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DOCUMENTOS DAH




UAM


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DOCUMENTOS DAH


Interpelaciones del arte,
el diseño y la sociedad


Claudia Mosqueda Gómez






Logos UAM y Juan Pablos

Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Lerma/División de Ciencias Sociales y Humanidades
Juan Pablos Editor

México, 2018



D.R. © 2017, Claudia Mosqueda Gómez

D.R. © 2017, Universidad Autónoma Metropolitana
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Índice




•   INTRODUCCIÓN

Sobre la definición de contexto | Sobre la definición de prácticas formales | Interpelación como pensamiento productivo | Notas



•   1. Arte y diseño en la Modernidad


Primero la Modernidad | Las condiciones industrializadas en la Modernidad | Las condiciones socioculturales en la Modernidad | Ordenamiento de los discursos y prácticas del arte y el diseño | Discurso del arte | Discurso del diseño | Nombrar y ordenar: el origen del diseño en la Modernidad | La reforma de Inglaterra | La reforma en Francia | La reforma en Estados Unidos | La reforma en Alemania | La Escuela de Arte de Frankfurt | El concepto de racionalidad-funcionalidad de la Modernidad | La interpelación del arte y el diseño en la Modernidad | Notas



•   2. Arte y diseño en la Posmodernidad


Primero la Posmodernidad | Las condiciones industriales y de consumo | Las condiciones socioculturales | Los discursos formales del arte y el diseño | Discurso del arte | Discurso del diseño | El concepto de multiculturalismo en la Posmodernidad | La interpelación del diseño en la Posmodernidad | Movimientos de la educación del arte en el siglo XX | Notas



•   3. Arte y diseño en la Sociedad Global


Primero la Sociedad Global | Las condiciones tecnológico-industriales en la Sociedad Global | Las condiciones socioculturales | Acción y práctica del arte y el diseño | Discurso del arte | Discurso del diseño | El concepto de virtualidad en las prácticas del arte y el diseño | La interpelación del arte y el diseño en la Sociedad Global | Notas



•   EPÍLOGO



•   BIBLIOGRAFÍA










Tratad mi libro como un par de lentes dirigidos
hacia el exterior, y bien, si no os sirve tomad otros,
encontrad vosotros mismos vuestro aparato
que es necesariamente un aparato de combate.


M. PROUST



La escritura y la palabra que le acompaña,
constituye el medio material en el cual la filosofía
se encarna; allí es donde puede mostrar sus virtudes
ensayísticas y sus valencias literarias.
Pero esa tensión hacia el conocimiento que le es propia
está siempre en liza con la elaboración de conceptos.


E. TRÍAS



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Introducción





El arte, el diseño1 y la sociedad asisten en todo momento a una constante interpelación. Una suerte de relación que no es estática sino dinámica, porque todas las categorías que intervienen en ella están siempre perforándose, desgarrándose, trascendiéndose, actualizándose desde las convergencias y divergencias que provocan su confrontación. La interpelación entre el arte, el diseño y la sociedad no es una relación violenta; cuando se dice perforar o desgarrar en realidad se trata de un proceso productivo en que se comparten distintos elementos. Todo esto es cercano a una relación productiva en donde la reflexión de lo uno con lo otro hace que se despliegue una nueva forma de existencia o, como diría Foucault, la emergencia de una nueva subjetividad, o bien, en palabras de Castoriadis, una subjetividad autónoma. Desde esta mirada crítica, el objetivo del texto es: caracterizar las condiciones en la Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global que se interpelan con las prácticas profesionales del arte y del diseño y que sirven para revelar reflexiones singulares sobre la proximidad de su interpelación.

Pensar de este modo al arte y al diseño es confrontarlos consigo mismos y con las condiciones precisas de determinados contextos socioculturales. Se dice esto porque pensar —dice Foucault— se hace entre dos, justo en el intersticio donde los dos habitan: “pensar es inventar cada vez el entrelazamiento, lanzar cada vez una flecha” (Foucault, citado por Deleuze, 1989:152-153).

La interpelación entre el arte, el diseño y la sociedad posibilita la extracción de los objetos, discursos, prácticas no visibles, que yacen ahí ocultos en los estratos discursivos de una relación que sólo es posible cuando la construimos como una mirada reflexiva y productiva. Este juego interpretativo puede sacar a la luz aquello que es explícito e implícito, visible e invisible, de los enunciados de la pareja relacionada.

Es evidente que no se trata de una relación cronológica lineal, pues de otra manera no se podría argumentar que la interpelación de los contextos sociales y del diseño es multilineal y compleja. No se trata sólo de pensar al arte, diseño o la sociedad per se, sino a través de una serie de fuerzas que los vuelven interpelables.

El contexto sociocultural, el arte y el diseño se interpelan porque al ponerlos en relación sus límites se fisuran; entran en una relación de fuerzas que sólo saldrá a la luz al momento en que se extiendan los pliegues de la naturaleza de sus propias singularidades. Desde esta mirada no se podría pensar en la relación de lo social y el arte y el diseño de manera lineal o pasiva, sino desde una interpelación mutua y posibilitadora de un nuevo pensamiento. Desplegar la relación de los contextos y las prácticas del arte y diseño implica encontrar las fuerzas que permiten develar las fisuras: actualizar la relación en un devenir perpetuo. Un instante perpetuo que no está acabado, cerrado o clausurado, sino que es continuo y permanente porque nunca deja de haber relación entre lo social y el arte y el diseño. Pero éste es a la vez el pasado, el presente y el futuro vuelto instante, porque su despliegue es un movimiento progresivo, un instante que no cesa de reoriginarse.

