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José de la Luz y Caballero

Obras

Tomo V

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9007-788-7.

ISBN ebook: 978-84-9007-486-2.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 17

La vida 17

I. Juventud y optimismo 1824. 1832

1. A Félix Varela 19

[José de la Luz] 21

2. A Francisco Alonso y Nicolás Gutiérrez 22

3. A Manuela Teresa Caballero 23

4. A Manuela Teresa Caballero 25

5. A Manuela Teresa Caballero 28

6. A Manuela Teresa Caballero 29

7. A Manuela Teresa Caballero 30

8. A Manuela Teresa Caballero 31

9. A José Cecilio Silvera 32

10. A José Cecilio Silvera 33

11. A Manuela Teresa Caballero 38

12. A Manuela Teresa Caballero 40

13. A José Cecilio Silvera 42

14. A José Cecilio Silvera 44

15. A Manuela Teresa Caballero 48

16. A José Cecilio Silvera 49

17. A Manuela Teresa Caballero 52

18. A José Cecilio Silvera 53

19. A Manuela Teresa Caballero 57

20. A Manuela Teresa Caballero 59

21. A Manuela Teresa Caballero 60

22. A Manuela Teresa Caballero 62

23. A Leonardo Santos Suárez 64

24. A Manuela Teresa Caballero 65

25. A Manuela Teresa Caballero 67

26. A Manuela Teresa Caballero 68

27. A Manuela Teresa Caballero 70

30. A Manuela Teresa Caballero 75

31. A Manuela Teresa Caballero 77

32. A Manuela Teresa Caballero 78

33. A Manuela Teresa Caballero 79

34. A José Cecilio Silvera 81

35. A Manuela Teresa Caballero 85

37. A Manuela Teresa Caballero 87

39. A Manuela Teresa Caballero 90

40. A Manuela Teresa Caballero 92

41. A Manuela Teresa Caballero 94

42. A Manuela Teresa Caballero 97

43. A Manuela Teresa Caballero 99

44. A Manuela Teresa Caballero 101

45. A José Antonio Saco 102

46. A Manuela Teresa Caballero 106

47. A Manuela Teresa Caballero 107

48. A Manuela Teresa Caballero 108

49. A Manuela Teresa Caballero 109

50. A Attilio Zigni Orlandini 112

51. A José Luis Alfonso 114

52. A José Luis Alfonso 116

53. A José Luis Alfonso 120

54. A José Luis Alfonso 121

55. A José Luis Alfonso 123

56. A José Luis Alfonso 124

57. A Manuela Teresa Caballero 127

58. A José Luis Alfonso 129

59. A José Luis Alfonso 131

60. A José Luis Alfonso 133

61. A José Antonio Saco 134

II. Madurez y edificación 1833-1850

62. A José Luis Alfonso 135

63. A Antonio Casas 139

64. A José Antonio Saco 144

65. A Domingo del Monte 146

66. A Manuela Teresa Caballero 148

67. A José Antonio Saco 149

68. A Manuela Teresa Caballero 155

69. A Mariana Romay de Luz 156

70. A José Luis Alfonso 157

71. A José Antonio Saco 158

72. A Domingo del Monte 161

73. A José Luis Alfonso 162

74. A José Luis Alfonso 163

75. A José Antonio Saco 165

76. A José Luis Alfonso 168

77. A José Luis Alfonso 170

78. A Domingo del Monte 175

79. A José Luis Alfonso 176

80. A José Luis Alfonso 187

81. A José Luis Alfonso 188

82. A José Luis Alfonso 190

83. A José Luis Alfonso 192

84. A José Luis Alfonso 193

85. A José Antonio Echeverría 197

86. A Domingo del Monte 198

87. A José Antonio Echeverría 199

88. A José Luis Alfonso 200

89. A Mr. A. H. Everett 202

90. A José Antonio Echeverría 203

91. A José Antonio Echeverría 204

92. A José Antonio Echeverría 205

93. A José Luis Alfonso 206

94. A José Antonio Echeverría 208

95. A José Antonio Echeverría 210

96. A José Antonio Echeverría 212

97. A Juan Manuel Valerino 213

98. A Domingo del Monte 214

99. A Domingo del Monte 215

100. A María Luisa de la Luz y Romay 216

101. A María Luisa de la Luz y Romay 217

103. A Francisco de la O. García 219

104. A José Antonio Echeverría 220

105. A José Antonio Echeverría 221

106. A Carlos del Castillo 222

107. A José Antonio Echeverría 223

108. A José G. Villegas 224

109. A José Miguel Angulo 225

110. A María Luisa de la Luz y Romay 226

111. A María Luisa de la Luz y Romay 227

112. A María Luisa de la Luz y Romay 228

113. A Mariana de la Luz y Romay 229

114. A Mariana de la Luz y Romay 230

III. Agonía y fin 1850-1862

115. A Domingo Arozarena 231

116. A Manuel Francisco García 232

117. A los promotores de un bazar 233

118. A José Antonio Echeverría 234

119. A José Antonio Echeverría 235

120. A José Toribio de Arazoza 236

121. A Ramón Ramos y Romay 237

122. A José Giroud Trinidad 238

123. A María de los Ángeles Romay de Fortún 239

124. A Fernando de Peralta 240

125. A José de Jesús Romay 241

126. A José Antonio Saco 242

127. A Benigno Gener 244

IV. Cartas inéditas de don José de la Luz 245

128. A José Podbielski 247

129. A J. A. de C. 248

130. A José Antonio Echeverría 249

131. A José Podbielski 250

132. A Manuel Montejo Caballero 251

133. A José Podbielski 252

134. A José Podbielski 253

135. A José Podbielski 254

136. A José Podbielski 255

137. A José Podbielski 256

138. A José Podbielski 257

139. A José Antonio Echeverría 258

140. A José Antonio Echeverría 259

141. A José Podbielski 260

142. A José Podbielski 261

143. A José Podbielski 262

144. A Dionisio Mantilla 263

145. A Mariana de la Luz y Romay 264

146. A Mariana de la Luz y Romay 265

147. A José Antonio Saco 266

148. A Jesús Benigno Gálvez 267

V. Diario de viaje (1830-1831) 268

Francia 269

Roma 270

VI. Diario de Madruga (1846) 292

VII. Lágrimas de un padre sobre su hija (1850) 293

VIII. Addenda 328

Testamento de don José de la Luz 332

José de la Luz. Codicilo 336

Partida de defunción 338

Libros a la carta 341

Brevísima presentación

La vida

José de la Luz y Caballero nació el 11 de julio de 1800, La Habana, Cuba y murió el 22 de junio de 1862. Fue considerado maestro por excelencia y formador de conciencias, pues engrandeció el sentido de la nacionalidad cubana. El pensamiento de José de la Luz y Caballero se centra en la importancia de ahondar en el conocimiento y la comunicación para fusionar en el hombre la verdad científica con el sentimiento de patriotismo.

