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José Luis Blas Arroyo (dir.)

Margarita Porcar Miralles
Mónica Velando Casanova
Javier Vellón Lahoz

Sociolingüística histórica del español

Tras las huellas de la variación y el cambio lingüístico
a través de textos de inmediatez comunicativa

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Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico
Language and Society in the Hispanic World

Editado por / Edited by:

Julio Calvo Pérez (Universidad de Valencia)
Anna María Escobar (University of Illinois at Urbana-Champaign)
Luis Fernando Lara (El Colegio de México)
Francisco Moreno Fernández (Universidad de Alcalá de Henares
/ Instituto Cervantes at Harvard University)
Juan Pedro Sánchez Méndez (Université de Neuchâtel)
Armin Schwegler (University of California, Irvine)
José del Valle (The Graduate Center-CUNY)
Klaus Zimmermann (Universität Bremen)

Vol. 41

José Luis Blas Arroyo (dir.)

Margarita Porcar Miralles
Mónica Velando Casanova
Javier Vellón Lahoz

Sociolingüística histórica del español

Tras las huellas de la variación
y el cambio lingüístico a través de textos
de inmediatez comunicativa

IBEROAMERICANA - VERVUERT - 2019

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ISBN 978-84-9192-058-8 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-96456-921-9 (Vervuert)
ISBN 978-3-96456-922-6 (e-Book)

Depósito Legal: M-28403-2019

Diseño de la cubierta: Carlos Zamora

ÍNDICE

PRINCIPIOS DE LA SOCIOLINGÜÍSTICA HISTÓRICA

Capítulo 1. Aspectos teóricos y metodológicos en el estudio de la variación y el cambio lingüístico en textos de inmediatez comunicativa

HERRAMIENTAS DE LA SOCIOLINGÜÍSTICA COMPARATIVA PARA EL ESTUDIO DE LA DIACRONÍA. ASPECTOS ESTRUCTURALES

Capítulo 2. Auge y declive de una construcción truncada: la historia de deber de entre los siglos XVI y XX

Capítulo 3. La evolución de la gramática en la esfera deóntica: cinco siglos de perífrasis modales en pugna

Capítulo 4. Resistencias al cambio en el seno de la gramática: nexos adverbiales y pronominales en la evolución de las oraciones relativas de lugar

Capítulo 5. ¿Gramaticalización en marcha?: sobre el estatus de el que como relativo compuesto en la historia del español

LA DIFUSIÓN SOCIAL DE LOS CAMBIOS: ASPECTOS SOCIALES Y ESMÍSNCOS

Capítulo 6. Cambios desde abajo en la historia de la lengua: la distribución sociolectal de deber de + infinitivo en el español clásico

Capítulo 7. Variables sociolingüísticas en el español medio: un marcador en la sintaxis de los Siglos de Oro

Capítulo 8. Estabilidad y cambio en la matriz sociolingüística de la variación: sobre dos fenómenos de alternancia en el seno de las subordinadas relativas a lo largo del tiempo

Capítulo 9. La relevancia del contacto de lenguas como factor condicionante en un proceso de cambio lingüístico: la evolución de haber de + infinitivo en diversas áreas dialectales españolas

ASPECTOS IDIOLETALES Y NORMATIVOS

Capítulo 10. Perfiles idiolectales ante la variación y el cambio lingüístico en el español clásico

Capítulo 11. Deber / Deber de + infinitivo: entre la tradición gramatical y la realidad del habla

Referencias bibliográficas

Anexo (relación del corpus)

Nota sobre los autores

PRINCIPIOS DE LA SOCIOLINGÜÍSTICA HISTÓRICA

CAPÍTULO 1

ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS
EN EL ESTUDIO DE LA VARIACIÓN
Y EL CAMBIO LINGÜÍSTICO EN TEXTOS
DE INMEDIATEZ COMUNICATIVA

1. Introducción

Pese al desarrollo de la sociolingüística hispánica en las últimas décadas, no es mucho lo que sabemos acerca del modo en que numerosos fenómenos de variación estudiados en la actualidad se han configurado en épocas pretéritas de la lengua. No en vano, aunque la lingüística histórica ha dado cuenta sobradamente de la existencia en el pasado de formas diferentes (variantes) para la expresión de unos mismos contenidos funcionales o referenciales (variables), en muchos casos desconocemos si los mismos factores lingüísticos y extralingüísticos que condicionan hoy esos fenómenos de variación lo hicieron también entonces y, en caso afirmativo, cuál pudo ser su peso explicativo en cada época. Del mismo modo, poco es también lo que conocemos acerca del ritmo que han adquirido los cambios entre unos periodos y otros, no solo en términos frecuenciales, sino también —y sobre todo— en relación con esos mismos factores determinantes.

En este marco, la obra que presentamos en estas páginas supone un intento de llenar esta importante laguna en los estudios sobre el español.1 Partimos para ello de la premisa que sugiere que el conocimiento histórico resulta preceptivo para interpretar adecuadamente los procesos de variación y cambio en sincronía (Bybee, Parkins y Pagliuca 1994; Nevalainen y Kahlas-Tarkka 1999; Beal 2007), pero también del principio inverso, según el cual los hechos del presente pueden ayudarnos a explicar el pasado (Labov 1972). Bajo estos supuestos, en el desarrollo de esta investigación llevamos a cabo un estudio sistemático de los factores que han condicionado diversos hechos de variabilidad morfosintáctica a lo largo de cinco siglos en la historia del español, desde el primer español clásico (siglo XVI) hasta la primera mitad del siglo XX. Para ello, nos servimos de los principios y métodos de la sociolingüística histórica (Romaine 1982, 2005; Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003; Conde-Silvestre 2007; Hernández-Campoy y Conde-Silvestre 2012; Nevalainen 2011; McColl Millar 2012; van der Wal y Rutten 2013; Auer et al. 2015; Russi 2016), y, más concretamente, de la vertiente que atiende al análisis exhaustivo de fenómenos de microvariación lingüística.