La interpelación del arte, el diseño y la sociedad no es una historia o una mera caracterización social del arte y el diseño, se trata de mostrar las condiciones que permiten revelar el proceso de interpelación entre los contextos del arte y el diseño en tres diferentes rupturas socioculturales: Modernidad, Posmodernidad y Sociedad Global.

El viaje de la interpelación a través de los contextos y las prácticas del arte y del diseño siempre es disímbolo, porque las partes puestas en relación nunca poseen las mismas condiciones. Los contextos en que se desencadenan las prácticas del arte y del diseño son únicos porque suceden en circunstancias únicas y poseen un carácter singular.

El desarrollo de estas ideas se presenta como un pensamiento de frontera que reúne y configura conceptos que dan sentido a la estructura epistemológica. Se trata de construir un pensamiento original que pueda dar cuenta de un presente a partir de conceptos radicantes, móviles y dinámicos, que expresen la posible realidad de las prácticas del arte y del diseño. El planteamiento fenomenológico y epistemológico que propongo en este texto no es reductible a una sola noción teórica específica. La filosofía, sociología, hermenéutica, deconstrucción, antropología, historia, arte o el diseño son referentes teórico-metodológicos importantes a partir de los cuales se propone la configuración de conceptos ordenadores que atraviesen y radiquen por todos los resquicios, texturas, umbrales, planos y superficies de la estructura del viaje de la interpelación. Se trata de una mirada teórica intersticial que vincule el pensamiento de diferentes saberes; de buscar aquellos recovecos y hendiduras en donde se hallan los conceptos que dan la posibilidad de establecer relaciones complejas del pensamiento entre el arte, el diseño y los contextos socioculturales.

En tanto que las rupturas a las que asisten socioculturalmente el arte y el diseño no acaecen en condiciones iguales u homogéneas porque cada uno posee su propia naturaleza. Por ello, es preciso mirar a la interpelación como un artefacto conceptual y estructurador con los mecanismos precisos para enfocar la mirada comprensiva que distinga las condiciones propias de las prácticas en cada uno de estos contextos.

Se propone que la interpelación sea leída como un artefacto conceptual que funciona como un gran mecano; como un concepto móvil y dinámico con el que se puede armar, mover, poner, quitar o ensamblar las categorías (piezas móviles) de la comprensión de las prácticas del arte y diseño.

La interpelación se conduce de distintas maneras por los contextos y prácticas para buscar la comprensión de algo que se dice sobre algo. Tal comprensión implica caminar, mirar, escuchar y hacer emerger el discurso soterrado por la voz hegemónica de los discursos.

Los tres capítulos de este texto tienen la misma estructura metodológica. En cada uno de ellos se caracterizan, primero, las condiciones de los contextos socioculturales que sirvan para comprender cómo éstas se interpelan con las prácticas del arte y del diseño.

En segundo lugar, se comprenden las prácticas formales del arte y del diseño para dejar en claro los elementos que sirven a la interpelación de éstos con las condiciones del contexto sociocultural. Finalmente, la tercera parte de la estructura es el momento de la reflexión; es decir, la revelación de la emergencia y aprehensión del sentido que se presenta en el modo en que el arte y el diseño se interpelan con las condiciones socioculturales de la Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global.

Antes de desatar la comprensión de las prácticas del arte y del diseño es preciso aclarar las definiciones que dan sentido teórico a este texto. La interpelación, los contextos socioculturales y las prácticas deben ser conceptualizados desde referentes que nos permitan ir mostrando cómo viajar a través del desarrollo de estas ideas.

La interpelación es la égida de este discurso que, dispuesta en distintos niveles, muestra el camino de cómo habremos de llegar a la comprensión. En este sentido, la interpelación pone en relación crítica a los contextos socioculturales y las prácticas del arte y diseño, con la intención de expresar la comprensión y emergencia de un discurso sobre la forma en que se interpelan los contextos socioculturales de la Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global. En otras palabras y evocando a Ricoeur, se diría que sólo es posible comprenderse cuando se hace a través del Otro: “Yo me comprendo mejor cuando comprendo al otro” (Ricoeur, citado por Peñalver, 2005).

Tal narrativa no implica, de ningún modo, la comprensión de acontecimientos lineales o cronológicos. Se trata de mostrar cómo en estas tres rupturas se asiste, en todo momento, al rompimiento del orden, porque éste se violenta cuando aparece algo inesperado, algo que rompe la lógica lineal o general de la historia. La interpelación no es un caso regulatorio sino un acontecimiento que rompe y transgrede el orden legitimado.

La interpelación se entiende aquí más allá de su definición coloquial; se trataría de comprender que la interpelación es un concepto complejo en tanto que trata de una confrontación de un algo contra otro algo. La dinámica de la interpelación tiene cualidades que dejan ver la tarea de comprensión hermenéutica de las prácticas del arte y del diseño.

