37
I 37
II 37
III 38
IV 39
V 40
VI 41
VII 42
VIII 43
IX 43
X 45
XI 46
Libro segundo
Canto primero 47
I 47
II 48
III 52
IV 54
V 56
VI 57
VII 59
Canto segundo 63
I 63
II 64
III 64
IV 67
V 69
VI 71
VII 72
VIII 72
IX 73
X 73
XI 75
Canto tercero 77
I 77
II 79
III 80
IV 81
V 86
VI 86
Canto cuarto 89
I 89
II 89
III 90
IV 91
V 91
VI 94
VII 96
VIII 98
Canto quinto 101
I 101
II 103
III 104
IV 106
V 107
Canto sexto 111
I 111
II 112
III 112
IV 116
V 119
VI 120
Libro tercero
Canto primero 123
I 123
II 123
III 127
IV 129
V 132
VI 132
VII 133
Canto segundo 135
I 135
II 136
III 138
IV 138
V 139
VI 140
VII 141
VIII 142
IX 143
X 143
XI 144
XII 145
XIII 147
XIV 147
XV 148
XVI 149
XVII 151
XVIII 155
XIX 155
XX 156
XXI 156
Canto tercero 159
I 159
II 160
III 162
IV 163
V 165
VI 166
VII 167
VIII 168
IX 169
X 170
Canto cuarto 173
I 173
II 174
III 175
IV 176
V 177
VI 179
VII 180
VIII 181
IX 181
X 182
XI 183
XII 184
XIII 186
XIV 187
Canto quinto 193
I 193
II 193
III 195
IV 196
V 198
VI 198
VII 199
VIII 201
Canto sexto 203
I 203
II 204
III 205
IV 205
V 208
VI 209
VII 209
VIII 210
IX 210
X 212
XI 212
XII 213
Índice alfabético de algunas voces indígenas
empleadas en el texto 217
Libros a la carta 231
Brevísima presentación
La vida
Juan Zorrilla de San Martín (Montevideo, 28 de diciembre de 1855-3 de noviembre de 1931). Uruguay.
Nació en Montevideo el 28 de diciembre de 1855. Era hijo del español Juan Manuel Zorrilla de San Martín y de la uruguaya Alejandrina del Pozo y Aragón. Su madre murió cuando el poeta tenía apenas un año y medio de vida.
En 1865 matriculó en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, Argentina. Entre 1867 y 1872 estudió en el Colegio de los Padres Bayoneses, en Montevideo. Entre 1874 y 1877 terminó su licenciatura en Letras y Ciencias Políticas en el Colegio de los Padres Jesuitas de Santiago de Chile. Por entonces colaboró en la La estrella de Chile y publicó Notas de un himno. En Chile fue influido por José Zorrilla, José de Espronceda y sobre todo, Gustavo Adolfo Bécquer.
En 1907 el gobierno uruguayo le encargó la escritura de un ensayo histórico sobre José Gervasio Artigas, para aportar datos a los artistas que se presentasen en un concurso de creación de una escultura de Artigas. Dicho ensayo fue editado en 1910 y se tituló La epopeya de Artigas.
Zorrilla de San Martín se casó con Elvira Blanco Sienra. Tras la muerte de ésta, se casó con su cuñada, Concepción Blanco Sienra.
La obra
Tabaré es un poema épico de Juan Zorrilla de San Martín, publicado en 1888. Es considerado la epopeya nacional del Uruguay, y tiene 4.736 versos divididos en seis cantos. El poema relata el idilio del indio Tabaré y la española Blanca y tiene como fondo la guerra entre castellanos y charrúas en Uruguay a finales del siglo XVI.
La presente edición está basada en la de: Montevideo, Barreiro y Ramos, 1888.
Dedicatoria
A mi esposa Elvira Blanco de Zorrilla.
Te dedico TABARÉ... ¿Y qué he de hacer?
Si fuera a esperar la época en que podré o no producir algo digno de ti, tendría que renunciar a la satisfacción de escribir tu nombre, que me es tan querido, al frente de una de mis obras.
Te lo dedico, pues; a ti, la inspiradora de aquellos mis primeros cantos de amor que aun me parece escuchar a la distancia, como una serenata que acaba de pasar por mi lado, y cuyos acordes lejanos se desvanecen en una queja llena de melancolía.