Sus obras aparecieron en diarios y revistas. Alfredo Zayas se encargó de recoger, en 1890, algunas de sus obras en dos tomos bajo el título de Obras de José de la Luz y Caballero.

La presente edición contiene notas provenientes de las ediciones de Alfredo Zayas, Roberto Agramonte y Alicia Conde.

La mejor síntesis de su vida está resumida en este breve aforismo: «Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo».

I. Juventud y optimismo 1824. 1832

1. A Félix Varela

[Habana, entre septiembre y marzo de 1824.]

Por Cirilo Ponce he sabido que usted no ha recibido ninguna de las dos larguísimas que le he escrito, una con fecha de 16 de septiembre y otra de mediados de octubre, en las que me ofrecía a su disposición y le suplicaba me auxiliase con sus luces para el desempeño de una clase de que por tantos títulos debe usted ser el director perpetuo. Con este motivo, hacía a usted algunas reflexiones sobre ciertos1 puntos ideológicos y entre otros sobre esta proposición de los Apuntes.2

«La idea que no puede definirse es la más exacta.» Para demostrar esto, se funda usted en que o la idea es simple, o compuesta; y siendo simple, es claro que no puede dársele más claridad con la definición; si es compuesta, dice usted, mientras más detenido sea nuestro análisis, que es decir, mientras más le conozcamos, más difícil es la definición.

Reflexionando yo sobre los fundamentos en que descansa la proposición, discurro así: hablando en rigor según manifiesta usted mismo en su nueva edición, no se dan ideas simples pues la idea es una representación del objeto, y todo objeto es un grupo de propiedades. En cuanto a las compuestas, que son las verdaderas ideas, advierto que hay casos en que la exactitud de la idea se opone a la definición, como por ejemplo, si yo tratara de definir el oro, me vería en la imposibilidad de hacerlo, pues teniendo el oro muchas propiedades que le son3 peculiares, no sabría yo cuál de entre ellas escogería para asignarle la diferencia específica, como exigen los escolásticos en toda definición, motivo porque se burlaba Destutt-Tracy de esta decantada regla de las escuelas: esta observación favorece al modo de pensar de usted; mas pueden presentarse otros casos en que la exactitud de la idea facilite su definición. Supongamos que se intenta definir el imán: yo hallo que tiene una propiedad característica, que lo distingue de las otras piedras y lo definiría diciendo que es una piedra que tiene la propiedad de dirigirse a los polos del mundo. En este caso, es evidente que por ser la idea más exacta, he podido definirla, atento a que si yo no hubiera conocido dicha propiedad (cuyo conocimiento hace la idea más exacta) no hubiera podido asignarle la diferencia específica. Luego no siempre sucede que por ser una idea más exacta se resiste a la definición. Por supuesto que yo convengo con usted en que ninguna definición es exacta; pero usted habla de las definiciones en el sentido de los escolásticos, y entonces tiene lugar mi duda. Quisiera extenderme algo más para dar mayor claridad a mis pensamientos; pero eso sería molestar a usted y intelligenti pauca. Espero de la bondad de usted se sirva ilustrarme con sus reflexiones sobre este particular. En otra ocasión manifestaré a usted mis dudas sobre otros puntos.

Quiero hablarle a usted de la clase, pues estoy persuadido que en eso tendrá un gusto particular: ésta se compone de 150 estudiantes, entre los cuales hay muchos muy buenos que han hecho excelentes discursos, pues conformándome al método de usted, les he4 propuesto programas que han desempeñado perfectamente.5

A mediados del que viene se presentarán al público 24 a ser examinados acerca de las materias ideológicas contenidas en los apuntes.

Quisiera que usted me comunicara todo aquello que creyese útil para el mejor desempeño de la clase, pues yo me glorio de ser su discípulo y no tengo otro deseo que el aprovechamiento de los que están a mi cargo,6 aun cuando sea por tan poco tiempo, pues creo que para marzo a más tardar estará ya la cátedra provista en propiedad: los opositores son el padre don Joaquín Valdés, el padre Andréu, que era fraile dominico, y el pedagogo Collazo; yo también pensé en oponerme, contando siempre con las luces de usted para el desempeño; pero no pude por ser necesario estar ordenado in [sacris].

Por Cirilo he sabido que está usted bueno y fuerte como nunca; me alegraré que continúe lo mismo. Y sepa usted que no le olvida un momento, ni en el cuarto ni en la clase, su siempre afecto amigo y discípulo q.b.s.m.

[José de la Luz]7

Pedro me ha regalado en nombre de usted seis ejemplares de la nueva edición, por lo cual doy a usted un millón de gracias.

Si usted piensa aún, según me han dicho, imprimir una traducción de la obra de química aplicada a la agricultura de Davy,8 yo puedo proporcionar aquí un gran número de suscriptores.

Por no fastidiar más a usted de lo que lo estará con esta larguísima carta, he encargado a Pedro escriba a usted sobre otros particulares que le he comunicado.

¡Qué diera yo por aparecerme por allá en marzo! Pero, amigo mío, tengo una madre afectuosísima que solo con hablarle de esto, se altera en términos que es menester desechar la idea de viajar.