La interpelación es modo de relación; es decir, que si hay dos o más elementos que intervienen como una explicación para hablar algo sobre algo, se trata de una relación que establece diálogos: entonces se habla de un modo de relación que permite la emergencia de algo nuevo, de algo no sabido, no pensado hasta antes de confrontar las fuerzas que no habían sido puestas en diálogo. Es a partir de esta cualidad reflexiva que la interpelación se pone en relación y se interroga con las condiciones materiales, prácticas o procesos que intervienen en la configuración formal del arte y del diseño.

La interpelación abre senderos por los contextos y prácticas del arte y diseño para dejar ver lo que sucede en el interior del proceso intercomunicativo. El diálogo comprensivo de la interpelación reúne, en la raja de un mundo nuevo y del límite, a los contextos y a las prácticas para hacer emerger el pensamiento inédito de una relación que parece siempre ser muy obvia.

Por eso se insiste en que la interpelación es un modo de comprensión hermenéutica entre los contextos y las prácticas del arte y el diseño. La interpelación deja que el diseño y el arte se mantengan en la proximidad de las condiciones de las prácticas formales de estos saberes, los cuales se hacen a sí mismos en el devenir y diálogo de un instante perpetuo.

La interpelación atraviesa las rupturas de tres momentos históricos con condiciones socioculturales disímbolas: Modernidad, Posmodernidad y Sociedad Global para revelar cómo es que se suscita la interpelación entre el arte y el diseño con las condiciones socioculturales. La interpelación aparece como concepto radicante o viajero que adquiere más vida cuando lo asumimos como un concepto cambiante y nómada. La esencia de la interpelación está en su movimiento, su hogar es el propio camino; en su carácter de nómada abre senderos y hace visibles caminos que antes no lo eran.



SOBRE LA DEFINICIÓN DE CONTEXTO


El contexto, que es también acontecimiento, se despliega en un espacio y un tiempo, se desdobla o proyecta un devenir, una singularidad. El acontecimiento contextual puede ubicarse en un espacio tiempo sin pertenecer o ceñirse a él de manera definitiva. Las nociones de acontecimiento lo definen como una ruptura de la continuidad, de lo lineal o de lo que parece tener un orden estable o igual. Está ligado al tiempo presente porque es desde el acontecimiento que el pasado se re-vive, lo cual significa que el acontecimiento se forma como un movimiento de pensamiento que sólo tiene sentido en la dinámica del tiempo espacio.

En este sentido, las condiciones contextuales habrán de leerse como emergencia de lo oculto que sólo ocurre en un tiempo y en un espacio delimitado por la existencia de una problemática concreta. Éste es un primer nivel de comprensión donde se describen y caracterizan las condiciones socioculturales que habrán de interpelarse con el arte y el diseño. La interpelación mira las condiciones propias de cada uno de los contextos: Modernidad, Posmodernidad y Sociedad Global, de tal manera que el concepto de contexto no es un elemento puramente abstracto, sino que se hace a sí mismo respecto a las necesidades de su transitar, pues está en la naturaleza del concepto dinámico, nómada, radicante o viajero.

La interpelación se da en cada uno de los planos de los contextos. La temporalidad de cada contexto se relaciona con las condiciones epistemológicas de problemas específicos. De ahí que lo que se dice de lo que se presenta tal como se dice sea una revelación de las condiciones contextuales que se interpelarán con las prácticas del arte y del diseño.

El verdadero sentido de la interpretación de las condiciones históricas del contexto se revela por la iluminación de las ideas implícitas y explícitas. Un contexto es un acontecimiento en forma de unidad espacio-temporal en que convergen las condiciones socioculturales que dan sentido a las prácticas del arte y del diseño.

Sin duda, las condiciones de los contextos son manifestaciones sociales de órdenes y niveles diversos. En tales condiciones se encuentran las huellas que significan al devenir de las prácticas del arte y del diseño. La Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global pueden ser entendidas como formas de ruptura de la linealidad si se considera que cada una de ellas contiene las condiciones singulares, de emergencia y de constitución del discurso del arte y del diseño. El procedimiento para comprenderlas es: acercarse-desordenar-leer-escuchar-reordenar y comprender todo cuanto acontece en el contexto, como podrían ser las condiciones emergentes, industriales y socioculturales, educativas, institucionales de cualquier orden o naturaleza.

La característica sustancial de la Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global está en el retorno no de una narrativa histórica gruesa o general, sino una lectura comprensiva que haga emerger o resonar enunciados ocultos, olvidados o desapercibidos de las estructuras internas de las condiciones contextuales.

Históricamente, existe una continuidad innegable en cada uno de los contextos. Parece que a la Modernidad le procede la Posmodernidad y a ésta el desarrollo de la Sociedad Global; sin embargo, esta aparente consecución no obedece a una estricta continuidad histórica porque entre cada una hay rupturas, acontecimientos, revoluciones o coyunturas que rompen la aparente lógica lineal de la continuidad histórica.

Los contextos de Modernidad, Posmodernidad y Sociedad Global son rupturas que nunca van a ser iguales; no pueden ser iguales porque se ha insistido mucho en que la naturaleza contextual de cada una de ellas es disímbola, porque cada una de éstas son temporalidades históricas que responden a algo: dicen algo acerca de algo.

Cada uno de los contextos se caracteriza porque genera rupturas que conllevan la modificación profunda de las estructuras sociales. La Modernidad rompe con el orden de la sociedad tradicional, la Posmodernidad rompe con la estructura de valores de la Modernidad, y la Sociedad Global marca diferencias cualitativas fundamentales con la Posmodernidad, dado el desarrollo científico y tecnológico que la caracteriza.