Viejo ya, aunque sin canas, quizá sin muchos años, siento llegar hasta mí, fundidas en un solo acorde, las últimas notas de aquellos cantos de adolescente y las primeras risas de nuestros hijos. Hay algo de todo eso en la inspiración, que ha dado vida, mas o menos efímera, a este poema: hay, por consiguiente mucho que es tuyo; tu espíritu y el mío palpitan identificados en él.
Sin duda por eso he mirado a Tabaré con predilección; tú lo sabes pues ha sido tu rival durante muchas de esas pocas horas que el trabajo incesante o las preocupaciones de mi agitada vida me han dejado libre, y que hubieran sido tuyas y de nuestros hijos si no me las hubiera reclamado con derecho el pobre indio, soñada personificación de una estirpe muerta que, cuando menos, tiene derecho a nuestra compasión.
¡Cuántas veces, aunque no muy de grado, ahuyentaste de mi mesa de labor, a nuestra querida y bulliciosa caterva para hacer silencio en torno de la cura de mi charrúa!
Quiero devolverte esas horas dedicándote la obra a que ellas fueron consagradas. Lee una que otra vez a nuestros hijos algunas de las estrofas de este pedazo de historia de nuestra patria, de esta su hermosa patria uruguaya, que con tanto tesón les enseñamos a amar después de Dios.
Si ellos llegaron a advertir que esta página íntima está echada en el destierro, recuérdales, pues tú lo sabes, que no debe culparse de ello a la patria, y enseñarles a preferir siempre el sufrimiento, que tú has sobrellevado conmigo, al abandono de su misión moral en la tierra.
No sin algún pesar me separo de Tabaré para darlo al público. Él ha sido mi compañero inseparable y bueno durante estos últimos años de tantas amarguras para mi espíritu y, lo que es peor, de tantas desgracias para nuestro país. Pero va a tus manos, y esto hace menos sensible la despedida.
Que tú quieres también un poco a mi indio, que tú lo mirarás con menos indiferencia de lo que él acaso merece, me lo demuestra el hecho de haber tú sentido una antipatía y una repulsión invencibles, hacia don Gonzalo de Orgaz porque lo hirió de muerte en el bosque. Si a ti se te hubiera dado a elegir el desenlace de mi poema, yo bien sé cuál hubieras elegido.
¡No podía ser!
No: tu idea era imposible. Blanca (tu raza, nuestra raza) ha quedado viva sobre el cadáver del charrúa.
Pero, en cambio, las últimas notas que escucharás en mi poema son los lamentos de la española y la oración del monje; la voz de nuestra raza y el acento de nuestra fe: la caridad cristiana y la misericordia eterna.
El poeta no puede decir mentiras por más dulces que ellas sean.
¿Te ríes?
Pues no te lo digo en broma. El arte es la verdad, la alta verdad inoculada en la ficción como un soplo vivificante y eterno: de ahí que la verdad, lo real en el arte, no esté en la forma, como lo eterno en el hombre no está en el cuerpo.
Y la prueba de ello la tienes en que la alta verdad, la excelsa realidad del pensamiento alma de la creación artística, ha inmortalizado y conducido triunfantes a través de los siglos, obras de formas diversas y hasta radicalmente opuestas, formas que recorren un diapasón tan extenso como el que media (te citaré dos obras que tú conoces) entre La Tempestad, de Shakespeare y el Quijote de Cervantes.
¿El arte contribuye poderosamente a la felicidad y al mejoramiento sociales; sabes por qué?
¿Será porque copia o reproduce lo que existe materialmente, lo que todo el mundo ve y toca, y porque consigue despertar en el hombre las mismas impresiones que las escenas reales despiertan en él?
Todo lo contrario.
El arte contribuye al mejoramiento social, porque por medio de el, el común de las gentes participa de la visión de los hombres excepcionales, y se eleva y ennoblece en la contemplación de aquello cuya existencia no conocería si el poeta no lo dijera: levanta la frente: sube conmigo a las regiones de la belleza: la atmósfera es pura porque acaba de atravesar la tempestad del genio que como las tempestades de la tierra purifica el ambiente.
En una palabra: el arte no es otra cosa que la reproducción sensible de la vida, ideal.
