Sobre el autor

AUTOR

Delfín Carbonell se formó en la Duquesne University en Pittsburgh, también es Doctor en Filología Románica y Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense.
Ha colaborado en: Espiral, Cuadernos Hispanoamericanos, Duquesne Hispanic Review, Revista de la Universidad de Yucatán,  Actas do Primer Coloquio Galego de Fraseoloxia, Revista Galega de Ensino, Huffington Post, VOXII, Fox News, etc. 
Entre sus publicaciones más relevantes destacan: Escribir y comunicar en inglés, (Anaya/Oberón, 2017); Phonética inglesa (Anaya 2015); Escribir bien (Anaya, 2014); Gramática inglesa (Anaya, 2013); La lengua de Cervantes (Serbal 2011); El laberinto del idioma ingles (Serbal 2009); Diccionario panhispánico de citas (Serbal, 2008); Diccionario soez de uso del español cotidiano (Serbal, 2007); Diccionario de clichés (Serbal, 2006); Diccionario de modismos, inglés y castellano (Serbal, 2004); Breve diccionario coloquial inglés y castellano (Serbal, 2004); Diccionario panhispánico de refranes, de autoridades... (Herder, 2002); Gran diccionario de argot (Larousse, 2000); Diccionario inglés y castellano de argot y lenguaje informal (Serbal, 1997); Diccionario de refranes (Serbal, 1996); Diccionario fraseológico (Serbal, 1995); Diccionario malsonante (Istmo, 1992).

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Introducción

Comunicar es fácil. Transmitir nuestras ideas de manera concisa y clara es más asequible de lo que parece. Lo hacemos todos los días.

La comunicación exacta y profesional está al alcance de todos si seguimos unas reglas básicas y simples. De eso trata este librito: ofrecer unas pautas claras, obvias, de cajón, para que cualquiera pueda plasmar sus pensamientos por escrito o de palabra, de forma inteligible y pulcra. No se pretende más.

El idioma de cada hablante es una posesión personal, individual, que refleja su manera de ser más que ninguna otra cosa. Por eso debemos respetar la libertad de todos para expresarse como quieran. Pero para hacerlo mejor damos unas sugerencias que puede que sean de ayuda. Toda ayuda es poca.

Los que quieran ampliar conocimientos los encontrarán en mis dos libros sobre el tema: Escribir bien para torpes, de Anaya, y Escribir y comunicar en inglés, también de Anaya. Hallarán ideas similares, pero ampliadas en profundidad.

Comunicar es una aventura y un reto. Y como nos dice el novelista y ensayista Antonio Muñoz Molina: “A mí me dan ganas de escribir las ganas de vivir”. No le tengamos miedo ni a expresarnos, ni a escribir, ni a vivir.

Sugerencias prácticas

El estilo, la combinación de las palabras en la frase, la forma en que cada escritor demuestra su personalidad y su manera de ser a través de las cadencias de los significados entrelazados hábilmente cuando emplea el idioma, es lo que marca la diferencia. Ortega y Gasset ya nos lo indicó: “No se escribe como se quiere sino como se es. El estilo es el hombre; revela la fisonomía, el perfil espiritual del autor”

Escribir con estilo es lento y laborioso; hacerlo sin pensar, con clichés, con frases inconexas, jergas, repeticiones, paremias, está al alcance de cualquiera y es rápido, pero no debemos prescindir del rigor ni de la seriedad por mucha prisa que tengamos. Ya lo apuntó nuestro Pío Baroja: “La mayoría de la gente no tiene la más remota idea de lo que es el estilo. Para ellos es esa pobre estupidez que les hace creer que repetir frases antiguas es el estilo, cuando precisamente eso es la negación del estilo”.

El escrito es más importante que el escritor

El escritor debe mantenerse al margen de sus escritos para que la atención del lector se centre en las ideas, en el lenguaje, en el discurso y no en el autor. No seremos dogmatizantes ni pontificaremos si deseamos que nos lean y aprendan de nuestras ideas y de nuestra manera de impartirlas.

La sencillez en la exposición es la cortesía del escritor

El oficio de escribir hay que tomarlo con calma, que las prisas no son buenas. Con calma y naturalidad, con sencillez y claridad, sin forzar nada. Simplifiquemos, que ese es el secreto de todo. Una vez somos conscientes de la técnica del lenguaje escrito, desarrollar un tema resulta espontáneo y cómodo.

No seamos culteranos o gongorinos y no redactemos párrafos incomprensibles que puedan resultar hasta ajenos a nuestra personalidad y modo de pensar.

La prueba última de la buena prosa consiste en la solidez sencilla del razonamiento que la sustenta.

Hoja de ruta de nuestro escrito

Necesitaremos siempre un buen diseño, un bosquejo, un guión, una estructura sólida, una hoja de ruta, que tenga en cuenta todas las piezas del entramado sobre el cual vamos a edificar nuestra redacción.

Antes de ponernos a escribir, a hablar, tendremos que considerar lo que queremos tratar, pensar en la trama, darle vueltas al tema, ordenar las ideas, las impresiones, el tumulto y el caos de sentimientos que corretean por entre nuestras neuronas. Pensar, pensar y pensar es básico y la clave principal de la escritura. Escribir y tomar notas. Un buen paseo nos da ese silencio que se necesita para conseguir ideas que, en un oficina plena de ruidos, no acudirán a nuestras mentes.