Los cambios en los órdenes sociales efectuados por las rupturas reconfiguran la estructura y dinámica del movimiento de las características de cada contexto haciendo emerger otras formas de regulación: formas de gobierno, modos y procesos de producción, relaciones laborales, condiciones económicas, laborales y consumo cultural, artístico o educativo.



SOBRE LA DEFINICIÓN DE PRÁCTICAS FORMALES


La Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global exaltan la singularidad de las prácticas del arte y del diseño sin que exista una regla de orden única en la formación discursiva de su saber. Sin el afán y con el cuidado de no caer en una narración cronológica, se atiende a mostrar los modos en que se ha ordenado, objetivado y especificado el saber hacer del arte y del diseño formal en estos contextos. Las prácticas en cada uno de los contextos revelan su propia formación discursiva y su lenguaje formal.

Para definir el concepto de práctica recuperamos la postura filosófica de Rouse (2001), quien reconoce que el saber de una práctica puede notarse como el mediador de un “entramado” de compromisos, modelos, habilidades, instrumentos, discursos, lenguajes, estilos, materiales estandarizados y fenómenos hechos por la acción de los agentes de un saber, en nuestro caso los artistas y diseñadores.

Una práctica profesional es una correlación discursiva entre el dominio de un conocimiento y las relaciones de poder que éste ejerce. Aun cuando es un rasgo general en las prácticas, se puede argumentar que, en términos generales, no todas las prácticas profesionales son iguales, porque la composición de sus relaciones discursivas tiene una densidad y textura disímbola; es decir, que las relaciones de poder y saber determinan su composición discursiva interna, el ethos de su estructura y su propia posición intersticial en el mundo de lo social. Una definición generalizada de práctica profesional puede exponerse como sigue:

Se puede argumentar, de manera general, que todas las prácticas poseen elementos comunes que aquí se denominan estratos. Dichos estratos pueden entenderse como los conjuntos de características relacionales comunes y afinidades discursivas que constituyen la formación integral de una práctica. Los estratos que aquí se identifican de modo particular pueden ser: la teoría-práctica, el saber hacer, la acción colectiva de los agentes que constituyen su saber y las relaciones de poder.

Todas estas características se manifiestan como modos particulares de relación dentro de cualquier práctica o saber formal. Se habla de modos porque cada saber o práctica tiene formas categoriales de ejercer su acción en una red extendida de relaciones que dan identidad a su saber discursivo.

De esta manera, una práctica no se comprende al margen, ni como una acción neutral de lo social, sino como una acción que en todo momento modifica la forma de construir y ver el mundo; al mismo tiempo, esa acción construida por su propio saber hacer la reconfigura.

La discusión se refiere a que la práctica profesional es una forma de acontecer, de actuar en el mundo de lo social y del conocimiento. La práctica profesional no está al margen de la estructura social, no se trata de una estructura neutra pero sí intersticial, porque vincula mundos desde su permanente accionar. Las prácticas profesionales producen representaciones del mundo mediante su acción artística o intelectual. Tienen una doble vertiente ya que pueden generar formas de mirar el mundo y, al mismo tiempo, inciden en las representaciones que ellas mismas generan.

Al situarse la práctica como un espacio en la estructura social, se fija un lugar en el mundo de las prácticas desde las cuales forma su propio referente para conectarse con él, para constituirlo y construirse. La práctica profesional no puede ser neutra porque es una acción que siempre está modificándose a sí misma y al mundo en el que su acción se circunscribe. La práctica profesional es una ventana al mundo de los referentes sociales que la han creado, es una ventana que se conecta con el mundo de los que ella misma produce para el mundo y para sí misma.

Toda práctica profesional ejecuta su propio saber hacer. La manifestación del saber hacer en la práctica profesional se revela como una habilidad que puede ser adquirida mediante una acción reiterada. El saber hacer es una habilidad práctica. Es una acción ejecutada por un agente profesional que pone en operación las habilidades teórico-prácticas en contextos útiles.

El saber hacer no distingue conocimientos teóricos o prácticos porque ambos son parte de la acción intelectual, creadora y artística. Tampoco hay una distinción del saber tradicional o empírico, pues este saber es la manifestación primaria que ya ha sido incorporada en el saber hacer. Este saber responde a una serie de acciones normadas implícitas o explícitas. El saber hacer se trata de una serie de

[…] acciones bajo las cuales subyacen, además de las normas explícitas, determinadas normas implícitas, algunas de las cuales pueden no ser explicitables, porque lograr adquirir una habilidad o destreza para hacer algo requiere llevar a cabo ese algo repitiendo una y otra vez el intento por implementarlo, y para lo cual no basta con el “saber” explícito (King, 2008:78).

El saber hacer es un conocimiento objetivado, formalizado o normado. La emergencia de su formación responde a una simultaneidad de procesos, de ordenamientos y a una sistematización de enunciados conceptuales por los que se declara su existencia.

El advenimiento del saber hacer da lugar al ordenamiento de las irregularidades, pone en funcionamiento un discurso que encarna competencias, habilidades y técnicas para la ejecución correcta o no de las habilidades. Es una suerte de conocimiento construido en la experiencia cotidiana, en la que sólo mediante la observación atenta de un aprendiz a la forma en que lo hace un experto y mediante el intento reiterado de la acción, es posible lograr o producir algo. Pero el saber hacer también se interconecta, en todo momento, con el poder. La comunidad social-epistémica que suscribe la acción intelectual de un saber hacer está facultada para premiar a sus agentes profesionales competentes.