1 Iba a escribir «ciertas materias».

2 Ver Apuntes filosóficos para la dirección del espíritu humano en Miscelánea Filosófica de Varela, B. A. C. págs. 151-185. (Roberto Agramonte.)

3 «características», tachado.

4 «dado», tachado.

5 «Para el 13», tachado.

6 Alude Luz a la sustitución interina en la clase de filosofía del Seminario de San Carlos. Varela salió para España como diputado en 1822. Lo suple Saco. Éste abandona el país en 1824 y la cátedra queda vacante. José de la Luz es designado para explicar la clase de filosofía y comienza sus lecciones el 4 de septiembre de 1824. (José I. Rodríguez, Vida de don José de la Luz y Caballero, pág. 18). Parece ésta la carta más antigua que se conserva de Luz. (Roberto Agramonte.)

7 La contestación a esta carta aparece en El Habanero, B. A. C., tomo 4, págs. 91-95. (Roberto Agramonte.)

8 Obra traducida por Varela. (Roberto Agramonte.)

2. A Francisco Alonso y Nicolás Gutiérrez

Señores don Francisco Alonso y Fernández,

y Nicolás Gutiérrez.

Habana, 12 de enero de 1826.9

Animado por los mismos sentimientos que dirigen a vuestras mercedes en el proyecto de fundar una Academia de Ciencias Médicas, en las que se incluyen también sus auxiliares, no puedo menos que acceder a la honrosa invitación que se me hace, pudiéndome contar desde luego como un miembro de tan importante establecimiento; en cuyo obsequio procuraré hacer hasta donde alcancen mis conocimientos, para corresponder de algún modo al honor que vuestras mercedes se han dignado dispensarme.

Con lo cual contesto al oficio de ustedes de lo del presente. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años.

José de la Luz


9 Vid. además Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 1910, tomo XLVII, pág. 228. Cit. por Figarola-Caneda. (Roberto Agramonte.)

3. A Manuela Teresa Caballero

New York, julio 2 de 1828.

Queridísima mamaíta:

Hace tres días que escribí a su merced muy largo, y ahora lo vuelvo a hacer con Leoncito, que se nos apareció aquí en el mismo buque en que regresaba. Por fin, después de haberle caído Varela, don Justo y yo hemos logrado que se vuelva, pues estaba muy metido en irse a España. Le encargo a su merced que tome el mayor empeño en ver cómo se corta este negocio con el padre Presidente, pues su merced sabe lo indiscreto que es León y que fray Martín tiene paño por donde cortar para perderlo. Nos ha llenado de lástima, a pesar de sus majaderías, y por lo mismo don Justo le ha dado cuatro cartas de recomendación: una para Castañeda, otra para O’Gavan y otra para el mismo fray Martín y al padre, a quien también escribo yo a ver si éstos cooperan a terminar el asunto.

Yo, además, le he dado treinta pesos para ayudarle a pagar el pasaje, los mismos que me ha dicho abonará a su merced; pero aunque no lo haga, ésta es una obra de caridad porque, si no, se hubiera ido, iba a perecer y a empeorar su causa.

Lleva los siguientes efectos, que forman en lista una factura de comerciante:

3 tijeras para su merced, las grandes con este letrero: «M. Caballero»; las de uñas, con éste: «M. Teresa»; y unas muy finas, en su vainita, tienen por fuera: «Pepe», esto es, en la vaina; y dentro: «A mamá».

1,000 agujas escogidas y surtidas por la mujer de Gener, que tiene mil atenciones conmigo y le manda memorias a su madrina Rosita Acosta.

14 papeles de alfileres, de 5 tamaños diferentes.

500 papeles de días, con lámina.

Una tabaquera que va junto con las tijeras, para Juan.

5 ridículas de carey para las muchachas. Estas son las que están aquí de última.

Un sombrero blanco para Joaquín.

La vida de Colón, en inglés: 3 tomos en pasta, para el padre Agustín. Dos papeles de alfileres dorados, para las muchachas; que repartan.

Memorias sobre lo interior del palacio de Napoleón: 2 tomos a la rústica, en francés, para la Napoleonista.

Dos pares de tirantes de seda con resortes de la última invención: un par para Tomás y el otro para Pepe Berrio.

Un cortaplumas de dos cuchillas, para Pancho: lleva su nombre.

Un cortaplumas con cuchilla más grande, y lleva el nombre de Chila, que es el último mono; y Una peinetica de carey para la Chiquitita.

Junto van dos papelitos de tafetán inglés, para su merced. Lo mando por ser muy bueno.

Yo quisiera mandarles cosas mejores y en más número, pero me reservo para cuando esté en Europa. Dígame su merced qué tal parecen las tijeras y agujas para remitir más.

Repito mis memorias a todos y muy particularmente a Terriles. A fray Luis le doy un millón de enhorabuenas. Don Justo me contó cuán completa había sido la victoria. Mil abrazos a todos mis hermanos. Un adiós de su amantísimo hijo

Pepe

4. A Manuela Teresa Caballero

New York, julio 12 de 1828.

Queridísima mamaíta:

Hace ya muchos días que no hay barco de ésa, lo que sentimos infinito, porque es un gusto tener cartas de su merced a cada momento, como ha sucedido hasta aquí. Pasado mañana, lunes, sin falta, salimos a nuestra correría al norte, y creo estar aquí de vuelta dentro de mes y medio. Escribo solamente a su merced porque, además de que el buque sale mañana para ésa, tengo que hacer algunas diligencitas antes de partir.

Ayer nos acordamos mucho de nuestra tierra, pues la mujer de Gener nos obsequió con arroz blanco y olla, que aunque carecía de plátano, boniato, etc., al fin era olla.

Dígale su merced a Monsa que ya conozco a José Bonaparte: se parece mucho a su hermano, aunque tiene aquella expresión en los ojos; es trigueño, pero no mucho; algo colorado; más alto que yo, envuelto en carnes y algo barrigoncito; en suma, en las carnes y cuerpo es muy semejante a Napoleón. Representa como ci[ncuenta años], aunque ya cuenta sesenta y dos. Es muy ágil y fuerte. Lo encontramos a pie en la calle, y Gener nos presentó a él.