Y la vida única de la inteligencia es la verdad, como la única vida de la voluntad es el bien.
De ahí que la única fuente de belleza artística, sea el pensamiento en que el bien se difunde y la verdad esplende: de ahí que, como antes te decía, el poeta no pudo decir mentiras.
Yo debía, pues, decir la verdad en Tabaré: inocularla en el organismo literario que amasaba con el limo de nuestra tierra virgen y hermosa.
No extrañes que haya elegido una verdad llena de inmensa tristeza: las que más aprietan el corazón son las que más eficazmente lo exprimen, las que lo hacen verter su jugó más íntimo.
El de mi alma va en Tabaré: Por eso te lo ofrezco en una fecha que nos es querida.1
Buenos Aires, 19 de agosto de 1886
1 Después de escrita esta página que respeto hasta en sus incorrecciones, y antes de darla a la prensa, mi esposa ha muerto... He bendecido la voluntad de Dios que me la dio y me la quitó; he ofrecido a Dios, como holocausto propiciatorio, los pedazos de mi corazón que Él destrozó. Con la absoluta evidencia de la fe, solo veo en el dolor el mundo de las divinas misericordias.
Sea.
Introducción
I
Levantaré la losa de una tumba;
E internándome en ella,
Encenderé en el fondo el pensamiento
Que alumbrará la soledad inmensa.
Dadme la lira, y vamos: la de hierro,
La más pesada y negra;
Esa, la de apoyarse en las rodillas,
Y sostenerse con la mano trémula,
Mientras azota el viento temeroso
Que silba en las tormentas,
Y, al golpe del granizo restallando,
Sus acordes difunde en las tinieblas;
La de cantar sentado entre las ruinas
Como el ave agorera;
La que arrojada al fondo del abismo,
Del fondo del abismo nos contesta.
Al desgranarse las potentes notas
De sus heridas cuerdas,
Despertarán los ecos que han dormido
Sueño de siglos en la oscura huesa;
Y formarán la estrofa que revele
Lo que la muerte piensa;
Resurrección de voces extinguidas,
Extraño acorde que en mi mente suena.
II
Vosotros, los que amáis los imposibles,
Los que vivís la vida de la idea;
Los que sabéis de ignotas muchedumbres.
Que los espacios infinitos pueblan,
Y de esos seres que entran en las almas
Y mensajes oscuros les revelan,
Desabrochan las flores en el campo,
Y encienden en el cielo las estrellas;
Los que escucháis quejidos y palabras
En el triste rumor de la hoja seca,
Y algo más que la idea del invierno
Próximo y frío a vuestra mente llega,
Al mirar que los vientos otoñales
Los árboles desnudan, y los dejan
Ateridos, inmóviles, deformes,
Como esqueletos de hermosuras muertas;
Seguidme hasta saber de esas historias
Que el mar y el cielo y el dolor nos cuentan;
Que narran el ombú de nuestras lomas,
El verde canelón de las riberas,
La palma centenaria, el camalote,
El ñandubay, los talas y las ceibas:
La historia de la sangre de un desierto,
La triste historia de una raza muerta.
Y vosotros aun más, bardos amigos,
Trovadores galanos de mi tierra,
Vírgenes de mi patria y de mi raza
Que templáis el, laúd de los poetas;
Seguidme juntos a escuchar las notas
De una elegía que en la patria nuestra
El bosque entona cuando queda solo,
Y todo duerme entre sus ramas quietas;
Crecen laureles, hijos de la noche,
Que esperan liras para asirse a ellas,
Allá en la oscuridad en que aun palpita
El grito del desierto y de la selva.
III
¿Extraña y negra noche? ¿Dónde vamos?
¿Es cielo esto o tierra?
¿Es lo de arriba? ¿Lo de abajo? Es lo hondo,
Sin relación, ni espacio, ni barreras.
Sumersión del espíritu en lo oscuro,
Reino de las quimeras,
En que no sabe el pensamiento humano
Si desciende, o asciende, o se despeña,
El caos de la mente que pujante
La inspiración ordena;
Los elementos vagos y dispersos
Que amasa el genio y en la forma encierra.
Notas, palabras, llantos, alaridos.
Plegarias, anatemas.