INTERPELACIÓN COMO PENSAMIENTO PRODUCTIVO


La Modernidad, la Posmodernidad y la Sociedad Global portan las huellas que confieren singularidad a las prácticas del arte y del diseño en cada contexto. No se trata de revisar la linealidad del acaecimiento de las prácticas, sino de poner en relieve las condiciones discursivas que las hacen singulares. De ahí que se insista en que este trabajo no sea una narración de eventos o cronologías, sino la puesta en escena de singularidades emergidas a través de rupturas, acontecimientos que dan sentido al arte y al diseño como prácticas profesionales.

Este texto no se propone narrar la legitimidad de datos porque éstos se interponen con la visibilidad del carácter singular de las prácticas del arte y del diseño: la lógica interpelativa como modo de singularidad es una acción generadora de pensamiento autónomo. Éste se despliega en la formación de su propia estructura arquitectónica por la emergencia de lo que es des-ocultado, visible. La interpelación, en tanto forma de pensamiento singular, reúne, separa e interconecta elementos de los contextos socioculturales, de las prácticas del arte o del diseño para ayudar a explicarse uno con otro; es en esa confrontación que los procesos alcanzan una singularidad.

Se dice que es singular porque se pone en confrontación a las formaciones discursivas de la práctica del arte y del diseño con las condiciones contextuales en que acaecen; de este modo, se deja ver que la formación de la práctica del diseño de uno y otro contexto poseen singularidades distintas, formaciones únicas, capaces de distinguirse, determinarse y mostrar sus cualidades entre ellas.

La singularidad de las prácticas del arte y del diseño es entendida como la emergencia de un pensamiento nuevo a partir del despliegue de los procesos relacionados. La singularidad es lo nuevo, lo inédito, lo único, lo distinto, es una suerte de pensamiento emancipado.

En la idea psicoanalítica de Castoriadis (1999) se asume que se trata de procesos que no están llevados a enfrentarse porque sí, sino que es una relación lúcida; están conectados entre ellos por medio de sus instituciones, prácticas, sujetos, enunciados, textos y contextos.

La idea de la singularidad no trata de hacer una historia de las prácticas del arte y del diseño, sino de mostrar su aparecer como lenguajes singulares, de revelar cómo son iluminados con un rayo de luz que no dejaba ver las fisuras, las ausencias, las excesivas presencias que estaban ahí pero que pasaban desapercibidas y que, de no ser por la luz que ilumina, no se volverían asibles e interpretables ante los ojos de quien las mira e interpreta. La interpelación también es la potencialidad de una formación que no cesa de moverse en lo continuo de su pliegue.

La interpelación revela el modo en que aparece la singularidad de las prácticas del arte y el diseño, toda vez que se han establecido entrecruzamientos complejos entre las condiciones materiales de los contextos específicos. Así, la interpelación sólo existe en el momento en que las categorías se confrontan, porque es en la reunión de éstas que la interpelación se revela. Es una apertura que acontece a la interpelación, la cual existe como un desocultamiento y es sólo en el entrecruzamiento de las categorías de análisis que la singularidad de su existencia se hace presente.

Desde estas ideas generales e introductorias, el lector se dará cuenta de que la interpelación en cada ambiente acaece de modos distintos, únicos y singulares. En la Modernidad asistiremos a una lectura de la interpelación como paradoja de la Modernidad. En la Posmodernidad veremos cómo la interpelación se presenta de un modo apoteósico porque logra establecer relaciones profundas y cercanas con la multiculturalidad de su época y, finalmente, la interpelación en la Sociedad Global se revela como una bifurcación entre las prácticas del arte y del diseño: hay una separación entre la formalidad de las prácticas y su diálogo lento y con su contexto. Podemos suponer que la interpelación es el inicio de un viaje conducido por Hermes a través de los contextos y las prácticas del arte y del diseño. Un viaje entreverado en el que el lector se abre paso en la lectura misma, poniendo en relieve todo cuanto comprende de una interpelación que siempre es disímbola, porque en el andar de cada lector, quien emprende este viaje es desplegado por la naturaleza singular de la significación de la lectura que también lo interpela. * * *



NOTAS


1 Es preciso advertir que durante el desarrollo de las ideas de este texto se hacen repetidas menciones al arte y al diseño. Sin embargo, cuando se hace referencia al arte sólo delimitamos el arte plástico. Respecto del diseño no se habla de todas las ramas de especialización sino del diseño de comunicación gráfico o visual.


Hoja blanca

1. Arte y diseño en la Modernidad

Dibujo 1








Hermes que con múltiples modos de ser aparecer
en el mundo se revela a sí mismo como un
SER que
habita en los resquicios de todo cuanto conduce,
guía, conecta y comunica: interpela.


CLAUDIA MOSQUEDA GÓMEZ



El objetivo que este capítulo se plantea es caracterizar cómo las condiciones de la Modernidad que se interpelan con las prácticas profesionales del arte y del diseño permiten revelar nuevas reflexiones singulares sobre la proximidad de su relación.