También he estado hoy conversando más de dos horas con el general Bernard. Me ha gustado mucho, mucho; sabe y es modesto. Si fuera a escribir todo lo que me dijo sobre el Emperador, sería nunca acabar. Otra ocasión tocaremos esta tecla.

A Pancho, que por acá llueve mucho y a menudo; tanto que las gentes del país aseguran que nunca han visto un año tan lluvioso. ¡Quién pudiera mandar el agua para allá! También le acompaño esas dos gacetas para que las lean todos.

El mensaje de Bolívar10 está muy «anapoleonado»: es un regaño universal para sacar en consecuencia que él solo ha hecho bien... Mucho siento esta conducta. Es preciso ante todo decir la verdad.

Sin embargo, aunque ha enseñado las uñas, no ha podido ni podrá hacer nada.

A Chila, que hoy he visto un buey que, sin ponderación, parece un rinoceronte en longitud, latitud y profundidad. Pesa sobre 4 mil libras, tiene de la nariz al rabo once pies; de altura, 5 con 10 pulgadas; de vuelo, 11 pies, 6 pulgadas; del hombro a la paletilla, 4 con [6];11 y de la punta de un tarro a la del otro, 3 con 3. Lo más gracioso era el contraste que formaba con una [vaca en]ana de solo 2 pies, 10 pulgadas de alto y 4 de largo.

A Tomás, que entre las infinitas anécdotas que conservo del celebérrimo Leoncito, ninguna es más a propósito para hacer su retrato en la tertulia del pariente que ésta: habiéndole [yo di]cho que don Justo vivía en casa de una señora americana nombrada Mrs. Pearcy, y sabiendo él por otra parte que allí mismo vivía Layseca con su mujer, le ocurrió (solo a él le hubiera ocurrido) traducir el apellido de la señora americana diciéndome, con aquel tonito suyo tan reverendo: «¿De modo que Mrs. Pearcy, traducido al castellano, quiere decir la señora de Layseca, Pepillo?» Cuento más original no puede darse, y apoyado en mi certificato [sic], será bien admitido en la Alameda.

Se me olvidaba que a Leoncito le he suplido diez pesos más para el pasaje.

A todos mis hermanos un millón de abrazos. Mil cosas a los Berrios, Cirilo y demás amigos.

A mi ahijado José María, que tampoco lo olvido.

Adiós de su amantísimo hijo que suspira por su mamá.

Pepe

[Queridísima mamaí]ta mía: Por la de Pepe verá que continuamos sin novedad y Pepe sigue bien y ha echado su poco de barriga.

A mi Pancho, que no le escribo porque no hay lugar, pues sale el barco mañana.

Mil cosas a todos mis hermanos, a Acosta, Nené y a todos, todos un abrazo, a Pancho [sic]. Y su merced reciba el corazón de su amante hijo

Antonio

Julio, 14. Por fin no salimos hasta mañana, por tal de ir en una famosa barca de seguridad. Ha llegado un buque de Europa con noticias hasta el 30 de mayo. En España, nada de particular; ya el rey debe estar en Madrid. En Inglaterra, tres de los ministros han renunciado, pero aún queda Peely Wellington. En Francia se ha votado ya el empréstito de los 80 millones de francos, con el objeto de estar prevenidos para lo que pueda suceder en la guerra de turcos y rusos. Estos pasaron el Pruth y el Danubio el 7 de mayo, y han cruzado por Valaquia y Moldavia sin oposición.

Por momentos llegarán a Bu.12


10 Vid. pág. 32 y el elogio de Gener donde habla de Bolívar (Roberto Agramonte.)

11 [2]? Dudoso.

12 Posiblemente Budapest o Buda.

5. A Manuela Teresa Caballero

A mi señora doña Manuela Teresa Caballero.

Al cuidado del señor don Alejandro Morales.

Habana.

New York, julio 15 de 1828.

Queridísima mamaíta: Hoy debíamos haber salido, como le digo en la mía de ayer, pero nos detuvimos por haber sabido anoche que había llegado de La Habana el bergantín Alfred en once días, y creímos tener carta. Ni una nos han escrito, y le confieso a su merced que lo sentimos muchísimo, pues estábamos con ganas vehementísimas de leer una docena de ellas; pero yo, que la conozco tanto a su merced, atribuyo la falta a que no se anunciaría allá ese barco.

Esta queda aquí en poder de Suárez (cada vez más fino con nosotros) para que la remita cuando haya ocasión. Y desde cualquier punto en que estemos le escribiré a él acompañándole cartas para su merced. Y caso que se proporcione aquí buque que vaya a ésa en circunstancias en que no tenga ninguna mía, como puede suceder, queda encargado de dar siempre razón de nosotros, de suerte que tengo cogidas todas las avenidas para evitar un mal rato a mi mamá.

Como pensamos estar aquí hasta principios de noviembre, por ser el mejor tiempo para la navegación a Europa, según me he informado; como además [nos] hemos hecho ropa y, finalmente, como es costumbre pagar aquí el pasaje para Europa, bueno sería, según opina el precavido Ñoñito, solo por precaución, poder disponer de algún dinerillo más, para lo cual pedirá Joaquín a Murdoch una cartica de crédito de veinte onzas y me la remitirá su merced. Con esto hay de sobra porque yo aquí soy un gran ahorrador.

También nos hemos tranquilizado mucho al saber que ni Varela, Gener, Suárez, ni ninguno de los amigos han tenido cartas.

Mil abrazos afectuosos a todos nuestros hermanos, de sus amantísimos hijos

Pepe

Antonio

6. A Manuela Teresa Caballero

A mi señora doña Manuela Teresa Caballero.

Al cuidado del señor don Alejandro Morales.

Habana.

Utica, 21 de julio de 1828.

Queridísima mamaíta: Ayer tarde llegamos a este pueblo precioso, que está a orillas del canal y a ochenta leguas de New York.

Seguimos sin novedad y hoy continuaremos nuestro viaje hasta Auburn, donde se halla la mejor cárcel penitenciaria de estos estados.