Los principales objetivos de esta perspectiva diacrónica en el estudio de la variación y el cambio lingüístico en español implican el intento de dar respuesta a una serie de interrogantes, que están en la base de los trabajos que el lector encontrará en los capítulos que siguen. A saber:

a) ¿Persisten los mismos fenómenos de variabilidad morfosintáctica en los últimos cinco siglos?

b) ¿Pueden considerarse las formas alternantes como variantes de una misma variable lingüística?

c) ¿Son estos fenómenos la consecuencia de variación libre o idiosincrásica o, por el contrario, responden a factores de diverso tipo?

d) En caso afirmativo, ¿cuál es naturaleza de esos factores?: ¿lingüística?, ¿socioestilística?, ¿una combinación de ambas?

e) En su evolución histórica, ¿atienden los fenómenos de variación a idénticos factores condicionantes o, por el contrario, estos difieren en el tiempo?

f) ¿A qué ritmo se han producido los cambios entre unos periodos y otros?: ¿de manera abrupta?, ¿de forma suave, y como consecuencia de pequeños cambios en la gramática interna de la lengua?, ¿de ambas formas?

g) ¿Ha tenido alguna influencia el discurso normativo en la evolución de estos fenómenos de variación?

Asimismo, en el libro se abordan otras dimensiones del cambio lingüístico sobre las que la sociolingüística ha realizado aportaciones relevantes en los últimos años. Este es el caso de los perfiles sociolectales del cambio, el modo en que los individuos de un determinado corte sincrónico responden a estos cambios, o la tipología que pueden adquirir en función del modo en que avanzan por todo el espectro social.

Para alcanzar estos objetivos, la sociolingüística histórica y la lingüística de corpus se convierten en instrumentos ideales por su capacidad para la realización de estudios tanto en tiempo real como en tiempo aparente. Para ello, nos servimos de un corpus compuesto íntegramente por textos cercanos al polo de la inmediatez comunicativa (Koch y Oesterreicher 1985), especialmente cartas privadas y (en menor medida) diarios y otros documentos autobiográficos, como mejor forma de acercarnos al habla vernácula de tiempos pretéritos.

Antes de abordar todo ello en los capítulos siguientes, en lo que resta de este ofrecemos una síntesis de algunos fundamentos heurísticos sobre los que descansa una investigación sociolingüística como la presente, y que pondremos en relación con el contenido de estas páginas. Así, en el apartado 2, proponemos una síntesis de los principales avances en la interpretación del cambio lingüístico ofrecidos por la sociolingüística en las últimas décadas, y que sirven como soporte teórico a los estudios incluidos en la monografía. A continuación, en el apartado 3, abordamos los aspectos metodológicos más destacados, con especial atención al corpus sobre el que descansan los trabajos empíricos que conforman esta monografía y el método cuantitativo y comparativo utilizado en cada caso. Por último, en el apartado 4 justificamos la división temática de la obra, al tiempo que presentamos los fenómenos de variación analizados y las perspectivas bajo las que se agrupan los diferentes capítulos.

2. Aspectos teóricos en la interpretación sociolingüística del cambio lingüístico

Como ha recordado Chambers (2009: 160), el estudio del cambio lingüístico en marcha puede haberse convertido “[in] the most striking single accomplishment of contemporary linguistics”. No en vano, desde el trabajo seminal de Weinreich, Labov y Herzog (1968), con el que se da el pistoletazo de salida al paradigma sociolingüístico en la investigación de la variación y el cambio, los avances en este terreno han sido muy significativos en los últimos años. Para estos autores, el estudio en profundidad del cambio supone dar respuesta a cinco interrogantes fundamentales: a) identificar los factores universales que están detrás de la evolución lingüística; b) estudiar el periodo de transición entre unos estadios de lengua y otros; c) analizar la inserción de los cambios tanto en la matriz lingüística como social; d) considerar la evaluación de los hablantes respecto de las formas lingüística alternantes; y e) profundizar en la activación de los cambios, originados “[from both] stimuli and constraints both from society and from the structure of the language” (Weinreich, Labov y Herzog 1968: 186).

Sin embargo, hasta hace un par de décadas, apenas contábamos en la lingüística con estudios longitudinales que analizaran la evolución de ciertas variables lingüísticas en diferentes cortes históricos de una misma comunidad de habla. En este sentido, el reexamen de la pequeña población suiza de Charmey por Hermann (1929), estudiada ya a principios del siglo XX por Gauchat (1905), o los trabajos de Brink y Lund (1979) sobre el habla de Copenhague —examinados con anterioridad a mediados de siglo—, constituyen una rara excepción, hasta el nacimiento de la sociolingüística en las últimas décadas del XX. A partir de ese momento, han proliferado los estudios variacionistas de poblaciones que habían sido ya objeto de estudio quince o veinte años atrás, al tiempo que la sociolingüística histórica se ha servido de estos mismos principios para el análisis de fenómenos de variación y cambio detectados en textos de inmediatez comunicativa en tiempos más remotos. Como veremos, estos estudios han supuesto avances destacados en la comprensión del cambio lingüístico.

2.1. Principios en el análisis variacionista del cambio lingüístico

Como es sabido, el modelo variacionista pretende identificar los contextos que favorecen o, por el contrario, inhiben la elección de una determinada forma lingüística entre otras para la expresión de un mismo contenido referencial o funcional. Para ello, pone a prueba una serie de hipótesis acerca de la incidencia de ciertos entornos (lingüísticos, estilísticos y/o sociales), que interpreta como potenciales factores condicionantes en un análisis estadístico multivariante. Y todo ello basado en una serie de principios y métodos que están detrás de su particular aproximación al estudio de la variación y el cambio lingüístico.