Para el cumplimiento de este propósito es preciso estructurar este capítulo en tres grandes apartados. La Modernidad y sus condiciones industriales y socioculturales, los discursos formales del arte y del diseño y la interpelación del arte y del diseño a partir del concepto de la racionalidad-funcionalidad de la Modernidad.

Para tal efecto es preciso iniciar por describir qué es la Modernidad; exponer el concepto de Modernidad con la intención de dejar claro que no se trata sólo de un proceso civilizatorio, sino también de una categoría de pensamiento que conceptualmente caracterizará un momento histórico. La Modernidad será descrita desde las condiciones industriales y los procesos socioculturales que impactan la producción de la obra de arte y del diseño, los cuales, al mismo tiempo, son materia esencial para dar cuenta del modo en que éstos se interpelan. El concepto de racionalidad-funcionalidad que aparece al final del capítulo, revela cómo las condiciones industriales, socioculturales, del arte y del diseño se interpelan paradójicamente, siguen una dinámica que racionaliza los procesos de creación en el arte, porque marca una separación importante entre el arte de vanguardias y el arte utilitario que dará sentido funcional y contextual al diseño de objetos, obras gráficas o visuales.



PRIMERO LA MODERNIDAD


La acepción más común de Modernidad proviene de la idea de lo moderno como lo nuevo, lo que siempre se presenta como lo actual, como un torrente incesante de novedades que hace perecer a lo antiguo como supuesto. La Modernidad se separa de la tradición predominante. Lo moderno de la Modernidad parece mirar siempre a lo nuevo. Se trata de una novedad porque siempre distingue lo anterior de lo posterior. “Moderno”, en latín, hace referencia sencillamente a “ahora” o “el tiempo del ahora”. “La palabra modernización y modernidad han sido degradadas hasta convertirlas en conceptos de moda con los cuales es posible pensar cualquier cosa. El concepto de modernidad queda limitado a condiciones puramente económicas y técnicas” (Jameson, 2004:19).

Roa (1995) dice que la palabra “moderno” deriva de la voz modo, y modo o nada es lo que está de paso, a la espera de la aparición de algo todavía más nuevo y así hasta el infinito: “Pudiéramos decir, recordando a Heidegger, que el hombre moderno vive devorado por el afán de novedades” (Roa, 1995:23). La Modernidad se origina por un proceso de diferenciación y delimitación frente al pasado, frente a aquello que se denominaba sociedad tradicional; en efecto, una de las dimensiones ineludibles del concepto de la Modernidad fue la modernización (posterior a la Segunda Guerra Mundial). “La Modernidad siempre tuvo que ver algo con la tecnología y por eso en definitiva con el progreso. Pero la Primera Guerra Mundial aplicó un golpe muy severo a las ideologías del progreso, en especial a las relacionadas con la tecnología” (Jameson, 2004:18).

La Modernidad deviene de la demolición del orden de la sociedad tradicional ya insostenible frente al inminente desarrollo industrializado de ésta. Durante el siglo XIX la modernización creó la imagen de una sociedad industrial disolviendo a la sociedad estamental agraria. En las sociedades tradicionales Dios era el observador, mientras que en la sociedad moderna es la razón del hombre. La Modernidad es un proyecto civilizador de Occidente que funda su existencia en el dominio de la racionalidad y la democracia.

El tránsito de la sociedad tradicional a la moderna es un proceso revolucionario complejo que pasa por los cambios del pensamiento científico, los procesos industriales de producción y los cambios ideológicos propiciados por las revoluciones de independencia política de los primeros Estados-nación. La sociedad tradicional está asociada al periodo medieval, mientras que la Modernidad tiene su advenimiento en la razón ilustrada. La Ilustración se caracterizó por ser una tendencia de pensamiento y literatura en la Europa del siglo XVIII. Este periodo histórico fue denominado Ilustración aludiendo a una nueva era que debía ser “iluminada” por la razón, por la ciencia. El nuevo pensamiento devenido del oscurantismo representa una nueva edad de la razón; en términos de Kuhn, este periodo histórico puede ser visto como un cambio de paradigma del pensamiento humano. La revolución científica, dice Kuhn, es un episodio de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible. Los esquemas de pensamiento dentro de la Ilustración representan el ordenamiento y la formalización del conocimiento. Los pensadores que anteceden a este periodo (siglo XVII) marcan precedentes en el devenir del pensamiento científico.

A finales del siglo XVIII, Kant definió la Ilustración como la emancipación de la conciencia humana del estado de ignorancia y error por medio del conocimiento. El sedimentado de la Modernidad desmantela la posibilidad de conservar el orden de la sociedad tradicional que más que nunca se mostró obsoleto e ineficaz frente a los nuevos cambios. De este modo, la Modernidad se entrona como un proyecto civilizatorio frente al viejo orden de la sociedad tradicional. La consolidación de la Modernidad se manifiesta por acontecimientos que marcan su ruptura con la sociedad tradicional: la revolución científica del siglo XVII, la Revolución industrial del siglo XVIII, las revoluciones de independencia que dieron origen a Estados Unidos y la Revolución francesa, también en el siglo XVIII.