A la vuelta del Niágara pasaremos algunos días en Saratoga. Ninguno de estos viajes se hace por vapor sino en los comodísimos botes del canal o en coche, o bien, como hacemos nosotros, alternando para no fastidiarnos.

Durante este mes de viaje no tendremos el gusto de leer tan a menudo cartas de su merced, pues para que no se extravíen, por estar nosotros un día en un paraje y al siguiente en otro, quedó Suárez encargado de recogerlas todas hasta nuestro regreso a New York.

No hay lugar para más, pues ahora mismo salimos.

Mil afectos a todos nuestros hermanos. A mi Chila, que lleve en paciencia, porque no puede ser de otro modo, los micos de carta que le juego. A Monsa Y Pancho, id.

Sus amantísimos hijos

Pepe

Antonio

P. D. Dígale su merced a Pancho y a Monsa que no les escribo porque no tengo lugar ahora. Mil cosas a todos mis hermanos: a Acosta y a Nené. Y adiós de su hijo

Antonio

A Ñoñito siempre le hago escribir un parrafito porque la conozco mucho a su merced, esto es, para que vea letra suya.

7. A Manuela Teresa Caballero

A mi señora doña Manuela Teresa Caballero.

Al cuidado del señor don Alejandro Morales.

Habana.

Buffalo (122 leguas de New York), julio 28 de 1828.

Queridísima mamaíta: Seguimos sin novedad, solo con el disgusto de que hasta que volvamos a New York, no leeremos las cartas de su merced, que debemos tener allí. Ayer y anteayer lo pasamos en Niágara contemplando las sublimes caídas. Dígale su merced a Cecilio que ni un instante he podido olvidarlo observando esta maravilla.

Esta tarde vamos a cruzar el lago Ontario para continuar nuestro viaje al Canadá.

No hay lugar para escribir más. Mis tiernos afectos a mis hermanos y amigos, y adiós de sus amantísimos hijos

Pepe

Antonio

8. A Manuela Teresa Caballero

A mi señora doña Manuela Teresa Caballero.

Al cuidado del señor don Alejandro Morales.

Habana.

New Lebanon, agosto 13, 1828.

Queridísima mamaíta: Lo mismo que en Saratoga, acabado de escribir a su merced, recibo dos suyas y de Monsa, fechas 30 de julio y 19 del corriente, y una de 27, de Cirilo. Supongo que aún no habrá llegado el barco en que vienen las otras de que su merced y Monsa, me hablan. Estoy ansioso por leerlas. ¡Como que serán más largas! El cajoncito de tabacos está en New York.

Me alegro mucho de que se haya compuesto tan bien el asunto de Leoncito.

Ya habrá llegado la expedición. ¡Dios les dé salud y riquezas para pagar...! A Juan, que será fielmente cumplido su encargo, o en Boston o de vuelta a New York.

De sus amantísimos hijos

Pepe

Antonio

A Alejandro, que quedo enterado de sus muchas ocupaciones; pero que en otra ocasión espero carta suya.

9. A José Cecilio Silvera

Señor Cecilio Silvera, esquire. Habana.

Boston, septiembre 1.º, 828.

A las 4 de la tarde.

¿Cómo, teniendo un momento desocupado, no he de escribir a mi Cecilio? En la carta de Tomás te pongo de vuelta y media, consecuente con los informes suyos.

Camarada, los viajeros prometemos mucho y podemos cumplir muy poco. Dígolo porque aún no he tenido tiempo de principiar la relacioncita de mi viaje, que será para todos, e iré remitiendo por partes. En ella irá incluida la por ti tan ansiada descripción del Niágara.

Tengo el gusto de decirte que ya empecé a recoger el fruto de mi viaje: la palpitación va desapareciendo; ya los objetos a veces me fijan la atención en términos que me hacen olvidar a ratos mis penas. Así que me apresuro a comunicártelo, amigo de mi corazón, porque sé lo que es Pepe para su Cecilio. Esta mejoría moral la debo en gran parte a mi espíritu observador, que está ahora en pleno ejercicio.

A tu padre, Diego y las muchachas, un millón de expresiones. Memorias a Grillo, Nenninger, etc.

Adiós que no alcanza para más.

Tu

Pepe

¿Qué es del padre fray León de la Merced, etc., etc.? Esas dos muestrecitas de minerales que te remito dentro de una de las cajitas de tinta de marcar, para Juan Rodríguez; las cogí en Ticonderoga: una es mica preciosa y la larguita es [...] arbertus.

10. A José Cecilio Silvera

Señor Cecilio Silvera, esquire. Habana.

New York, septiembre 27 de 1828.

«¡Albricias, Chilita, que ya Balbateca llegó a la Meca con felicidad!», dándotelas yo de mí mismo, cosa única en su género; pero me ha puesto usted tan hueco con la celebración de mis anteriores, participándome el succès que han obtenido de haber sido honradas con tan lucido auditorio encerrado en el baño del Cerro como para gozar más (esto huele a orientalismo). Y amén de todo ello, la sed que te quema por leer y leerles mis toscos renglones, que no puedo menos de congratularme contigo de que ya voy a dar principio a la relación de mi tour, y atención, noble auditorio, que la bandurria he templado. Pero ahora me ocurre que tengo que hacerte un encargo, nada menos que de nuestros Varela y Saco, y así, vamos a esto, que es de necesidad, que luego iremos a lo de lujo.