En primer lugar, la sociolingüística parte de la hipótesis de la neutralización funcional para el estudio de la variación morfosintáctica, según la cual, al margen de las potenciales diferencias que las formas alternantes puedan mostrar en el sistema (y de las intenciones que los hablantes pueden manifestar mediante el empleo de cada una de ellas, y a las que el analista tan solo puede acceder de manera impresionista), lo cierto es que, en el discurso, los hablantes se sirven a menudo de ellas para la expresión de los mismos sentidos. Como recuerdan Poplack y Malvar (2007: 134), esta neutralización es un mecanismo fundamental en los procesos de cambio lingüístico, ya que sin la existencia de tales ‘opciones’, no habría necesidad de cambio alguno.2

Al mismo tiempo, la práctica sociolingüística implica la aceptación del principio de responsabilidad ante los datos (accountability), que, a diferencia de otras aproximaciones al cambio lingüístico, obliga al analista a examinar cuantitativamente no solo las formas que le interesan, sino también aquellas que podrían aparecer en su mismo ámbito de referencia. Y es que, como recuerda Sankoff (1990), es erróneo concluir que una forma tiene una particular asociación con un contexto determinado sin evaluar a la vez si este último puede estar también vinculado a las formas alternativas. Por ejemplificar con un hecho de variación sintáctica que será tratado en estas páginas (capítulo 2): a lo largo de la historia del español, la polaridad negativa ha representado uno de los factores más favorecedores para la selección de la perífrasis deber de + infinitivo (no deben de hablar con nadie), sin que ello signifique, en modo alguno, que en estos enunciados la perífrasis haya sido mayoritaria, ni siquiera preferente. Todo lo contrario, la forma sin preposición —deber + infinitivo— ha aventajado siempre a la variante prepositiva, incluidos en los entornos negativos. En palabras de Poplack (2011: 213), que resumen bien esta manera de ver las cosas, el variacionismo lingüístico “has the capacity to examine both the extent to which a given form, once selected, actually expresses a given function, and the extent to which it is associated with a given context. These measures need not be coterminous”.

Por otro lado, el estudio sistemático de la variación y el cambio requiere no solo el examen de las formas alternantes, sino también de los contextos en los que estas pueden desenvolverse en el discurso. De este modo, el análisis no toma exactamente las formas lingüísticas como punto de partida, sino más bien el contexto variable (envelope of variation), esto es, el ámbito de referencia más amplio en el que aquellas pueden alternar (Torres Cacoullos 2011: 151). Por ejemplo, un análisis contrastivo sobre las perífrasis modales de infinitivo con los verbos tener, haber y deber, que han pugnado por la expresión de la modalidad a lo largo de toda la historia del español, tan solo es posible cabalmente si limitamos su alcance a la esfera de lo deóntico. Como veremos en el desarrollo del capítulo 3, la mera comparación entre las frecuencias de uso de tales construcciones, sin la necesaria delimitación del contexto variable, puede ofrecer una visión imprecisa acerca de esa pugna, ya que algunas de las perífrasis entrañan valores (modales y temporales) prácticamente en exclusiva, sin la existencia, pues, de auténtica variación.

2.2. Tipos de cambio

La distinción entre diferentes tipologías del cambio lingüístico representa una de las cuestiones más debatidas e interesantes en la sociolingüística actual. Los diferentes modelos de cambio lingüístico, en los que se imbrican lo social y lo individual, fueron teorizados inicialmente por Labov (1994), y más recientemente por Sankoff y asociados (Sankoff 2006; Sankoff y Blondeau 2007). En lo que sigue, resumimos los principales caracteres de cada uno de ellos.

2.2.1. Estabilidad

Junto a esferas de la gramática que no están sometidas a variación y cuyas reglas pueden considerarse categóricas, hay otras en las que esa variación existe, pero resulta estable en el tiempo. O lo que viene a ser lo mismo: no muestran señales visibles de cambio alguno. Ello demuestra uno de los principios laboveanos, según el cual la variación es una propiedad inherente de la lengua, que preludia el cambio, pero no necesariamente lo contrario. Este es, por ejemplo, el caso de algunos fenómenos variables altamente correlacionados con factores estilísticos y sociales, y que han permanecido así durante siglos, como ciertas variables del inglés —v. gr. la variable (-ing), la elisión de dentales (t, d), la concordancia negativa (Labov 2001; Cukor-Avila 2000)—; ciertos rasgos fónicos de otras lenguas como el danés (Brink y Lund 1979), el finés (Nahkola y Saanilahti 2004) o el español —v. gr. las variantes de (s) en coda silábica (Donni de Mirande 1989; Cepeda 1995)—; o la variación morfosintáctica en el francés canadiense —variantes de cette (Daveluy 1987), presencia/ausencia de de en construcciones infinitivas (Lessard 1989), entre otros.

Estas variables dan lugar a un patrón de estratificación sociolingüística plano cuando se relacionan con la edad, de manera que los representantes de diversos grupos etarios se comportan de una manera similar en sus realizaciones. Así, durante extensos periodos en la historia de la lengua española, prácticamente hasta mediados del siglo XIX, la perífrasis haber de + infinitivo gozó de una notable estabilidad genolectal —también en relación con otros factores sociales—, como corresponde a la variante no marcada en la mayoría de los contextos modales analizados.

Por otro lado, no faltan los casos en los que una variante novedosa, que ha mostrado signos de variación generacional como correlato de un cambio lingüístico en el sentido esperable (durante un tiempo, estas variantes aparecen más frecuentemente en el habla de las generaciones jóvenes que en las más adultas), tiende a estabilizarse en un momento posterior y, por consiguiente, deja de ser sensible a las variaciones etarias. Como veremos en el capítulo 8, un desenlace de este tipo es el que afecta a la construcción artículo + que en subordinadas de relativo oblicuas en el siglo XX: a diferencia de los siglos anteriores, donde se aprecia una correlación sistemática entre la edad y la realización de la variable, en las primeras décadas del XX las diferencias se neutralizan completamente, lo que justificaría —entre otras razones— la estabilización de la variable en ese periodo.

