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Introducción

1. Cómo medir las desigualdades y su evolución

2. La desigualdad capital/trabajo

3. La desigualdad de los ingresos del trabajo

4. Las herramientas de la redistribución

Referencias bibliográficas

colección

sociología y política

serie rumbos teóricos

Dirigida por Gabriel Kessler

Thomas Piketty

LA ECONOMÍA DE LAS DESIGUALDADES

Cómo implementar una redistribución justa y eficaz de la riqueza

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Piketty, Thomas

© 2015, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Este libro fue escrito y publicado por primera vez en 1997. Tuvo varias reediciones y actualizaciones desde esa fecha, especialmente para esta nueva edición (2014). Sin embargo, quiero destacar que la estructura de conjunto no se ha modificado desde 1997 y que esta obra refleja en lo esencial el estado de los conocimientos y de la documentación disponible en ese entonces. En especial, sólo de manera imperfecta toma en cuenta las investigaciones internacionales realizadas a lo largo de estos últimos quince años sobre la dinámica histórica de las desigualdades. El lector que esté interesado en una presentación detallada de estas investigaciones históricas y de las conclusiones que se puedan extraer puede remitirse a la World Top Incomes Database (disponible en línea) y a mi libro El capital en el siglo XXI.

Introducción

La cuestión de la desigualdad y la redistribución está en el centro del conflicto político. A grandes rasgos, podemos decir que tradicionalmente el conflicto central opone dos vertientes.

Por un lado, la posición liberal de derecha nos dice que sólo las fuerzas de mercado, la iniciativa individual y el crecimiento de la productividad permiten mejorar en el largo plazo los ingresos y las condiciones de vida –en especial, de los menos favorecidos–, y que por lo tanto la acción pública de redistribución, además de ser moderada, debe limitarse a herramientas que interfieran lo menos posible con ese mecanismo virtuoso; por ejemplo, el sistema integrado de retenciones y transferencias (impuesto negativo) de Milton Friedman (1962).

Por otra parte, la posición tradicional de izquierda, heredada de los teóricos socialistas decimonónicos y de la práctica sindical, nos dice que sólo las luchas sociales y políticas pueden aliviar la indigencia de los más necesitados producida por el sistema capitalista, y que la política pública de redistribución, por el contrario, debe llegar hasta la médula del proceso de producción para cuestionar la manera en que las fuerzas de mercado determinan tanto las ganancias apropiadas por los poseedores del capital como las desigualdades entre asalariados, por ejemplo, nacionalizando los medios de producción o fijando escalas salariales, y no debe limitarse a establecer impuestos que financien transferencias fiscales.

En principio, este conflicto derecha/izquierda muestra que los desacuerdos sobre la forma concreta y la oportunidad de una política pública de redistribución no se deben necesariamente a principios contradictorios de justicia social, sino antes bien a análisis contradictorios acerca de los mecanismos económicos y sociales que producen las desigualdades. De hecho, hay cierto consenso en cuanto a varios principios fundamentales de justicia social: si la desigualdad se debe, al menos en parte, a factores que los individuos no controlan, como la desigualdad de las dotaciones iniciales legadas por la familia o la buena fortuna, acerca de lo cual los individuos no son responsables, entonces es justo que el Estado trate de mejorar de la manera más eficaz la suerte de las personas menos favorecidas; es decir, de aquellas que tuvieron que lidiar con los factores no controlables menos propicios. Las teorías modernas de la justicia social expresan esta idea como “regla maximin”: la sociedad justa debe maximizar las mínimas oportunidades y condiciones de vida ofrecidas por el sistema social. Este principio fue introducido formalmente por Serge Christophe Kolm (1971) y John Rawls (1972), pero lo encontramos en formas más o menos explícitas muy anteriores, como la noción tradicional según la cual a todos se les debe garantizar derechos iguales de la manera más extensa, noción ampliamente aceptada en un nivel teórico. El verdadero conflicto se refiere a la manera más eficaz de hacer progresar en verdad las condiciones de vida de los menos favorecidos y a la extensión de los derechos que se pueden conceder a todos, más que a los principios abstractos de justicia social.

Así, sólo un análisis minucioso de los mecanismos socioeconómicos que producen la desigualdad podría otorgar su cuota de verdad a estas dos visiones extremas de la redistribución, y así tal vez sumar un aporte para implementar una redistribución más justa y eficaz. El objetivo de este libro es presentar el estado actual de los conocimientos que permiten avanzar en esta dirección.