Un momento clave en el apogeo del proyecto de la Modernidad fue el término de la Edad Media; en el Renacimiento se dan grandes cambios técnicos, científicos y políticos que suponían al mismo tiempo, un juego de signos, de costumbres y de cultura que va sedimentando una nueva estructura social [que] habría que añadir a esto la célebre querella entre “ancient et modernes” que recorre toda esta época, originando una ley del progreso del espíritu humano hasta llegar a mediados del siglo XVIII y XIX […]. Un hecho trascendental será la Revolución francesa de 1789 que pone en pie al Estado moderno, centralizado y democrático […] el continuo e inseparable progreso de las ciencias y de las técnicas que se hace de grandes cambios en el campo de la producción (Urdanibia, 1999:45).

La sociedad tradicional es un tipo de sociedad con un modo de producción primordialmente agrario con una división del trabajo en la que la diferenciación social es baja. La sociedad tradicional, a diferencia de la moderna, reduce las posibilidades de diferenciación social porque el linaje se hereda. El orden de la sociedad tradicional imposibilita a los esclavos a ascender en la escala social: el orden tradicional es una estructura social rígida, sin posibilidad de movilidad social. El régimen típico de este periodo se caracteriza por relaciones de vasallaje: la nobleza, el clero y el ejército. Giddens numera estructuras acarreadas por los efectos de la Modernidad en el entendido que articula dos niveles de análisis: los sujetos y las estructuras.

Cada uno de estos acontecimientos desata cambios de orden en las estructuras de la sociedad tradicional. La Razón es el triunfo y máximo valor de la Modernidad. Bajo la égida industrial se observan cambios en la división social del trabajo.

La sociedad tradicional no tiene sentido, ni apoyo en sí misma, se sobrepasa a sí misma (se autoexcede). Ha perdido toda referencia con el viejo orden y no ha encontrado uno nuevo. El nuevo orden significa no sólo que la sociedad se diferencia del pasado, sino que se diferencia a sí misma en subsistemas (Beriain, 1996:11).

El máximo desarrollo de la Modernidad se refleja en el reconocimiento de la burguesía como clase hegemónica; las democracias como el gobierno ideal que procura la libertad e igualdad de los ciudadanos, quienes han consensuado y delegado su representación a los gobiernos parlamentarios; el mercado capitalista; la razón aplicada a la constitución de los Estados-nación. Los valores máximos de la Modernidad la conducen a la autoliquidación, a la que también se refieren Adorno y Horkheimer.

La vida común en la sociedad se normativiza y estandariza en torno a la familia nuclear […] se trata de una sociedad centrada en el trabajo; […] la ciencia en la sociedad industrial de la Modernidad se enfrenta a una duda metódica. Por una parte en relación a los fundamentos, aplicaciones y consecuencias de las aplicaciones y consecuencias de las aplicaciones científicas que generan efectos no deseados en el juego entre posibilidades y riesgos. La ciencia ha perdido su inocencia. […] La sociedad se ha institucionalizado en formas de democracia parlamentaria (Giddens, Luhmann et al., 1996:14-15).

Con el advenimiento de la Modernidad se fragua una serie de cambios en la estructura económica, social, política o educativa que desarticulan los modos en que se producían las relaciones en el orden de la estructura tradicional. El reacomodo del orden social moderno se relaciona con la transformación de la producción económica, que de agraria pasó a industrial; esto provocó que la división del trabajo se hiciera más compleja y especializada. La estratificación social se dinamizó al diversificarse las clases y abolir los linajes como posición social estable, rígida y única. Debido a estas transformaciones, la vida política transitó a gobiernos democráticos, burocracias y al ejército como monopolio del nuevo Estado. La educación adquirió tendencias a la formalización y se democratizó la vida escolar, a la vez que se hizo más compleja al configurarse en diferentes niveles y especialidades en la formación.

En términos de Giddens, Bauman, Beck y Luhmann (1996), la Modernidad debe ser entendida desde su naturaleza institucional. Se trata de un orden postradicional. “La Modernidad se sustenta sobre una infraestructura imaginaria, la expansión ilimitada del dominio racional que funge como racionalización de la voluntad de dominio” (Beriain, 1996:12). Por otra parte, Wagner (1997) piensa que para revisar la transición de la sociedad tradicional a la moderna se pueden ubicar elementos específicos: la revolución científica, la industrial y la burguesa.

Foucault, Koselleck, Habermas y Lepenies señalan que el paso de la Modernidad se inicia en el curso del siglo XIX. El proyecto de la Modernidad representa una ruptura discursiva que estableció las ideas modernas como significados imaginarios para los individuos y las sociedades, e instituyó así nuevos temas y conflictos sociales y políticos.

La Modernidad significa la autorrealización de cada sujeto concreto. Los valores de la Modernidad se alcanzan por medio de acuerdos colectivos. El proyecto de la Modernidad conecta y vincula la autonomía individual al resultado social. Es decir, se trata de identificar y diferenciar las racionalidades de los actores; se trata de conciliar la autonomía individual con sus Otros. La Modernidad representa el triunfo de la racionalidad (Gray, citado por Outlaw, 2001:39-41).

El surgimiento de la Modernidad encarna antinomias que desenmascaran los límites de su lógica; en otras palabras, la paradoja de la Modernidad consiste en que es ella misma la que entraña las condiciones de su destrucción. Wagner (1997) piensa que la Modernidad está fundada en un doble discurso, en paradojas que son irresolubles y que a la postre reflejan el ocaso de la Modernidad: la libertad y el sometimiento. El discurso de libertad es una reclamación de independencia, autodeterminación emancipación del conocimiento, de las actividades económicas, de las revoluciones políticas. Aquí ya no hay una supeditación a un Estado absolutista; el derecho humano se vuelve fundamental, así como la fundamentación para su ejercicio. El discurso de sometimiento no ha dejado una vía enteramente libre a una hegemonía nueva e imperturbada del discurso de libertad; frente a la ambigüedad y ambivalencia prevalecen las ganancias de la libertad frente a las pérdidas por adaptación.