Formas que pasan, puntos luminosos,
Gérmenes de imposibles existencias:
Vidas absurdas en eterna busca
De cuerpos que no se encuentran,
Días y noches en estrecho abrazo,
Que espacio y tiempo en que vivir esperan;
Líneas fosforescentes y fugaces,
Y que en los ojos quedan
Como estrofas de un himno bosquejado,
O gérmenes de auroras o de estrellas;
Colores que se enfunden y repelen
En inquietud eterna,
Ansias de luz, primeras vibraciones
Que no hayan ritmo, no dan lumbre, y cesan;
Tipos que hubieran sido y no fueron
Y que aún el ser esperan,
Informes creaciones, que se mueven
Con una vida extraña e incompleta.
Proyectos, modelados por el tiempo,
De razas intermedias;
Principios sutilísimos que oscilan
Entre la forma errante y la materia;
Voces que llaman, que interrogan siempre
Sin encontrar respuesta;
Palabras de un idioma indefinible
Que no han hablado las humanas lenguas;
Acordes que, al brotar, rompen el arpa,
Y en los aires revientan
Estridentes, sin ritmo, como notas
De mil puntos dispersos que se encuentran,
Y se abrazan en vano sin fundirse,
Y hasta esa misma repulsión ingénita
Forma armonía, pero rara, absurda,
Música indescriptible, pero inmensa;
Rumor de silenciosas muchedumbres,
Tumultos que se alejan...
Todo se agita en ronda atropellada,
En esta oscuridad que nos rodea;
Todo asalta en tropel al pensamiento,
Que en su seno penetra
A hacer inteligente lo confuso,
A enfrentar lo que huye y se rebela;
A consagrar el ritmo y el sonido
La dulce unión eterna,
La del color y el alma con la línea
De la palabra virgen con la idea.
Todo brota en tropel, al levantarse
La poderosa piedra,
Como bandada de aves que chirriando
Brota del fondo de profunda cueva;
Nube con vida que, cobrando forma
Variables y quiméricas,
Se contrae, se alarga y se revuelve
Por sí misma empujada en las tinieblas.
Allí cuajó en mí mente, obedeciendo
A una atracción secreta
Y entre risas y llantos, y alaridos,
Se alzó la sombra de la raza muerta;
De aquella raza que pasó desnuda
Y errante por mi tierra,
Como el eco de un ruego no escuchado
Que, camino del cielo, el viento lleva.
Tipo soñado, sobre el haz surgido
De la infinita niebla;
En sueño de una noche sin aurora,
Flor que una tumba alimentó en sus grietas;
Cuando veo tu imagen impalpable
Encarnar nuestra América,
Y fundirse en la estrofa transparente,
Darle su vida, y palpitar en ella;
Cuando creo formar el desposorio
De tu ignorada esencia
Con esa forma virgen, que los genios
Para su amor o su dolor encuentran;
Cuando creo infundirte, con mi vida,
El ser de la epopeya
Y legarte a mi patria y a mi gloria
Grande como mi amor y mi impotencia;
El más hábil contacto de las formas
Desvanece tu huella,
Como el contacto de la luz, se apaga
El brillo sin color de las luciérnagas.
Pero te vi. Flotabas en lo oscuro,
Como un jirón de niebla;
Afluían a ti, buscando vida,
Como a su centro acuden las moléculas.
Líneas, colores, notas de un acorde
Disperso, que frenéticas
Se buscaban en ti; palpitaciones
Que en ti buscaban corazón y arterias;
Miradas que luchaban en tus ojos
Por imprimir su huella,
Y lágrimas y anhelos esperanzas
Que en tu alma reclamaban existencia:
Todo lo de la raza: lo inaudito,
Lo que el tiempo dispersa,
Y no cabe en la forma limitada,
Y hace estallar la estrofa que lo encierra.
Ha quedado en mi espíritu tu sombra,
Como en los ojos quedan
Los puntos negros de contornos ígneos
Que deja en ellos una lumbre intensa...
Ah! no, no pasarán, como la nube
Que el agua inmóvil en su faz refleja;
Como esos sueños de la medianoche
Que en la mañana ya no se recuerdan:
Yo te ofrezco, oh ensueño de mis días!
La vida de mis cantos, que en la tierra
Vivirán más que yo... ¡Palpita y anda,
Forma imposible de la estirpe muerta!