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José de la Luz y Caballero

Obras

Tomo III

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9007-784-9.

ISBN ebook: 978-84-9007-484-8.

Sumario

Créditos 4

Presentación 9

La vida 9

I. Discurso pronunciado en el Seminario de san Carlos en la apertura del Curso de filosofía el 14 de septiembre de 1824 11

II. Índice razonado de algunas materias físicas 16

Advertencia 16

Preliminares 18

Porosidad, masa, volumen, compresión, rarefacción, condensación 22

Pesantez y peso de los cuerpos 22

Atracción 24

Inercia 25

Elasticidad, tenacidad, diverso estado de los cuerpos 26

Mecánica 27

Estática 29

Hidrostática 30

Del movimiento de los líquidos 30

Acústica 31

III. Exámenes generales 35

IV. Apuntaciones para el elenco de filosofía, correspondiente al presente año (21 de octubre de 1835) 64

V. Doctrinas de psicología, lógica y moral, expuestas en la clase de filosofía del Colegio de san Cristóbal 71

Advertencia 71

Operaciones mentales 72

Corrección de las operaciones 73

Talento, ingenio, juicio y buen gusto 74

Manifestación de nuestros conocimientos 76

Obstáculos de nuestros conocimientos 77

Grados de nuestros conocimientos 81

Antecedentes de la moral 82

Inclinaciones del hombre 82

Influencia de los objetos y las ideas en las pasiones 83

Luz de la razón y moralidad de las acciones 84

Virtudes 85

Relaciones del hombre con la sociedad 86

Conocimientos de nuestro criador y obligaciones respecto de él 86

VI. ELENCO DE 1839 88

Advertencia 88

Descartes 88

Sobre el método 102

VII. José de la Luz Caballero elenco de 1840 107

Kant noción de la filosofía 107

Estética 116

Moral 120

VIII. Exámenes generales del Colegio del Salvador 130

Educación primaria lectura 130

Clases universitarias 145

IX. Exámenes generales del Colegio del Salvador 149

Educación primaria 149

Clases universitarias 178

X. Exámenes generales del Colegio del Salvador 185

Advertencia 185

Educación primaria 185

XI. Exámenes generales del Colegio del Salvador 222

Educación primaria 222

XII. Exámenes del Colegio del Salvador 258

Educación primaria religión 258

Educación secundaria religión 268

XIII. Exámenes del Colegio del Salvador 286

Educación primaria 286

XIV. Exámenes del Colegio del Salvador 314

Educación primaria 314

XV. Exámenes del Colegio del Salvador 346

Educación primaria 346

XVI. Discurso en los exámenes generales del Colegio del Salvador, pronunciado el 16 de diciembre de 1858 377

XVII. Exámenes del Colegio del Salvador 393

Advertencias 393

XVIII. Exámenes del Colegio del Salvador 413

Ética 444

Elencos y discursos académicos 444

XIX. Exámenes del Colegio del Salvador 446

Educación primaria 446

XX. Dos discursos leídos en los exámenes del Colegio del Salvador 483

Advertencia 483

Libros a la carta 509

Presentación

La vida

José de la Luz y Caballero nació el 11 de julio de 1800, La Habana, Cuba y murió el 22 de junio de 1862. Fue considerado maestro por excelencia y formador de conciencias, pues engrandeció el sentido de la nacionalidad cubana. El pensamiento de José de la Luz y Caballero se centra en la importancia de ahondar en el conocimiento y la comunicación para fusionar en el hombre la verdad científica con el sentimiento de patriotismo.

Sus obras aparecieron en diarios y revistas. Alfredo Zayas se encargó de recoger, en 1890, algunas de sus obras en dos tomos bajo el título de Obras de José de la Luz y Caballero.

La mejor síntesis de su vida está resumida en este breve aforismo: «Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo».