Solo cuando creamos que tenemos consideradas y afianzadas las ideas básicas nos pondremos a escribir.

Nada es desdeñable. Es imprescindible estructurar hasta una frase corta.

Verbos y nombres

Para ser efectivos escribiremos con verbos y nombres y no con adjetivos y adverbios.

La señora gritaba es mejor que la señora hablaba a gritos. La doctora hablaba gesticulando mejora con la doctora hablaba y gesticulaba. Los adverbios suelen implicar que el verbo no es el adecuado. Hizo mención del problema es débil comparado con mencionó el problema. Decir que fulanito es capaz de cometer una locura se puede cambiar por fulanito puede cometer una locura. No soy capaz de decir mentiras mejora con soy incapaz de mentir.

Trataremos de encontrar el verbo apropiado que exprese por sí solo, sin ayuda de adjetivos o adverbios, lo que deseamos expresar. Es cuestión de pensar.

Los nombres pueblo, villorrio, aldea, caserío, villa, poblado, alquería tienen significados exactos y no necesitan de adjetivos.

Un pueblo muy pequeño quizá sea una aldea, que es un pueblo muy pequeño.

Prado ya indica húmedo y verde.

Mendrugo no necesita más. No tenemos que mencionar que es pan duro.

Espigado no necesita de alto ni delgado.

El hecho de que no sepamos la existencia de un sustantivo no significa que no exista. El horizonte del idioma que sabemos, no es el horizonte del idioma. Hay más.

Parquedad con adjetivos y adverbios

Evitemos la tendencia que todos tenemos a emplear adjetivos y adverbios porque creemos que tanto el nombre como el verbo los necesitan. No siempre es así.

Pedro corría por el prado es mucho más eficaz que Pedro corría muy rápidamente por el verde y fresco prado.

Hace escasamente unos días, no es más preciso que hace unos días.

En Valencia era un día de agosto caluroso y húmedo, es una bobada porque en Valencia hay humedad y en agosto hace calor. Otra cosa sería decir que en Valencia aquel día de enero era caluroso y seco.

Blanco lirio

Cielo azul

Yerba verde

Roja sangre

Innecesarios.

El adjetivo bonito en una mujer bonita es impreciso, vago.

Escribir que un dátil es dulce es una insensatez.

Evitaremos calificativos

El uso constante de calificativos es propio del habla conversacional y de escritos con falta de rigor.

Escribir que el personaje está un poco cansado deja perplejo al lector.

Expresar la opinión de que la situación era bastante difícil, no añade valor adicional al adjetivo difícil. Muy interesante implica grados de interés, como poco interesante o bastante interesante. Muy, poco, bastante, algo, son palabras, entre otras, que hay que emplear con mucho cuidado cuando escribimos, para evitar que infecten nuestra prosa negativamente. Son peligrosas.

Piénselo dos veces antes de escribir:

Siempre lo hago bien. (Siempre es mucho tiempo.)

Nunca he cometido un error. (¿Seguro?)

Es muy alto. (¿Tres metros?)

Nada me importa. (Eso es mucho decir.)

Todos me odian. (No tengamos manías persecutorias.)

Macario es un poco tonto. (O lo es o no lo es, pero…un poco.)

Es bastante rico. (¿Treinta millones de euros? ¿Doscientos?)

Completamente cerrado. (O está cerrado o no lo está.)

Estoy totalmente seguro. (O estás seguro o no lo estás.)

Lo que dices es absolutamente inadmisible. (Inadmisible a secas es suficiente.)

No nos creamos importantes

El que cree que todo lo que le ronda por la cabeza puede ser de interés general es un tonto que merece que no se le lea.

Nuestros lectores se merecen un respeto que no podemos ignorar, especialmente si pagan por leernos. Escribir es un trabajo que exige atención, tiempo y dedicación. No vale escribir un texto y entregarlo como bueno sin antes repasarlo, refundirlo, reescribirlo, meditarlo y pulirlo. Y si las musas no nos visitan, esperemos y tengamos paciencia, que como nos dijo Camilo José Cela: “La paciencia es virtud que jamás se queda sin su premio y el paciente, tarde o temprano, recoge siempre la recompensa a su actitud”.

No explicarlo todo

Escribir más de lo necesario, como hablar de más, posiblemente sea innato en el hombre, y forme parte de la manera de expresarnos. Hablar por hablar, escribir por escribir, es una manera de mostrar mala educación y una forma de aburrir al prójimo.

Evitaremos palabras desusadas

La tentación de usar palabras desusadas o arcaicas es fuerte pero debemos sustraernos a ella para que no se nos tilde de pedantes. El vicio de pedantizar se lo dejaremos a abogados, economistas, jueces y profesores de la UNED, tan dados ellos a utilizar un vocabulario que creen de altos vuelos. Esta cuestión sólo demuestra la falta de confianza del escritor que necesita demostrar su superioridad y cultura por medio del vocabulario oscuro.