Pues señor, ya vuestras mercedes habrán visto por allá un papel titulado el «Mensajero semanal», que es redactado por ellos: esto basta para que sea bueno. Por supuesto que no tiene nada de contrabando, pues el objeto es publicar un periódico que pueda circular libremente por toda la Isla de Cuba. Así que en los asuntos políticos no acompañan reflexiones ningunas, sino que refieren imparcialmente las noticias de todas partes, cuando están bien comprobadas. En los demás ramos útiles a la agricultura e industria del país, ya eso es otra cosa: entonces sí disertan, como es regular y conveniente. A propos, don Saco (â mon insu)13 insertó en un número aquel artículo sobre el cacao que traduje yo para Pancho. Me alegro, por lo útil que es; pero hubiera querido darle su limazo antes de publicarlo. Pero vamos al caso. ¿Qué será que cuando te escribo a ti tengo un babil intarissable?14 pero it cannot be otherwise for I miss every momento our sabroso chit-chat.15 Si no te has olvidado enteramente de ciertas antiguas relaciones que tuviste con ciertos sujetos, nada menos que de Edimburgo, aunque dichos señores y el hijo de su madre le debamos a su merced algunos malos ratos, creo que podrá usted seguir leyendo en romance delante del auditorio esas dos líneas de la vuelta sin tropezón ninguno y sin que conozcan, por supuesto, que hay nada de gringo y herético en la epístola de tan buen cristiano. Pero iterum aud rem.16 Pues lo que quiero es que se muevan todos los resortes a la mayor brevedad para lograrles una buena suscripción. Excusado es indicarte que lo participarás a Pancho, a Tomás, a Cirilo, a Domingo Herrera, a Pablillo Entralgo, etc., etc. En suma, como yo acostumbro, pasar la voz a toda nuestra gentecita. Cuantas noticias necesites acerca de condiciones de la suscripción, entrega allí del papel, etc., te las suministrará Pancho Suárez (en la botica de San Feliú), a quien verás y darás muy finas memorias mías.

Ahora que me acuerdo, me preguntas en una de las tuyas si una sal que tengo entre mis trastos es ácido oxálico. Creo que debo tenerla, aunque en muy corta cantidad, como también algunas otras sales. Así, pues, para evitar una descripción de la sal dicha, a fin de que no te equivocarás, pídele al mismo Pancho Suárez o a Estévez, por conducto de Pablillo, cuantas, hayas menester.

En cuanto al otro papel de Varela solo (el Compendiador), ése, como tú sabes, ya le dejé yo tu suscripción hecha. Por las infinitas atenciones que le han rodeado, ha demorado Varela su publicación, pero dentro de quince días saldrá a luz el primer número. No puede ser antes porque lleva algunas láminas y se trata de que sean litográficas.

Tanto con respecto a el un papel como al otro, que se lo lleven a su casa a cada suscriptor porque tú bien conoces a muchos de nuestra gente, que no van a buscarlo aunque crujan las prensas anunciando que se despacha en 40 puestos.

Lo acabo a usted a encargos, camarada: los míos propios y los apropiados. Pero no hay más que paciencia y barajar, y soltar algunos ratos los autos y el parladorio, Van-Espen, el maestro López, aliosque ejusdem furfuris,17 que en sentir de nuestro Tomás, son los que más te cuadran ¡Qué panzadas te darás ahora con el libro, descansado en el hueso sacro, las piernas en la mesa republicana, la siniestra en la mejilla y su correspondiente codo en el taburete (porque has de estar como zampado) y la diestra quitando y poniendo en la boca un rico habano de la fábrica de Panchín o de Cabañas! Y luego, en lo más sabroso, se aparece, proh dolor!,18 cierto bulto, quien después de haberte hecho su cuarto con tu padre, te quita la papa de las manos, te hace poner la más matemática corbata, etc. y entrar en la volantica y ¡arrea para allá fuera!... y ¡adiós de mi dinero!...

Pero vamos, por fin, a mi viaje, que te iré remitiendo su relación por partes numeradas, y sea éste el

Número 1

Salimos de New York para Albany el día 17 de julio a las 7 de la mañana en el mejor vapor que cruza el Hudson, nombrado North American, pues aunque nuestro objeto era hacer la travesía en barca de seguridad, como éstas no corren sino un día sí y otro no, dio la casualidad que no le tocaba en el de nuestra salida. Sentilo, no porque tuviésemos el más leve recelo en cuanto a la seguridad de nuestro steamboat, sino porque deseábamos disfrutar de las comodidades de las barcas, que no solo consisten en quitar el miedo a los miedosos, sino también en lo más suave del movimiento y en la mayor esplendidez con que están puestas y servidas.

Llegamos a Albany, distante 145 millas, a las 7 y 20 de la tarde del mismo día, habiendo hecho ocho paradas en otros tantos pueblos en ambas márgenes del Hudson para tomar pasajeros, cuya maniobra se hace en un pestañear porque estas gentes son aún más avaras del tiempo que del dinero.

Entre los pueblos que se encuentran en este tránsito, descuella, a la margen oriental del río y llevando su mismo nombre, uno que ya puede llamarse ciudad, pues cuenta más de ocho mil almas y es paraje de tanto movimiento, que se considera la 3.ª del estado en manufacturas y la 4.ª en comercio. También merece citarse el paraje que llaman West-Point que, como lo dice el nombre, se halla a la banda occidental, distante 50 millas de New York, célebre por la famosa escuela militar establecida allí y también por la defensa que hizo Washington contra las fuerzas inglesas, debida en gran parte a la situación del lugar, que está naturalmente fortificado por unos murallones elevados más de 300 pies.

Antes de llegar a West-Point, como a 20 millas de New York, se descubre en la misma margen una cordillera notable de precipicios amurallados, materialmente tan lisos a veces como unas paredes bruñidas, de un color entre amarillo de barro y herrumbre bien enmohecida: las llaman las Palisadoes y se extienden como 5 [o 6] leguas, aunque los libros de geografía del país, que en general son excelentísimos, les dan de 7 a 8 leguas (de 20 a 24 millas) ¡pero esta gente, en esto de millas, sea dicho en passant, las echan a millares. Su elevación, desde 15 hasta 550 pies.