2.2.2. El cambio generacional y la hipótesis del tiempo aparente

Los cambios de este tipo representan uno de los principales hitos de la sociolingüística, y están detrás de la teoría del tiempo aparente, según la cual es posible inferir la existencia de un cambio lingüístico en la comunidad mediante la comparación entre el comportamiento lingüístico de diferentes grupos de edad. Y, más concretamente, cuando esta comparación ofrece una distribución lineal ascendente o descendente (Labov 2001: 171). En los cambios generacionales, los individuos adquieren la frecuencia de uso de una determinada variante de sus cuidadores (padres, abuelos, niñeras, etc.). Sin embargo, esta puede incrementarse en la adolescencia (adolescent peak; Baxter y Croft 2016), lo que suele ser, precisamente, un signo de la existencia de ese cambio en marcha. Con todo, al final de esta etapa crítica, el sistema lingüístico del individuo tiende a estabilizarse hasta el punto de mantenerse prácticamente inalterado durante el resto de la vida (Lenneberg 1967). De este modo, el incremento regular en la frecuencia de uso de las formas innovadoras por parte de las sucesivas generaciones da lugar al cambio en el seno de la comunidad (Labov 1994: 84).

En suma, el cambio generacional implica la existencia de cambios (en marcha) en la sociedad, pero básicamente la estabilidad en la actuación de los individuos, una vez que estos han entrado en la primera edad adulta. Por otro lado, estos cambios suelen tener un periodo inicial en el que la mutación de las formas antiguas por las nuevas se realiza de manera lenta, para acelerarse bruscamente en su fase intermedia y volver a un estadio de mayor lentitud hacia el final de proceso, cuando las variantes novedosas prácticamente se han impuesto ya, quedando relegadas las más antiguas a contextos lingüísticos y extralingüísticos restringidos. En este punto, en el que la característica curva en S alcanza su momento culminante, se considera que el cambio se ha completado (Weinreich, Labov y Herzog 1968; Bailey 1973; Kroch 1989; Labov 1994).

Diversos trabajos en tiempo real han confirmado la hipótesis del tiempo aparente basada en estudios sincrónicos previos. A esta nómina corresponden, por ejemplo, el estudio de Fowler (1986), que reproduce el realizado previamente por Labov (1972) en varios grandes almacenes neoyorquinos; el trabajo de Trudgill (1988) sobre la labialización de /r/ en Norwich; la investigación de Paunonen (1996) sobre variantes reflexivas y no reflexivas de los posesivos en Helsinki; el estudio sobre las realizaciones posteriores de /r/ en el francés de Montreal (Sankoff, Blondeau y Charity 2001) o, en el caso del español, el proceso de lenición de /ch/ en Panamá (Cedergren 1987).

Lo mismo sucede en la sociolingüística histórica con los trabajos de Kroch y sus colaboradores (Kroch 1989; Pintzuk 1995; Kroch y Taylor 1997), a partir del modelo de las gramáticas en competencia (competing grammars) y la hipótesis del ritmo constante (constant rate). O el estudio de Raumolin-Brunberg (1996) sobre algunos cambios morfológicos en individuos de generaciones distintas de dos familias inglesas de los siglos XVI y XVII. Por su parte, Arnaud (1998) ha comprobado también la existencia de una importante gradación, compatible con el cambio generacional, en las frecuencias de uso del progresivo inglés en escritores británicos nacidos en diferentes momentos del siglo XIX. Y en el mismo sentido cabe hablar de la evolución de algunos rasgos vernáculos del inglés de Nueva Zelanda desde el siglo XIX hasta la actualidad, estudiados por Gordon y Trudgill (1999).

En el caso del español, un cambio de este tipo es el que experimenta la perífrasis tener que + infinitivo, que a partir del XIX comienza a arrebatar ámbitos de uso a la otrora estrella del firmamento modal, haber de (Blas Arroyo et al. 2013). Durante esta centuria, el cambio transcurrirá de una manera lenta y moderada, pero, a finales de siglo, y sobre todo con la entrada del XX, este se acelerará bruscamente hasta la práctica compleción del cambio al que asistimos en la actualidad.

2.2.3. Age grading

Cuando la comparación entre diversos grupos etarios exhibe patrones de distribución lineal, la hipótesis del tiempo aparente puede hacernos pensar en la existencia de un cambio lingüístico en marcha de carácter generacional. Sin embargo, no es esta la única posibilidad. De hecho, el mismo modelo de distribución puede estar relacionado con un fenómeno bien distinto, que no implica el cambio en la lengua, la cual permanece estable, sino tan solo en el habla del individuo. Es el conocido como age grading (Labov 1994: 84).3 Este tiene lugar cuando la gente utiliza la lengua de manera diferente en diversos momentos de su vida. O, como señala Wardhaugh (2002: 194): “using speech appropriate to their age group”. Además, estos cambios pueden perpetuarse en las generaciones sucesivas.

A diferencia del cambio generacional, el modelo de variación característico del age grading es curvilíneo, con picos máximos (o mínimos) en los grupos de edad intermedios (adultos entre 30 y 55 años), que en este sentido se comportan de un modo diferente a como lo hacen los grupos extremos (jóvenes y mayores), menos sometidos (en especial, los primeros) a las presiones sociales del mercado lingüístico y del estándar (Holmes 1992: 184; Labov 1994: 73; Downes 1984: 24; Cheshire 2005: 1555; Tagliamonte 2012: 46-48). Por lo general, este fenómeno de variación asociado a la edad se produce principalmente con variables lingüísticas sobre las que existe una elevada conciencia social (Labov 1994: 111-112),4 y entre las que cabe incluir algunas que irrumpen con fuerza en la comunidad de habla, pero tienen un ciclo de vida corto (Wolfram y Fasold 1974: 90), como sucede con las innovaciones léxicas o pragmático-discursivas impulsadas por los jóvenes. Estos usan a menudo más términos jergales y estigmatizados que sus padres; pero, cuando esos jóvenes se convierten en adultos, comienzan a poner freno a su empleo (Chambers 2009: 95). Sin embargo, no es infrecuente que las siguientes generaciones de jóvenes retomen los promedios de usos de quienes les precedieron, lo que asegura un ciclo de subidas y bajadas que puede perpetuarse en el tiempo.