El ejemplo de este conflicto izquierda/derecha muestra en especial la importancia de la oposición entre distintos tipos de redistribución, diferentes herramientas de la redistribución. ¿Hay que dejar que el mercado y su sistema de precios operen libremente, y conformarse con redistribuir mediante impuestos o transferencias fiscales? ¿O hay que intentar modificar en forma estructural el modo en que las fuerzas de mercado producen la desigualdad? En el lenguaje de los economistas, esta oposición corresponde a la diferencia entre redistribución pura y redistribución eficaz. La primera se adapta a las situaciones en que el equilibrio de mercado es eficaz, sí, en el sentido de Pareto; es decir, cuando es imposible reorganizar la producción y la asignación de los recursos de manera en que todo el mundo gane, pero a la vez las consideraciones de pura justicia social requieren una redistribución desde los individuos más favorecidos hacia los que lo son menos. La segunda corresponde a las situaciones en que imperfecciones del mercado requieren intervenciones directas en el proceso de producción, que simultáneamente permiten mejorar la eficacia paretiana de la asignación de los recursos y la equidad de su redistribución.

En la práctica del conflicto político contemporáneo, a menudo esta oposición entre redistribución pura y redistribución eficaz se ha confundido con la oposición entre una redistribución de amplitud moderada y una redistribución más ambiciosa. Sin embargo, este tradicional conflicto izquierda/derecha se complicó a lo largo del tiempo; por ejemplo, desde que algunos de la izquierda pregonan la instauración de un “ingreso mínimo ciudadano” [revenu minimum de citoyenneté] asignado a todos y financiado por impuestos, que, sin interferir directamente con el juego del mercado, se diferencia del impuesto negativo de Friedman sólo por su alcance. En términos generales, la cuestión de las herramientas de la redistribución no necesariamente se confunde así con la cuestión del alcance de la redistribución. Este libro intentará mostrar la conveniencia de abordar de maneras diferentes estas dos cuestiones, ya que suelen poner en juego consideraciones y respuestas distintas.

En busca de proseguir esta exploración, el capítulo 1 reseña algunos órdenes de magnitud y evoluciones históricas que caracterizan la desigualdad contemporánea, lo que permitirá detectar los principales hechos que las teorías de la desigualdad y la redistribución deben considerar. Los dos capítulos que le siguen presentan los principales análisis de los mecanismos que producen las desigualdades; insisten en el desafío político de los conflictos intelectuales que oponen a las diferentes teorías y a la vez indagan los hechos observados u observables que permiten dirimirlos. El capítulo 2 se abocará al tema de la desigualdad capital/trabajo, desigualdad fundamental que marcó profundamente el análisis de la “cuestión social” desde el siglo XIX. Más adelante, el capítulo 3 abordará la desigualdad de los ingresos del trabajo en sí mismos, aspecto que tal vez se haya vuelto central en la discusión sobre la desigualdad contemporánea, si es que no lo fue siempre. Una vez recopiladas esas doctrinas, será posible retomar y profundizar en el tema esencial, el de las condiciones y herramientas de la redistribución (capítulo 4). Se prestará particular atención a la desigualdad y redistribución en Francia, aunque la relativa escasez de datos y estudios disponibles, que contrasta llamativamente con la importancia que se otorga al desempleo o a la fractura social, por ejemplo, en el debate público de los años noventa, a veces nos obligará a contentarnos con estudios sobre otros países, en especial sobre los Estados Unidos, para explicar, confirmar o rebatir las teorías presentadas.

1. Cómo medir las desigualdades y su evolución

¿Cuáles son los órdenes de magnitud de la desigualdad contemporánea? ¿La desigualdad que separa a los pobres de los ricos en un país dado puede medirse mediante una brecha de ingresos que van de 1 a 2, de 1 a 10 o de 1 a 100? ¿Cómo comparar estas brechas con las desigualdades observadas en el tiempo y el espacio? ¿Estas brechas eran las mismas en 1950, 1900, 1800? ¿La desigualdad respecto del desempleo se convirtió en los países occidentales de la década de 1990 en la principal desigualdad?

Los distintos tipos de ingreso

¿Cuáles son las distintas fuentes de los ingresos efectivamente percibidos por los hogares? La tabla 1, desagrega los ingresos de los cerca de veinticuatro millones de hogares de residentes en Francia en 2000 en términos de salarios, ingresos de trabajadores independientes (agricultores, comerciantes, profesiones liberales, etc.), jubilaciones, otras políticas de transferencia de ingresos (asignaciones familiares, fondos de desempleo, RMI,[1] etc.) y rentas patrimoniales (dividendos, intereses, alquileres, etc.).