Siguen varios fuertes, unos aún existentes, pero sin guarnición, otros arruinados y [de] algunos de los cuales no queda más que el nombre y el área; pero todos a cual más memorables en la historia de la Independencia por las hazañas militares. Apenas se dará un paso en el estado de New York sin que se tropiece con ruinas que recuerden a los americanos las glorias de su patria. En una palabra, es terreno clásico para ellos. Este motivo y el de abultar el volumen del libro, para que valga más money, hacen sin duda que los autores de Guías de viajeros, itinerarios, etc., le acaben a uno la paciencia interrumpiendo a la [sic] del tiempo (porque, eso es aparte, saben describir con exactitud) la descripción geográfica, que es lo primero que le interesa al viajero, particularmente si es extranjero: como que en tal caso no leerá con el mismo interés que un nacional una simple escaramuza o la importante batalla de Bunker Hill. Después, si quiere interesarse en la historia del país, se leerá cuantos anales haya y la obra de Botta y todo cuanto haya; pero encajarle a uno guerras cuando tiene su mente en otra cosa es una honrada majadería.

Y aquí me veo precisado a interrumpir yo también mi descripción, que no sé si es geográfica o lo que es; aunque me parece que, con su disertación al canto, tiene su pedacito de todo y no es nada.

Vuestras mercedes se diviertan y ya está lleno mi objeto.

Y la interrumpo porque ya éste es el pliego 3°, porque mañana sale el barco y son ya las 2 de la tarde, porque aún me quedan dos por escribir y porque... quiero hablarte de otra cosa.

A Domingo Herrera es excusado renovarle mis afectuosos recuerdos: él sabe mejor que nadie lo que siempre, siempre lo debo querer. Dile que aun cuando no entrara en mi plan, que sí entra, el recoger algunas luces sobre mejorar la elaboración del azúcar, bastaría su insinuación para que yo lo hiciera objeto de mi estudio.

Camarada, ahora me acuerdo que se me iba pasando darle a usted la enhorabuena por el aumento de clientela, digo, como que ya tiene usted a su cargo, además de los asuntos de Domingo, que tanto por la persona como por las cosas te proporcionará relaciones, los de Nenninger, etc., que no serán tan proficuos, pero al cabo todo es empezar. Dígame usted si ya estás dispuesto para ser asesor el año entrante; en ese caso, habla con mamá para su oportunidad.

A Nenninger, mil memorias mías y que para diciembre a más tardar voy a Baltimore; que me mande una carta para su hermano residente allí.

Mis finas memorias a tu padre, Diego y hermanas. Y tu, el corazón de

Pepe

Licenciadito: Aunque no te escribo, no ha sido por falta de ganas sino porque no he tenido lugar; pero en otra ocasión será.

Cuidado con todos los pasos que des pués allá hay un tapado que nos da exacta cuenta de tu vida y milagros.

Mis memorias a tu padre y demás familia, y adiós de tu

Antonio


13 «sin yo saberlo.»

14 «irreprimible charlatanería.»

15 «no puede ser de otra manera, porque extraño a cada momento nuestro sabroso palique.»

16 «volvamos al asunto.»

17 «y otros por el estilo.»

18 «¡qué dolor!»

11. A Manuela Teresa Caballero

New York, octubre 11 de 1828.

Mamaíta mía: No es menor nuestra ansiedad cuando se pasan días sin llegar barcos de por allá, pero a bien que ya ahora empiezan las navegaciones largas.

Tienen razón Acosta y Nené en creer que Noñito está muy buen mozo y facístor pues, en cuanto a lo primero, muchas veces me han dicho algunos de este país, así mujeres como hombres, que ignoraban que fuese mi hermano: —¡Qué bien parecido es ese caballero! y ¡qué interesante es su fisonomía! —¡Pero si es muy trigueñito!, les contesto yo.

—Mejor que mejor, me replican ellos, lo que prueba cuán amigos son de este color. Por lo tocante a currutaco, Varela, Saco y yo le hemos dado la primacía de dandy en nuestra partida de ellos, que son Leonardo, Adolfo, Alfonso, etc.

Es menester todo lo que hace Leonardo con nosotros, para formar una idea de lo que nos aprecia. ¡Qué cariño! ¡Qué extremos! ¡Qué puntualidad! A Gener también y esposa, cada vez les debemos más atenciones. Gener particularmente no solo está pendiente de nosotros, sino que proporciona siempre cuantas noticias necesito sobre el país. Se conoce que me quiere mucho. De Varela no hay que decir: como unas pascuas está porque pasamos aquí el invierno. Siempre que puedo me voy a pasar con él el rato de la noche, y Ñoñito también, como que allí vive su amigo Alfonso y Adolfo, que nunca falla, y se toca el violín, etc.

En cuanto al buey, buscaré la descripción, pues no la tengo, y la remitiré en otra oportunidad.

La muerte de Zuazo es aún más sensible por la circunstancia que su merced me dice.

Considero los malos ratos que va a pasar Domingo en ese cabildo porque estoy muy seguro que hallará cosas insoportables. Supongo que en ninguno de su familia hay novedad.

El cajón de tabacos remitido por Alejandro está en nuestro poder días ha, mas no así el otro ni el cajoncito de azúcar remitidos por la casa de Arcos y Samá, pues he preguntado por ellos a su corresponsal aquí, que es un tal García, y me dice que no sabe de tales encargos.

Al señor Cura del Sagrario, que aprecio mucho sus memorias y que efectivamente creo que se divertiría mucho recorriendo países, porque él, lo mismo que nuestro amigo don Justo, que está en Filadelfia, y yo, tenemos genio de viajeros porque somos curiosos y preguntones.

Me alegraré de hallar a mi vuelta a nuestro Chila con buchaca, según lo que su merced me dice. A Merced, Rosa y Rita, que nunca las olvido. A Tula, tía Rosa y Anita, mil cosas. A Xenes.

12. A Manuela Teresa Caballero

A mi señora doña Manuela Teresa Caballero. Al cuidado del señor don Alejandro Morales. (Brig Orion of New York.) Habana.

New York, octubre 11 de 1828.