La ambivalencia está asociada con lo que Habermas (2008) argumentaba, a la capacidad de rendimiento de las instituciones modernas y la aceptación de su irreversibilidad histórica, al mismo tiempo que se reconocen los efectos represores de la libertad. Así, la libertad y sujeción que opera en la Modernidad está dada por una conciliación de todos estos elementos frente a las instituciones.

Por esta razón, las instituciones actúan abriendo posibilidades y, a la vez, limitándolas. Estos planteamientos críticos también se ilustran desde la perspectiva teórica del concepto de racionalidad de la Modernidad respecto a fines, de Max Weber (1993), presente en el pensamiento de Adorno y Horkheimer. El diagnóstico weberiano sobre el desencantamiento del mundo fue aceptado por aquellos pensadores que concedieron que la Ilustración era un proceso progresivo e irreversible de la racionalización moderna en todas las esferas de la vida social, proceso que comporta, a la vez, la progresiva funcionalización e instrumentalización de la Razón como fuerzas disímbolas que desequilibran su sustancia y la encaminan a la pérdida de sentido y libertad.

Weber (1993) dice que la racionalidad es determinada por expectativas en el comportamiento, tanto de objetos del mundo exterior como de otros hombres, y que utiliza esas expectativas “como condiciones o medios” para el logro de fines propios racionalmente sopesados y perseguidos. “Este tipo de racionalidad está sustentada en la manera en que los sujetos sociales adecúan los medios para el logro de los fines” (Weber, 1993). Se trata de una acción que se orienta de manera equilibrada entre los medios, los fines y las consecuencias e implicaciones que éstos conlleven.

La racionalidad weberiana se explica como una racionalidad equilibrada en la que se tiene que sopesar y ponderar el empleo de los medios y los fines. Esta acción social implica un sentido de responsabilidad, pues dependerá del equilibrio o no del sentido humano la adecuación de los medios al fin. A partir del planteamiento weberiano, Horkheimer argumenta que la racionalidad de la Modernidad se ha escindido, desequilibrado y pervertido: la Razón se ha vuelto instrumental. Horkheimer, a diferencia de Weber, reconoce que el progreso racional es irrefrenable pero que no por ello hay que caer en la resignación, el hecho de que no haya marcha atrás es parte de su acontecimiento. Horkheimer no acepta la resignación del destino de Occidente, tal y como Weber lo hizo asumiendo su desencantamiento del mundo.

La adecuación de los medios al fin y el pensamiento como función economizadora de trabajo es el instrumento que sustenta la existencia de la Razón; de ahí que la instrumentalización de la Razón de la Modernidad se desustancialice, se aleje, degrade y pervierta de sus propósitos originales, que olvide la existencia de su sustancia y se torne en destrucción y desesperanza en la Modernidad. La crítica de la razón instrumental de Horkheimer es la denuncia de la lógica de la dominación que conlleva a la perversión de la misma. Dicha lógica existe en la medida en que la Razón se desustancializa porque se reduce a las leyes de la dominación, en tanto donde subyace establece los mecanismos para garantizar su autoconservación, y es en esa condición donde subyace su propia autoliquidación.

El ocaso de la Modernidad es más evidente en “las contradicciones denunciadas por los críticos (Marx, Freud, Simmel) de este proceso de civilización y su plasmación en la sociedad real a través de la injusticia social, la opresión económica, las guerras y la corrupción reflejan el fracaso de los valores, normas, formas organizativas e ideas que habían alimentado la cultura occidental” (Picó, 1999:15). En un sentido más propositivo, Vattimo y Beriain (1999) dirían que, para acabar con estos sentimientos y la tiranía que conlleva la Modernidad, hay que abandonar el pensamiento de la objetividad, el fundamento y el pensamiento objetivante y en su lugar fortalecer la presencia del sujeto. “Hay que someter a una cura de adelgazamiento al sujeto, a fin de que pueda brotar un pensamiento auroral, de la mañana (Nietzsche), que lleve consigo la fruición, el goce de lo permanentemente nuevo, inaugural, que nos devela la riqueza inagotable de la profundidad de la vida” (Vattimo, citado por Mardones, 1999:26).

En un orden distinto, será la Posmodernidad la que se proponga como una lectura terapéutica de la Modernidad. Por tanto, no trata de hacer tabula rasa de la historia. Lo que propondrá la Posmodernidad es pensar de otro modo el decurso de la historia atravesando productivamente lo que ya se ha dicho en la Modernidad.



Las condiciones industrializadas en la Modernidad


La Modernidad es un proceso social complejo porque modifica, incluso desmantela, las capas de la vieja estructura de la sociedad tradicional o feudal: los modos de producción, el progreso de la técnica, el crecimiento demográfico y la urbanización de las ciudades, la circulación del capital y sus efectos de acumulación originaria, el desarrollo industrial, el crecimiento y expansión del mercado interno y externo, y el aprovechamiento de novedosas materias primas.