El objetivo de dilucidar entre los procesos de variación que implican cambio y aquellos que están regidos por el age grading ha ocupado un lugar destacado en la bibliografía sociolingüística. Como recuerda Sankoff (2006: 113), solo los estudios longitudinales en tiempo real pueden ayudarnos a dilucidar entre ambos desenlaces. Así, diversos trabajos sobre el francés de Montreal entre 1971 y 1984 muestran que ciertas variables morfológicas (sustitución de on por tu, Thibault 1991) y discursivas, como los marcadores (Dubois 1992), sufren un retroceso en los hablantes jóvenes cuando pasan a edades más avanzadas (un desenlace similar para el portugués brasileño en Callou et al. 1998).

No menos interesantes que los fenómenos que afectan a niños y adolescentes son aquellos en los que se ven implicadas las generaciones adultas —especialmente, las más jóvenes entre estas— en respuesta a las presiones del mercado lingüístico (Sankoff y Laberge 1978). Por ejemplo, Wagner y Sankoff (2011) han dado cuenta de un fenómeno de este tipo en la extensión del futuro morfológico a costa del perifrástico en el francés quebequense. En este proceso se observa un fenómeno de age grading: conforme los hablantes se hacen mayores, las dos terceras partes de la muestra incrementan el uso de la variante más tradicional y prestigiosa. Ello no parece impedir la evolución del cambio que opera en la sociedad (a favor del futuro perifrástico), pero puede ralentizarlo. Como concluyen Wagner y Sankoff (2011: 275): “rather than vitiating an apparent time interpretation, these results indicate that the rate of change may be slightly overestimated if age-grading acts in a retrograde direction”.

En nuestro caso, algunas variaciones significativas en el comportamiento lingüístico de San Juan de Ávila, asceta e insigne escritor del siglo XVI, a propósito de un marcador sociolingüístico como la elisión del nexo en subordinadas completivas (creo no vendrá), podría encajar en este esquema sociolingüístico. Como veremos en el capítulo 10, el escritor abulense muestra un patrón curvilíneo muy marcado en las realizaciones de esta variante vernácula, con ascensos importantes en las etapas inicial y final de sus escritos, y un descenso no menos significativo en la intermedia, coincidente con el punto culminante de su carrera.

2.2.4. Cambios comunitarios y cambios a lo largo de la vida de los individuos

A pesar de la comprobada utilidad del cambio aparente en la explicación de numerosos cambios lingüísticos, en los últimos años la investigación sociolingüística basada en el tiempo real y el uso de investigaciones longitudinales ha comprobado que esta metodología puede calcular correctamente la dirección de los cambios, pero, al mismo tiempo, puede subestimar la velocidad e intensidad de estos.5 Por otro lado, durante décadas la bibliografía sociolingüística se ha concentrado en la investigación sobre la variación y el cambio lingüístico tomando como base la actuación de diferentes grupos sociales en función de parámetros como la edad, el sexo o género, la condición social, entre otros. El interés por el modo en que estos fenómenos se desarrollan desde una perspectiva idiolectal, esto es, en el seno del habla de los individuos, tan solo ha comenzado a despertarse en los últimos tiempos. En palabras de Labov (2003: 21), una vez más pionero en esta línea de investigación, “we need to know how adults can influence the speech of others and shift their own practices”. Y lo cierto es que, a partir de entonces, una cantidad cada vez mayor de investigaciones ha demostrado que algunas personas introducen cambios en la realización de ciertas variables lingüísticas a lo largo de su vida (cf. Kemp y Yaeger-Dror 1991; Naro y Scherre 2002; Boberg 2004; Zilles 2005; Sankoff y Blondeau 2007; entre otros).

Según Labov (1994: 84), los cambios comunitarios (comunal changes) tienen lugar cuando la mayoría de los miembros de la sociedad alteran sus frecuencias de uso de manera conjunta y simultánea, un desenlace que es más característico, por ejemplo, del cambio léxico (Boberg 2004) o de ciertas partículas discursivas como las estudiadas por Thibault y Daveluy (1989) en Montreal. Junto a este escenario, encontramos también otros en los que, sin necesidad de cambios que involucren a toda la sociedad, hallamos “individual speakers change over their lifespans in the direction of a change in progress in the rest of the community” (Sankoff 2005: 1011). Este subtipo específico de cambios, que afectan al habla de individuos concretos, se conoce con el nombre de cambio longitudinal ( longitudinal change) (Sankoff 2005: 1011), o cambio a lo largo de la vida (lifespan change) (Sankoff y Blondeau 2007: 562). La diferencia entre estos y los cambios comunitarios es, pues, más bien de enfoque: mientras que en los cambios comunitarios se pone el acento en la comunidad, en los segundos la atención se fija en el hablante. Eso sí, tanto en unos como en otros el cambio implica la existencia de inestabilidad en la variación idiolectal, a diferencia de lo que veíamos a propósito del cambio generacional, donde esta solo afecta a la sociedad, pero no al individuo.