Mamaíta mía queridísima: Salen tres buques casi a la vez, y así quiero que su merced tenga carta en todos ellos. Esta va por el bergantín Orión; otras dos, fechas 4 y 7, en el Catherine, que se ha detenido esta mañana; y las que llevará Vicentico Rodrigo, que sale pasado mañana en el bergantín Victoria. Este le llevará al padre Marianito, no solamente el reglamento de la casa de [aquí], sino una porción de papeles interesantes en el particular. Con todo, aún no me con[formo] con eso, pues queriendo yo contribuir también por mi parte a la mejora de nuestro [nue]vo establecimiento, he entablado relaciones [con] el facultativo residente en la casa de [aquí] con el fin de lograr cuantos datos prácticos me pueda él proporcionar. En cuanto a cárceles, le remito con el mismo portador tres «informes», dos de los cuales conocen ya en ésa y creo paran en poder de Pizarro, que me parecen es lo mejor que hay en la materia porque no hay nada de bellas palabras sino cosas sugeridas por la experiencia. Que busque quien las traduzca, aunque yo trato de que aquí se vayan publicando en español en el «Mensajero semanal», aunque sea poco a poco, en compendio; pero peor es nada. Encargo formalmente a Chila, in solidum con Tomás, que así que el padre Marianito y don Vicente María Rodrigo no los necesiten, me recojan los [tres] informes sobre cárceles, porque son preciosos.

He recibido con el gusto de siempre todas las de su merced hasta el 17 de septiembre por el Romulus, junto con la carta de crédito de 320 pesos.

Ya es de considerar cuánto celebraré lo mucho que llueva allá.

He recibido la negra compañerita. ¿Cómo le ha de faltar a mi madre ese golpe, pensando en que los hijos de sus entrañas habían de embarcarse [? Debo] de advertir que su merced tiene su patrón o patrona [para cada] cosa, aunque no le falte su factotum, que es el viejecito de Paula.

No crea su merced, mamaíta mía, que yo estudio de noche. Es increíble lo mucho que aquí han variado mis hábitos, y cabalmente eso es debido a mi deseo de informarme de todo. Esto me hace estudiar más la sociedad que los libros. Rara es la noche que no voy al teatro y raro es el día que no salgo a ver algo, a conversar con esta gente, porque quiero conocer bien el país.

Abrace su merced tiernamente a todos mis hermanos. Siempre mis expresiones particulares a los P.P. Díaz, a Nicolás de Cárdenas y fray Luis, a Cirilo y Pancho Ruiz, que no tengo ahora lugar de contestarles, que lo haré cuanto antes. A Rosita Acosta, mil afectos; a Antonia María, que nunca me olvido de ella. Memorias a Félix y a Grillo.

Adiós, mamaíta, de sus amantísimos hijos

Pepe

Antonio

Mil cosas a Acosta y Nené; a Pancho y Monsa [que] por Vicentico Rodrigo les escribiré, pues sale pasado [mañana].

13. A José Cecilio Silvera

Señor Cecilio Silvera, esquire. Habana.

New York, octubre 11, 828. Cecilio mío: Estoy tan de carrera, que sin más ni más continúo la relación del viaje, aunque no tan minuciosamente como lo emprendí, porque entonces sería escribir un volumen.

Número 2

Es muy divertida la navegación por el Hudson, pues sus riberas o son montañas hermosas, algunas hasta de 1 200 pies de altura, o campos cultivados, o poblaciones de trecho en trecho o casitas de pescadores; además, la multitud de barquichuelos y goletas cargadas que afluyen al gran mercado de New York por el majestuoso y apacible río, contribuyen a llevar al viajero entretenido en toda la travesía. Por otra parte, sus aguas son cristalinas y su curso es casi recto en una extensión de más de 100 millas.

A las 7 de la tarde llegamos a Albany (distante 147 millas de New York), capital del estado de New York, y notable por ser de aquí donde parte el Gran Canal del Erie, que va a parar hasta Buffalo, a la entrada del lago de aquel nombre, en una distancia de 362 millas! No es lo más notable la extensión de esta obra, la más honorífica a los americanos, sino las dificultades que ha habido que vencer en varias partes para cortarlo, como irás viendo según se me vaya presentando la ocasión.

Es de notarse igualmente en Albany la famosa dársena, que puede contener más de 300 botes con comodidad, y que costó bastante trabajo, como que está formada por una calzada de más de una milla sobre el río. Como capital del estado, se halla en Albany la Casa de Estado, donde se reúne anualmente la legislatura. Este edificio tiene lo que se necesita para su objeto y una librería de algunos 3 000 volúmenes. Población, sobre 20 000, sobre 20 escuelas, una lancasteriana para mujeres y otra para hombres, que son propiamente unas academias. Imprentas —se publican 3 diarios y 4 papeles semanales—, 4 bancos, teatro, librería pública de más de 4 000 volúmenes y 5 tiendas de libros. Olvidábaseme decir que aquí fue donde primero vi los puentes giratorios que se usan como un equivalente a los levadizos y son muy cómodos y económicos. En dando vueltas a una máquina que ahí [sic] por debajo, por medio de dos palancas fijas en el piso del puente (que es de madera) se divide éste en dos partes de corte oblicuo y queda franco el paso para las goletas del Canal, que a diferencia de los botes, llevan palos y velas: en cuanto pasa el barco, se sueltan ambos lados y queda cerrado formando un todo.

De Albany salimos al día siguiente (18 de julio).

Paremos aquí hasta otra ocasión porque quiero, aunque brevemente, contestar a las 2 tuyas de 6 y 13 del pasado. ¿Quién duda que tú eres la fuente de mis noticias? Y la prueba de ello es que a ti es a quien hago esta relación.

Al padre Leoncito, que le doy la enhorabuena y que otra vez le contestaré. Ñoño promete escribirte en otra ocasión y cumplirá su palabra. A nuestro Tomás, que en la presente there is no chance for him, pero que ésta es suya. A bien que él me tiene más lástima que don Cirilo, pues este señorito se queja siempre de falta de cartas y hasta dice sus mentirillas, como se lo probaré en escribiéndole.

Es mucho el cariño que me tiene esa niña (la Chiquita); dile que yo la quiero con ternura y que le contestaré su cartita.

¡Qué microscopio solar tan famoso he visto! Baste decir que aumenta 3.000.000 de veces. Otra ocasión s...ta19 describiré todos los objetos que vi.

Adiós, Cecilio mío, tu

Pepe


19 Roto.