¿Qué nos muestra la tabla 1? En principio, el 58,8% del ingreso total de los hogares se percibe en forma de salario. Si se toma en cuenta el 5,8% correspondiente a los ingresos de los independientes, se obtienen cerca de los dos tercios del ingreso total para los ingresos llamados “de actividad”. Luego, los ingresos sociales representan más del 30% del total de ingreso de los hogares, y más de dos tercios corresponden a jubilaciones. Por último, las rentas patrimoniales de los hogares sólo representan el 5% de su ingreso total. Sin embargo, las ganancias de capital están mal informadas por los hogares en las encuestas sobre los ingresos. La contabilidad nacional, basándose en las cifras provistas por las empresas y el sistema bancario sobre los dividendos e intereses abonados, llega a una estimación alta de la parte de las ganancias del capital en el ingreso total de los hogares, en el orden del 10% (INSEE, 1996b: 26-29). Sin embargo, todas las fuentes llegan a una misma conclusión: los ingresos de actividad representan al menos seis o siete veces más dinero que los ingresos de capital percibidos por los hogares. En Europa, esta es una característica general de la distribución de ingresos en todos los países occidentales (Atkinson y otros, 1995: 101). Pese a todo, esta magnitud del 5 o del 10% subestima la importancia de la ganancia del capital para la economía y la sociedad en su conjunto, ya que una parte importante de la ganancia del capital de las empresas no se distribuye entre los hogares que las poseen (véase cap. 2).

Por supuesto, la importancia de los distintos tipos de ingresos no es la misma según se sea rico o pobre. Para distinguir los distintos grupos de ingreso, es útil emplear la noción de decil: el primer decil de una distribución, llamado D1 en la tabla 1, agrupa al 10% de los hogares que tienen el ingreso más bajo; el segundo decil, llamado D2, representa al 10% siguiente, y así sucesivamente hasta el décimo decil, llamado D10, que representa al 10% más rico. Para refinar la descripción, también podemos recurrir a la noción de centil: el primer centil agrupa al 1% más pobre, y así sucesivamente hasta el centésimo centil. Estas nociones definen subgrupos de la población –es decir, dos millones cuatrocientos mil hogares por decil y doscientos cuarenta mil hogares por centil para el caso de Francia en 2000– de los que se puede por ejemplo calcular el ingreso promedio; estas nociones no deben confundirse con la de límite de ingreso que separa dos grupos de ingreso, que se identificará con la letra P: P10 representa así el límite superior de ingreso por debajo del cual está el 10% de los hogares, P90 el límite superior por debajo del cual está el 90% de los hogares, y así sucesivamente. En la tabla 1, P90-95 representa el conjunto de los hogares situados entre el límite superior del 90º centil y el límite superior del 95º centil; es decir, la primera mitad del décimo decil, mientras que el P95-P100 representa la segunda mitad del décimo decil, es decir los cinco centiles más ricos.

Tabla 1. Los distintos tipos de ingresos percibidos por los hogares en Francia en 2000

Salarios

Independientes

Jubilaciones

Transferencias

Patrimonio

Promedio

58,8

5,8

21,3

9,5

4,6

D1

17,9

1,7

43,2

34,2

3,1

D2

30,0

2,3

44,6

20,7

2,4

D3

38,3

2,9

40,8

15,1

2,9

D4

44,3

2,7

35,7

14,3

3,1

D5

50,6

2,6

28,9

14,6

3,4

D6

58,4

3,6

22,0

12,4

3,6

D7

63,3

3,4

19,8

10,4

3,2

D8

66,5

3,3

18,7

7,6

3,9

D9

68,6

4,6

16,6

5,6

4,6

P90-P95

70,2

7,0

13,4

4,1

5,3

P95-P100

63,6

16,4

8,4

2,9

8,8

Lectura: “D1” representa al 10% de los hogares más pobres, “D2” el 10% siguiente, y así sucesivamente. “P95-P100” representa al 5% de los hogares más ricos, y “P90-95” al 5% que lo precede. Los salarios representan en promedio el 58,8% del ingreso total percibido por el conjunto de los hogares. Asismismo representan un 17,9% de los ingresos percibidos por el 10% de los hogares más pobres, un 30,0% para el 10% siguiente, y un 63,6% para el 5% más rico.

Notas: Los ingresos de los independientes incluyen renta agrícola, ganancias industriales y comerciales, y ganancias no comerciales. Las transferencias abarcan asignaciones familiares, fondos de desempleo y pensiones sociales. Las ganancias de capital percibidas por los hogares, o rentas patrimoniales de los hogares, abarcan los dividendos de acciones, intereses y alquileres. Todos los ingresos son netos (de deducciones y cargas sociales).