Ahora bien, si ya Weinreich, Labov y Herzog (1968: 188) destacaban que la gramática de la comunidad de habla es más regular que la gramática de los hablantes concretos, para Baxter y Croft (2016: 129) lo mismo puede decirse a propósito del cambio: “the overall trajectory of change of a linguistic variant in a speech community appears to be more regular than the trajectories of change for individual speakers in the community”. Por otro lado, estos autores señalan que hay dos tipos principales en lo que al cambio idiolectal se refiere: por un lado, se encuentran aquellos individuos que cambian gradualmente, siguiendo para ello las tendencias medias de la comunidad; y, por otro, quienes muestran un comportamiento mucho más categórico, bien innovando drásticamente y por encima de esos promedios comunitarios, o bien no cambiando en absoluto.

Metodológicamente, una manera de evaluar la posible existencia de este tipo de cambios es la realización de estudios de panel (panel studies) en los que el investigador analiza el comportamiento lingüístico de los mismos individuos en diferentes momentos de su vida (Sankoff 2006: 113).6 Entre las ventajas de tales investigaciones figura el hecho de que no se ven afectadas por cambios demográficos que puedan transformar la población de una determinada comunidad (Cukor-Avila y Bailey 2013). Hasta la fecha, la sociolingüística sincrónica no se ha prodigado excesivamente en este tipo de trabajos, si bien existen algunos a gran escala en países como Finlandia (Sundgren 2009) o Dinamarca (Gregersen, Maegaard y Pharao 2009). En estos se ha comprobado, efectivamente, la existencia de individuos concretos que modifican la frecuencia de uso de ciertas variantes novedosas más allá del umbral de la adolescencia. Y lo mismo ocurre con otros estudios que cuentan con muestras considerablemente menores, pero cuyos resultados no son menos significativos. Así ocurre, por ejemplo, con la investigación de Sankoff (2004) sobre la existencia de cambios relevantes en la pronunciación de individuos británicos después de la adolescencia, o diversos trabajos sobre cambios fónicos (Yaeger-Dror 1996; Sankoff y Blondeau 2007), gramaticales (Blondeau 2001) y discursivos (Thibault y Daveluy 1989) en el francés canadiense entre los años setenta y noventa del pasado siglo. A modo de ejemplo, valga el caso investigado por Sankoff y Blondeau (2007) sobre la difusión en el francés de Montreal de la variante [r] posterior —de clara raigambre francesa—, un rápido cambio desde arriba en el que participan en diferente medida distintos grupos sociales, pero también algunos individuos concretos. Aunque el comportamiento de la mayoría muestra una estabilización tras superar el periodo crítico de adquisición del vernáculo, una minoría (aun así, nada desdeñable),7 modifica la frecuencia de uso de esta variante en la dirección de este cambio en marcha en el plazo de 15 años. Y aunque este cambio idiolectal sea solo un pálido reflejo de un cambio más profundo, que afecta al conjunto de la sociedad, hay que reconocer que estos “difusores de última hornada” (late adopters) desempeñan un papel instrumental en su aceleración dentro de la comunidad. En opinión de Boberg (2004: 258), “the behavior of older speakers in late adoption contributes to the speed with which an innovative feature replaces an obsolescent feature in the community as a whole. In this sense, late adoption accelerates rather than retards changes in progress”.

En la sociolingüística histórica se han llevado también a cabo algunos estudios de este tipo basados en la lengua de ciertos individuos, especialmente escritores, políticos y otros representantes de las capas altas de la sociedad. Por ejemplo, Stein (1987) analiza el rápido cambio en los afijos verbales de tercera personal (del tradicional -th al más moderno -s) en las obras de Shakespeare en torno al año 1600. Asimismo, se han estudiado algunos cambios significativos en la manera de hablar de ciertos personajes ilustres del siglo XX, como la reina Isabel II o la exprimera ministra Margaret Thatcher (apud Raumolin-Brunberg 2009: 170). Y en el mismo sentido cabe hablar de algunos trabajos de Raumolin-Brunberg (2005, 2009). En uno de ellos, a propósito de ciertas modificaciones morfológicas en la historia del inglés, esta autora descubre la existencia de patrones de cambio generacional y longitudinal (lifespan) al mismo tiempo. Así, a partir de un corpus de correspondencia privada de diez individuos entre 1570 y 1670, Raumolin- Brunberg (2005) concluye que, en el rápido cambio desde el afijo -th a -s para la marcación del sujeto de 3.ª persona de los verbos, se advierten ambos modelos. Por un lado, hay un claro cambio generacional, de tal manera que este se acelera en las cohortes de edad más jóvenes conforme avanza la centuria. Sin embargo, dentro de estas generaciones puede advertirse también cómo tales cambios afectan a los individuos de diferente manera, de tal modo que hay hablantes que progresan en el empleo de las variantes novedosas conforme se van haciendo mayores, mientras que otros no participan en absoluto de esos cambios (más detalles en Nevalainen y Raumolin-Brunberg 2003: 86-92).

Por nuestra parte, dedicamos el capítulo 10 enteramente al análisis de esta perspectiva novedosa del cambio lingüístico, mediante el estudio de los patrones de variación a lo largo de la vida de una veintena de personales ilustres de los siglos XVI y XVII. Como se verá allí, estos patrones son más complejos de lo que una hipótesis estricta sobre el cambio generacional podría hacernos pensar. De ahí que, junto a individuos que siguen las tendencias imperantes en la época que les tocó vivir, no faltan quienes se sitúan claramente por detrás en la realización de variantes vernáculas que nunca debieron de ver con buenos ojos, como representantes de las élites sociales y culturales que eran. Pese a ello, y aunque en proporciones mucho menores, no faltaron tampoco quienes destacaron por situarse claramente por encima de la media en la difusión de estas mismas variantes vernáculas.

2.3. El perfil social e idiolectal de los cambios lingüísticos

Junto a las dimensiones genolectales asociadas al cambio lingüístico que hemos reseñado en los párrafos anteriores, existen otras vinculadas a aspectos sociales que en la sociolingüística se categorizan bajo dos metáforas recurrentes. Nos referimos a la habitual distinción entre los cambios desde abajo y los cambios desde arriba.