I. Discurso pronunciado en el Seminario de san Carlos en la apertura del Curso de filosofía el 14 de septiembre de 18241 2

Felices nosotros, si logramos conciliar las profundas indagaciones con la claridad, y la verdad con la novedad.

David Hume

Considerad, caros amigos, qué sentimientos se habrán apoderado de mi espíritu, desde el momento en que me impuse el deber de venir a ocupar el mismo puesto que llenó mi ilustre y siempre apreciable maestro y predecesor, hombre que sin duda alguna lo destinó la naturaleza para ser el órgano por donde había de comunicar a la juventud sus leyes inmutables y sus profundos arcanos, dirigiéndola por el sendero de las ciencias, y enseñándole las máximas de filosofía, no como quiera por lecciones orales, sino siendo el primero en practicarlas. Sí, varón virtuoso, recibe benigno este justo desahogo de mi admiración y agradecimiento, mientras que después te tribute otro que te será más aceptable; penetrado íntimamente de mi insuficiencia, yo seguiré el camino que me has trazado, yo haré cuanto esté de mi parte para mostrarme tu digno discípulo, y con este objeto no te separaré un instante de mi memoria, ora tras faenas, ora estudiando tus obras, ora inspirando a mis discípulos aquel amor por la ciencia y la virtud que tú sabías infundir solo con tu presencia; y he aquí el homenaje más aceptable a tu modestia, que mi amor y mi gratitud y mi admiración pudieran rendirte.3

•••

Señores: El estudio de la filosofía va a ser el objeto de nuestras tareas. Demos principio a nuestra lección llorando los extravíos y errores de los hombres que en todos tiempos han asestado sus tiros contra las cosas más respetables, sin que esta filosofía, a quien tanto debe la especie humana, haya podido escaparse de sus mordaces diatribas, ni los que la cultivan sustraerse a su indignación y aún a su menosprecio. Con efecto, muchos hay que al oír pronunciar esta dulce voz filosofía, prorrumpen, como si los impulsara un santo celo, en imprecaciones contra ella, persuadidos de que las palabras filosofía e inmoralidad son sinónimas, que esta ciencia, fundamento de la moral, ha sido quien la ha echado por tierra; pero no des oído a los que así discurren; ellos merecen antes bien nuestra compasión, pues sus facultades están poseídas por aquel espíritu de prevención, enemigo irreconciliable del espíritu de análisis y de indagación.

No faltan otros, y ésos son los peores, que trasluciendo a pesar de su prevención, los frutos que cosecha el género humano en el estudio de la naturaleza, quisieran apagar de una vez, dejándolo en perfectas tinieblas, las luces brillantes que nos han de alumbrar en la senda espinosa de la vida, e impedir que caigamos en la sima del error, cuando marchamos al templo del saber. Su empeño es desacreditar a la filosofía y a los que la profesan, no perdiendo coyuntura de inculcar sus perniciosas máximas.

Yo os pido que con respecto a estos tales no hagáis otra cosa que suspender vuestro juicio, hasta que vosotros mismos, estudiando la ciencia de las ciencias, podáis graduar el valor que merecen sus principios; que nunca se diga que incurrís en esa misma prevención que los anima.

Otros hay finalmente, que se persuaden que un filósofo ha de ser un ente raro, extravagante, que se separa en todo de los usos y costumbres establecidas, teniendo un grande ahínco en distinguirse del vulgo de los hombres en sus pensamientos y acciones; ¡pero cuán errada idea es la que éstos se forman del carácter de un filósofo! que solo debe distinguirse de aquellos que siguen el error no siguiéndolo, de los que le insultan perdonándolos, de los que se entregan al vicio inmolándose por la virtud...