Fuente: Encuesta “Budget de famille 2000”, INSEE (cálculos del autor).

La tabla 1 muestra que una gran porción de los hogares de D1 son de pequeños jubilados y desempleados: los salarios que perciben representan en promedio menos del 18% de su ingreso, contra más del 80% para los ingresos sociales. La parte de los salarios en el ingreso total aumenta con el ingreso, a medida que los jubilados y desempleados se hacen más escasos, antes de volver a descender levemente para el 5% de los hogares más ricos (P95-P100); una parte importante del ingreso de estos últimos está constituida por rentas patrimoniales y, sobre todo, por ingresos de actividad no salariales. Estos ingresos de actividad no salariales tienen una naturaleza intermedia entre ingresos del trabajo y ganancias del capital, ya que remuneran a la vez el trabajo del agricultor, el médico, el comerciante y el capital invertido por estos últimos. Sin embargo, los ingresos salariales siguen representando una parte muy importante del ingreso total de los hogares muy acomodados: el 5% de los hogares más ricos recibe mucho más salarios que rentas de patrimonio, sea cual fuere la estimación adoptada. Habrá que ascender mucho más en la jerarquía de los ingresos para que los salarios dejen de ser mayoritarios (Piketty, 2001).

La desigualdad de los salarios

¿Cómo se distribuyen los salarios, que representan por mucho la fuente más importante de ingresos de los hogares? La tabla 2 describe la desigualdad de los salarios entre los asalariados de tiempo completo del sector privado en Francia en 2000; es decir, alrededor de doce millones setecientas mil personas.

Tabla 2. La desigualdad de los salarios en Francia en 2000

Salario mensual en euros

Promedio

1700

D1

890

900

P10

D2

1000

D3

1110

D4

1210

D5

1310

1400

P50

D6

1450

D7

1620

D8

1860

D9

2340

2720

P90

D10

4030

Lectura: “D1” representa el 10% de los asalariados peor remunerados, “D2” el 10% siguiente, y así sucesivamente. “P10” es el límite de salario que separa D1 y D2; “P50”, el límite de salario que separa D5 y D6; “P90”, el límite de salario que separa D9 y D10. El 10% de los asalariados peor remunerados gana menos de 900 euros por mes y en promedio 890 euros, mientras que el 10% de los mejor remunerados gana más de 2720 euros y en promedio 4030 euros.

Notas: Salarios mensuales sin premios, netos (de deducciones y cargas sociales), para los asalariados de tiempo completo del sector privado.

Fuente: DADS, INSEE (2002: 10).

El 10% de los asalariados peor remunerados perciben una suma que ronda el SMIC [salaire minimum interprofessionnel de croissance]; es decir, un salario mínimo social promedio de 890 euros netos en 2000 para D1. El salario intermedio, que se define como el salario por debajo del cual está el 50% de los asalariados, llamado P50, es de 1400 euros. Es superior al salario promedio del quinto decil de salarios, que asciende a 1310 euros, ya que el quinto decil está integrado por los asalariados que se sitúan entre P40 y P50. En especial, es inferior al salario promedio (de 1700 euros en el año 2000), ya que la segunda mitad de la distribución de los salarios está mucho más espaciada que la primera mitad, tanto que los salarios muy altos llevan al salario promedio sobre el salario intermedio. Por otro lado, el 10% de los asalariados mejor remunerados, que gana al menos 2720 euros por mes, recibe un salario promedio de 4030 euros; es decir, casi dos veces el salario promedio del 10% precedente (2340 euros).

Un indicador práctico de la desigualdad total de los salarios es la relación entre P90 y P10; es decir, entre el límite inferior del décimo decil y el límite superior del primer decil. En el caso de la desigualdad de los salarios en Francia en 2000, este indicador P90/P10 vale 2720/900, o sea 3,0: para integrar el 10% mejor remunerado, hay que ganar al menos 3 veces más que para integrar el 10% peor remunerado. No hay que confundir este indicador con la relación entre D10 y D1; es decir, entre el salario promedio del décimo decil y el salario promedio del primer decil, que por definición es siempre más elevado y que valdría aquí 4030/890, o sea 4,5: el 10% mejor remunerado en Francia gana en promedio 4,5 veces más que el 10% peor remunerado. La tabla 2 también permite calcular la parte total de la masa salarial percibida por el 10% mejor remunerado: dado que el salario promedio de D10 es 2,37 veces más elevado que el salario promedio (4030/1700 = 2,37) y que los asalariados de D10 representan por definición el 10% del número total de los asalariados, eso significa que perciben el 23,7% de la masa salarial total.