Los primeros son, en opinión de Labov (1994: 78) “the normal type of linguistic change”, ya que suponen desarrollos internos dentro del propio sistema como consecuencia de procesos de generalización, extensión o analogía (Tagliamonte 2012: 58-59),8 y surgen de manera espontánea en sectores sociales intermedios o medio-bajos; en sus inicios, al menos, no existe plena conciencia de su significación social. Estos grupos lideran las variantes innovadoras durante las primeras fases del cambio, lo que se refleja a menudo en patrones genolectales de estratificación curvilínea.

Lo contrario sucede con los cambios desde arriba, sobre los que existe una mayor conciencia sociolingüística en sus inicios y que, por lo general —aunque esta no sea una condición imprescindible—,9 comienzan en los sectores sociales más prestigiosos, comúnmente ligados a la ideología del estándar. Por otro lado, este tipo de cambios suele implicar la importación de elementos procedentes de otros dialectos o lenguas. A diferencia, pues, de los cambios desde abajo, los cambios desde arriba funcionan a través del mecanismo de la difusión desde modelos de usos ajenos a la comunidad de habla. En consecuencia, tienen lugar de manera prototípica en las situaciones de contacto de lenguas y/o dialectos, es decir mediante la “transferencia” de unos a otros. Ello da lugar a cambios en la gramática interna, cuyos condicionantes originales se ven afectados por los nuevos modelos importados. Asimismo, en ocasiones pueden surgir como consecuencia de una reacción de las élites sociales ante cambios desde abajo previos. Como veremos más adelante, algo de este tenor es lo que se aprecia en la evolución de algunos fenómenos que tuvieron al español como protagonista en algunos periodos de su historia. Así ocurre, por ejemplo, con la omisión del nexo subordinante en las completivas dependientes de verbos doxásticos (creo vendrá), una variante que alcanzó una notable difusión en el Siglo de Oro, pero a la que comenzaron a poner freno las élites sociales y culturales a partir de la segunda mitad del siglo XVII (ver capítulo 7). Y lo mismo sucede a finales del XVIII, cuando estos mismos sectores sociales ponen coto a la difusión de la variante artículo + que en las relativas oblicuas (‘la casa en la que...’), contribuyendo probablemente a frenar la extensión de esta variante novedosa, que tan solo acabará imponiéndose en tiempos muy recientes (ver capítulo 8).

Vemos, en consecuencia, cómo el perfil sociolingüístico de los cambios suele estar relacionado con el estatus social de los hablantes. Además, ello puede influir en la incorporación a los cambios en marcha a partir de la edad adulta, a los que nos referíamos más arriba. Así, en el estudio de Sankoff y Blondeau (2007) sobre la difusión de la [r] posterior en el francés de Montreal, estas autoras han visto cómo los locutores adultos más inclinados a la adopción de este cambio desde arriba son los individuos situados en los grupos sociales más acomodados, justo lo contrario de los representantes de los grupos socioprofesionales más bajos, escasamente proclives a la adopción de las nuevas normas llegadas desde fuera.

Precisamente, una de las cuestiones que viene ocupando a la sociolingüística en los últimos tiempos es el grado de participación de los individuos ante los cambios lingüísticos en marcha. Por ejemplo, ¿es posible delimitar a los líderes de un cambio o a quienes se sitúan (deliberadamente o no) en su retaguardia, poniendo freno a su extensión? ¿Coinciden estos papeles en todos los casos o varían de unos a otros, de modo que determinados individuos pueden situarse a la vanguardia de algunos cambios y a la zaga de otros? Los datos que aportan Nevalainen, Raumolin-Brunberg y Mannila (2011) parecen apuntar a una respuesta positiva a este último interrogante. En su estudio sobre materiales del Corpus of Early English Correspondence durante un periodo de 270 años (finales del XV a finales del XVII), estas autoras llegan a la conclusión de que existen pocos individuos prototípicamente líderes o conservadores, pues la mayoría se ubica en lo que dan en llamar in-betweens, y que podríamos traducir aquí como contemporizadores, ya que siguen básicamente los modelos variacionistas imperantes en la comunidad (en el mismo sentido, veáse también Labov 2001: 437, 463, 511 y Eckert 2000: 139-141). Por nuestra parte, los datos de un estudio sobre el comportamiento lingüístico de una veintena de escritores de cartas, pertenecientes a las élites sociales y culturales de los siglos XVI y XVII, muestran cómo la mayoría aparece en el bloque conservador, ya que sus realizaciones de las variantes vernáculas se sitúan casi siempre por debajo de la media en cada etapa histórica. Sin embargo, no faltan algunos líderes de estas variantes, así como otros, de naturaleza más conformista y contemporizadora con las tendencias imperantes en la época (ver capítulo 10).

Ahora bien, no faltan tampoco los ejemplos de quienes se muestran conservadores o contemporizadores en relación con determinadas variables, al tiempo que lideran otras. Así lo indica Labov (2001) a propósito de algunas mujeres de clase trabajadora en Filadelfia, quienes se sitúan a la vanguardia de algunos cambios fonológicos, a la vez que se muestran mucho más conservadoras en relación con ciertos rasgos estigmatizados de la pronunciación. En el capítulo 10 veremos cómo pudo ser también este el caso de Santa Teresa de Jesús, quien fue una decidida prácticamente de la elisión del nexo en subordinadas completivas (creo vendrá), pero mucho menos de otras formas vernáculas de la época.