Triste, sin duda, os habrá parecido mi exordio, mas mi ánimo ha sido preveniros para que no os dejéis sorprender de muchos que están siempre, digámoslo así, haciendo casa de nuestro incauto candor. Consolaos, empero, al contemplar el grandioso cuadro de hombres célebres que os presente, de los que uno basta a eclipsar toda la caterva de detractores; de aquellos varones infatigables que han consagrado sus vigilias al estudio de nuestra ciencia, colmando de bienes a sus semejantes y recibiendo en justo galardón las bendiciones de sus contemporáneos y de la posteridad no siempre ingrata a sus afanes. ¡Sombra respetable del inmortal Newton, penétrame de aquel santo fervor que te animaba en el curso de tus profundas meditaciones y de tus fecundas indagaciones, comunícame un destello de inextinguible luz, para que guiado por ella emprenda en consorcio de mis discípulos la gran peregrinación de la Naturaleza!...

Sí, compañeros, empezaremos estudiando al hombre, obra maestra de su autor. Consideraremos sus facultades intelectuales, el modo de cultivarlas y corregirlas, como igualmente el origen de sus ideas, asuntos interesantes, que constituyen lo que se llama Ideología; pasaremos enseguida a estudiar las pasiones y afectos del ánimo, manantial fecundo de la ventura o desventura de los mortales, a cuyo efecto pediremos auxilios a una ciencia llamada Fisiología, que explica el modo cómo se ejercen las importantes funciones de la economía animal, puesto que es más íntima de lo que se cree la relación entre lo físico y lo moral; pasando después, como una consecuencia de lo primero, a dar reglas para moderar estas pasiones, o mejor dicho, para dirigirlas bien, que es a lo que se reduce la ciencia de los deberes del hombre para con su autor, para con los demás y para consigo mismo, o sea la Moral.

Así que hayamos conocido algún tanto las funciones que se operan dentro de nosotros mismos, saldremos a hacer nuestras excursiones por todo el vasto espacio de la naturaleza; sí, que nada hay en el mundo que no esté sujeto al resorte de la Filosofía; veremos la materia en sus elementos aparentes, y en sus infinitas modificaciones; no nos contentaremos con observar solo las cosas que se nos ofrecen fácilmente en la superficie de la tierra, sino que bajaremos a las más hondas cavernas a escudriñar sus entrañas, no dirigidos por el espíritu de la vil codicia a buscar oro y plata, sino a contemplar y analizar cuantos fenómenos presenta en su seno, siendo mil veces más apreciable para el filósofo descubrir una nueva combinación de la gran masa de que se compone el Universo, que hallar los tesoros más estimados; nos remontaremos a la región de los luminares; observaremos con la ayuda de los instrumentos, sus movimientos, sus detenciones, sus anomalías, y las leyes a que están sujetas esas moles enormes que en sus variados cursos parecen burlarse de toda ley y sujeción; al atravesar la atmósfera penetraremos la naturaleza ya bien conocida de ese fluido que mantiene nuestra vida y circunda el planeta que habitamos; la luz, ese cuerpo tan delicado y tan sutil, sin el cual sería un caos el universo, no podrá resistirse a nuestro examen: el prisma newtoniano nos pondrá de manifiesto los colores refulgentes que la componen, presentándonos en el mismo suelo que pisamos aquel arco encantador tenido hasta el siglo XVI como el precursor del buen tiempo, y hoy por lo tanto que es en sí, el lujo y ornamento de nuestra atmósfera; el rayo, el trueno amenazador, el relámpago, y hasta el terremoto, muy lejos de ser para nosotros objeto de terror, lo serán de nuestro entretenimiento, pues examinaremos cómo se producen unos fenómenos en los que ostenta la naturaleza todas sus fuerzas, y como que hace alarde de su poder sobrehumano, imitándolos con nuestras máquinas artificiales; en una palabra, todo cuanto ha creado el sabio autor del mundo será el blanco de nuestras tareas.