Además se emplean otros indicadores para considerar la desigualdad del conjunto de la distribución y no sólo las brechas entre los deciles extremos; por ejemplo, el coeficiente de Gini o los indicadores de Theil y de Atkinson (Morrisson, 1996: 81-96). Sin embargo, los indicadores de tipo interdecil –es decir, P90/P10, D10/D1, P80/P20, etc.– son por mucho los más simples e intuitivos. El indicador P90/P10 tiene el mérito de estar disponible de manera relativamente confiable en muchos países y, por lo tanto, se lo utilizará a menudo en este capítulo.

Para tener una visión más completa de las desigualdades de salarios, habría que tener en cuenta asimismo los salarios del sector público (Estado, administraciones locales, empresas públicas). En Francia, los 4 100 000 asalariados de tiempo completo del sector público tienen un salario promedio algo superior al del sector privado, y la dispersión de los salarios públicos es notoriamente más débil: por ejemplo, la brecha P90/P10 es de 2,6 en la función pública de Estado (INSEE, 1996D: 55).

Comparaciones internacionales

¿Esta brecha salarial (de 1 a 3, aproximadamente) entre P10 y P90 es típica de la desigualdad de los salarios tal como se presenta en todos los países? La tabla 3 proporciona el valor de la brecha P90/P10 para catorce países de la OCDE en 1990.

Tabla 3. La desigualdad de los salarios en la OCDE en 1990, medida por la ratio P90/P10

Noruega

2,0

Portugal

2,7

Suecia

2,1

Japón

2,8

Dinamarca

2,2

Francia

3,1

Holanda

2,3

Reino Unido

3,4

Bélgica

2,3

Austria

3,5

Italia

2,4

Canadá

4,4

Alemania

2,5

Estados Unidos

4,5

Lectura: En Alemania, para integrar el 10% de los asalariados mejor remunerados, hay que ganar 2,5 veces más que para integrar el 10% de los asalariados peor remunerados.

Fuente: OCDE (1993: 170-173); Katz y otros (1995: fig. 1).

Se puede ver que Francia, cuya brecha salarial era igual a 3,1 en 1990 según los datos de la OCDE, ocupa una posición intermedia entre, por un lado, Alemania y los países nórdicos –cuya brecha es, por lo general, del orden de 2,5 y puede descender hasta 2 en Noruega, 2,1 en Suecia y 2 en Dinamarca– y, por otro lado, los países anglosajones –entre los cuales la brecha P90/P10 alcanza 3,4 en el Reino Unido, 4,4 en Canadá y 4,5 en los Estados Unidos–. Para el conjunto de los países involucrados, las cifras de la tabla 3 atañen sólo a los asalariados de tiempo completo. La aclaración es importante, ya que la consideración de los asalariados a tiempo parcial –o sea 3 100 000 asalariados en Francia en 2000– lleva sistemáticamente a brechas P90/P10 más elevadas. Por ejemplo, los números de la OCDE, que en el caso particular de los Estados Unidos integran todos los salarios intermitentes o de medio tiempo, dan una brecha P90/P10 de 5,5 en 1990, mientras que esta brecha es sólo de 4,5 cuando sólo se consideran los asalariados de tiempo completo (Katz y otros, 1995: figura 1, Lefranc, 1997: tabla 1), como lo realiza la OCDE (1993: 173) para los restantes países. Las brechas P90/P10 de los salarios están todas en un rango que va desde aproximadamente 2-2,5 hasta 4,5, lo que ya es considerable para países que tienen niveles de desarrollo muy similares.

La desigualdad de los ingresos

¿Cómo se transcribe esta desigualdad de los salarios entre asalariados en términos de desigualdades de los ingresos entre hogares? La operación es compleja, ya que deben tenerse en cuenta a la vez los ingresos de actividad no salariales de los trabajadores independientes (tres millones de personas en Francia en 2000), los ingresos y transferencias sociales, las rentas patrimoniales, luego reunir los asalariados, los no asalariados y sus hijos para conformar los hogares. La tabla 4 presenta el resultado de estas operaciones para Francia en 2000.

El ingreso mensual promedio de los hogares de residentes en Francia es de 2280 euros, pero un 10% de los hogares dispone de menos de 790 euros, mientras que otro 10% gana más de 4090 euros, lo que significa una brecha P90/P10 de 5,2 que comparar con la brecha P90/P10 de 3,0 para los salarios. El 5% de los hogares más acomodados –que ganan más de 5100 euros– tiene un ingreso mensual promedio de 7270 euros.