Nevalainen, Raumolin-Brunberg y Mannila (2011) manifiestan también algunas ideas interesantes acerca del momento en que surgen estos prototipos de hablantes. En su opinión, los líderes de los cambios aparecen en las fases explosivas (new and vigorous phase) e intermedias (mid-range phases), pero no en las etapas periféricas —incipientes o (casi)completadas—. En este sentido, formulan una hipótesis según la cual la participación de los hablantes en los procesos de cambio puede hallarse también en relación directa con la extensión de este último en el tiempo: cuanto mayor es esta, mayor es también el número de contemporizadores en las fases intermedias (las de más larga duración). Por el contrario, cuando el cambio se desarrolla en un espacio temporal más corto, las posibilidades de encontrar líderes lingüísticos se incrementan.

Para terminar, ¿quiénes son y en qué grupos se desenvuelven los individuos más innovadores (o conservadores)? En relación con esta pregunta, es sabido que en la sociolingüística contemporánea compiten las tesis de Milroy (1987), para quien los innovadores son, por lo general, personas con una posición marginal en sus redes sociales respectivas, y las de Labov (2001: 323-411), quien defiende que los verdaderos líderes son hablantes influyentes, que ocupan un lugar central en aquellas. En el marco de la sociolingüística histórica, Raumolin-Brunberg (2005; 2006) ha intentado llegar a un punto de encuentro entre ambas hipótesis, al concluir que las diferentes perspectivas pueden obedecer a otros tantos puntos del cambio sobre los que se centra el interés. De este modo, Milroy podría estar dando cuenta de los momentos iniciales de este, mientras que Labov pone su atención en fases más avanzadas, en las que los individuos centrales e influyentes parecen ya más decisivos. Sea como sea, concluye Raumolin-Brunberg (2009), lo más importante es comprobar que la participación en esas redes sociales y el tipo de estas condicionan la actuación de los hablantes en los cambios lingüísticos en marcha. A este respecto, esta investigadora y otras representantes del Research Unit for Variation, Contacts and Change in English de la Universidad de Helsinki han advertido, a partir de un corpus de cartas privadas del siglo XVI, la existencia de importantes diferencias en el empleo de variantes novedosas entre unos escritores y otros, incluso si estos se hallaban unidos por condicionantes sociales similares. Así, Nevalainen y Raumolin-Brunberg (2003) han comprobado la existencia de una notable diferencia en la actuación de dos hermanos mercaderes, John y Otwell Johnson, en torno a algunos cambios lingüísticos en marcha que tuvieron lugar en el inglés del siglo XVI y que, en el fondo, podrían obedecer a la participación de los hermanos en redes sociales diferentes.

2.4. Fases del cambio lingüístico

Otro de los objetivos del estudio sociolingüístico de los cambios consiste en determinar cuál es la fase en la que se sitúan estos dentro del eje temporal. Según Labov (2001), el ciclo completo de los cambios podría resumirse en las siguientes seis etapas:10

Etapa 0: Previa al cambio, en ella predomina la estabilidad.

Etapa 1: La variante novedosa se asocia a un grupo social concreto en las fases iniciales del cambio, es decir, al comienzo de la curva en S que dibuja su evolución. Tanto en este grupo como —en menor medida— en aquellos que interactúan con sus miembros se aprecia un incremento en la frecuencia de uso de tales variantes.

Etapa 2: En esta etapa se produce una especialización generolectal, de tal manera que las variantes novedosas aparecen asociadas bien a hombres, bien a mujeres, en función del prestigio que adquieren.

Etapa 3: División por géneros (gender split). Los hombres de las clases medias-bajas muestran resistencia a la adopción de formas lingüísticas que asocian con el habla femenina.

Etapa 4: En esta se produce la primera aceleración del cambio. Prototípicamente, tiene lugar a partir de la generación posterior a la de las mujeres jóvenes de la etapa 2. En ese momento, la variante innovadora experimenta un brusco aumento también entre los hombres.

Etapa 5: Nueva aceleración del cambio a partir de las siguientes generaciones.

Etapa 6: En las etapas finales del cambio (third generation approximation), si este es finalmente adoptado por la comunidad, las diferencias entre hombres y mujeres disminuyen. Sin embargo, si la variable se convierte en un marcador o un estereotipo sociolingüístico, es característica la aparición de patrones de estratificación lineal asociados a la condición social y/o el género de los hablantes.

Por otro lado, en el seno de la sociolingüística histórica debemos a Nevalainen y Raumolin-Brunberg (1996) una escala según la cual un cambio concreto puede situarse en alguno de los siguientes puntos cronológicos en función del lugar que ocupa en la curva en S que lo describe: 1) incipiente (≤15%), 2) nuevo y vigoroso (15-35%); 3) intermedio (36-65%); 4) (casi) completo (65-85%); 5) completo (≥85%). Como tendremos ocasión de comprobar, los fenómenos de variación y cambio analizados en esta obra atraviesan por varias de estas etapas en diferentes momentos del eje temporal. Así, la difusión de las construcciones prepositivas de las perífrasis con deber (deber de + infinitivo), aparece como un cambio incipiente en el primer tercio del siglo XVI, que se acelerará notablemente (etapa 2) a partir de la segunda mitad de esa centuria. Sin embargo, el cambio no progresará, de manera que hacia finales del XVII, pero sobre todo a partir del Siglo de las Luces, la variante cae en desgracia, en un proceso que se prolongará durante los siguientes dos siglos y medio (capítulo 6). Y un proceso similar se adivina en la difusión de las formas cero al comienzo de las completivas dependientes del verbo creer (creo no lo hará), cuya extensión se acelerará hasta alcanzar incluso niveles propios de la etapa 3, en los dos últimos tercios del siglo XVI, para descender significativamente a partir de la segunda mitad del XVII (capítulo 7). Por el contrario, en el seno de la modalidad deóntica, la perífrasis tener que + infinitivo muestra una extraordinaria estabilidad durante extensos periodos de la historia del español, para comenzar a dispararse —y, por tanto, sustituir a sus contrincantes, haber de y deberXXel