Por este rapidísimo e imperfecto bosquejo que acabo de trazaros de la ciencia que va a ocuparnos, podréis juzgar cuán ameno e interesante será su estudio; no lo creáis sembrado de espinas, ni que se presentan obstáculos insuperables en el camino que vamos juntos a vencer; no os negaré que todavía hay densos nublados que nos estorban ver una gran parte de este vasto campo, y que aun ha habido filósofos, como luego veréis, que con sus doctrinas han contribuido más bien a atrasar las ciencias que a adelantarlas; mas no por eso os desalentéis, porque desde el gran Descartes brilló el Sol de la verdadera filosofía para no ponerse nunca, jamás: su método inapreciable ha sido la pauta de todos los que rinden homenaje a la sabiduría, y si es cierto, como pronto experimentaréis, que un buen método es el alma de la enseñanza, no puedo menos de recomendar vivamente los preceptos de este maestro esclarecido; él nos aconseja que empecemos dudando de todo, haciéndonos cargo de que nada sabemos, y dando principio por conocer nuestra propia existencia, ir por grados internándonos en la averiguación de las cosas, marchando siempre como por escalones, a fin de no dejar vacíos en nuestros conocimientos: en este sencillo precepto se encierra todo cuanto debe hacer el filósofo.

La duda produce una desconfianza en nosotros mismos que nos despoja de toda presunción, que no hay enemigo más acérrimo del saber que ese espíritu de certidumbre, que trae en pos de sí las ideas de embrutecimiento y de ignorancia; entre nosotros, pues, reinará una entera franqueza en este punto; todos estaréis facultados a exponer vuestros pensamientos con plena libertad acerca de cualquiera materia que tratemos, con la compostura y buen orden que es consecuente a una juventud deseosa de saber, y que está persuadida de que estos establecimientos son los lugares destinados al ensayo de los papeles importantes que han de hacer en la sociedad los que se dedican a las letras.

He aquí también el único medio de conciliar las profundas indagaciones con la claridad, y la verdad con la novedad. Dichoso yo si a pesar de mi insuficiencia logro inspiraros un gusto insaciable por el estudio de la naturaleza; y mil veces dichoso si un día tengo la gloria de exclamar, penetrado de gozo y de ternura: «La suerte me proporcionó explicar a la juventud habanera las doctrinas de la filosofía, y haciéndole ver en ellas los desbarros y extravíos del entendimiento humano, he tenido frecuentes ocasiones de predicarle la tolerancia, y he alcanzado por este medio tributar un servicio, aunque corto, a la humanidad, extendiendo el culto de esta diosa de paz, deidad tutelar de los mortales». He aquí mis votos.

CERTIFICO que por decreto de esta fecha, proveído por el señor Provisor y Vicario general Gobernador de este Obispado por nombramiento del Excmo. e Iltmo. señor obispo diocesano, está nombrado don José de la Luz y Caballero, Catedrático provisional de Filosofía en el Real y Conciliar Colegio Seminario de esta ciudad, con asignación de la Junta y emolumentos de la Cátedra. Habana, nueve de septiembre de mil ochocientos veinticuatro.

Francisco María Castañeda secretario


1 El propio Luz Caballero lo denominó «mi profesión de fe filosófica». Vid. Francisco G. Del Valle, Luz como educador, pág. 28, nota (Roberto Agramonte).

2 El presente discurso se imprimió por vez primera —y creo que única hasta la fecha— en la publicación quincenal que con el título de Brisas de Cuba redactaron en La Habana Néstor Ponce de León, Fernando Valdés Aguirre y Santiago de la Huerta, en cuyo tomo K correspondiente al año de 1855, puede verse (pág. 361). José Ignacio Rodríguez lo supone pronunciado el día 4 de septiembre de 1824, habiendo sido el día 14; quizás sea errata de imprenta.

La cátedra de Filosofía que comenzó entonces a explicar Luz Caballero, la había ocupado Varela, hasta que en 1822 partió a desempeñar su cargo de diputado a cortes, quedando en su lugar como interino José Antonio Saco (Alfredo Zayas)

3 Se refiere a Félix Varela (Roberto Agramonte.)