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El Arte de Amar a Tres

Yo, Tú y Nosotros

Teoría y Práctica para las Relaciones a Dos

María del Mar Cegarra Cervantes

El Arte de Amar a Tres.Yo, Tú y Nosotros

Primera edición: febrero 2015

© Maria del Mar Cegarra Cervantes, 2015

© HakaBooks.com, 2017

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HAKABOOKS

Fátima, 46

08204 Sabadell (Barcelona)

Para ti mi Amor,

Gracias por estos casi 25 maravillosos años caminando, dando y recibiendo tanto juntos.

Gracias por seguir robando flores para mí.

Agradecimientos

Me gustaría dedicar un libro entero a esta parte.

Me viene a la memoria una canción antigua que me gusta mucho, inmortalizada por Chavela Vargas y más recientemente por Pasión Vega, llamada Gracias a la Vida.

De hecho, la vida me viene dando lo necesario para ir construyendo mi camino, desde lo más difícil y arduo hasta lo más alegre, desde lo profundamente triste a lo fascinante, desde lo absurdo a lo simple.

Estoy agradecida a la Vida por eso.

En este momento, más que agradecer el nacimiento de este libro, agradezco a todas las personas que ha hecho posible ser lo que soy, el hecho de que estén en mi vida.

Agradezco en primer lugar a Helena Mineiro mi editora, su mirada atenta, dulce, directa y respetuosa, así como su paciencia y, sobre todo su fluidez y simplicidad. ¡Gracias Helena!

Nuestro encuentro no hubiera sido posible sin Sofía Martins, que en el 2013 me pidió que escribiese el prólogo de su libro “Aprendiendo a vivir conmigo”. Este proyecto junto con otras publicaciones hicieron que creciese en mí esta inquietud de escribir un libro. Fue de esta manera como la Vida, una vez más, me dio un “empujón” y se ha hecho realidad este proyecto. ¡Muchas gracias Sofía!

Soy una romántica y me fascina la idea de escribir un libro con una pluma y bajo la luz de una vela. Aunque no llegue a ese “extremo”, escribo a mano, y me encanta cuando la tinta de los bolígrafos se termina y las hojas de los cuadernos se acaban. Así se escribió este libro. Para transcribirlo a ordenador, tuve la maravillosa ayuda de mis queridas compañeras Joana Quintino y Ana Caeiro.

Gracias Susana Mendes por estar cada vez más cerca de mí.

Estoy profundamente agradecida por el hecho de haber conocido a David Boadella, creador de la Biosíntesis a través de la fallecida y muy querida Esther Frankel, mí Supervisora en Biosíntesis, y la persona que introdujo la Biosíntesis en Portugal así como en otros países. David, junto con Silvia Boadella, siguen siendo una inspiración para mí. Estoy profundamente agradecida, de corazón, a todos.

Durante estos años he acompañado a centenas de personas en Psicoterapia. ¡Qué privilegio ser elegida para acompañar todos estos “caminantes”, y qué privilegio aún más grande, cuando se siente que se ayuda de corazón! Gracias a los que ya he seguido y a los que continuo acompañando. ¡Vosotros sois, de verdad la más grande de las inspiraciones! ¡Profundamente Agradecida!

A mis alumnos y ex-alumnos de tantos lugares. Gracias por la confianza y entrega. ¡Cuántos Talleres inolvidables! No me cansaré de dar y recibir vuestros abrazos.

Olesea, recibe una gratitud profunda, por tu absoluta dedicación, eficiencia, honestidad y amistad. El CPSB no funcionaría sin ti.

Tatiana, gracias también por ser un pilar en el Centro. ¡Ya tienes alma de terapeuta!

A mis compañeros, profesores y colaboradores del CPSB. Hemos vivido tanto juntos. Cada vez me gusta más compartir con vosotros el caminar y la Vida. ¡¡¡Gracias!!!

A toda mi familia que está en España, entre Andalucía, Madrid y el Mediterráneo. Sobre todo mi Madre Paquita y mi hermano Luís. No hay palabras para describir el Amor que siento por todos vosotros. Gracias por la mirada amorosa y de admiración que siempre me brindáis.

He tenido la felicidad de recibir tres hijos maravillosos; Sara, Juan y Ricardo. Tan diferentes, sanos, libres y llenos de luz. Espero que den continuidad a esa luz, y encuentren con quien compartirla con Alma y Corazón. Vosotros me inspiráis profundamente. Mi hija Sara me preguntó cuando tenía 5 años, cuál era mi profesión. No es fácil explicarle a un adulto lo que es ser Psicólogo y Psicoterapeuta, y aún más difícil es, explicárselo a un niño. Le dije que mi trabajo consistía en ayudar a las personas a ser más felices. Desde entonces, cuando llego a casa, ella y sus hermanos me preguntan siempre si lo he conseguido. Que Supervisión estupenda para mí misma. Gracias a los tres, por tanto Amor, retos, cuestiones, y por compartir conmigo tan naturalmente, vuestros primeros amores.

Qué decir de mi marido Antonio.. Le dedico este libro, porque, además de ser mi mayor y mejor crítico, es mi compañero de vida. Él convive con todos mis lados: los luminosos y los nada luminosos. Yo, Tú y Nosotros, Somos Nosotros Mi Amor. Para ti, la palabra Gracias no sirve, porque se hace demasiado pequeña.

La Vida se esmeró conmigo. Me ha regalado y brindado un ser realmente maravilloso.

Nota del Autor

Cuando me preguntan lo qué me movió, lo qué me motivó y llevó a escribir este libro, la palabra que me surgió inequívocamente fue “compartir”. No ambiciono para nada que este libro sea un manual o algo milagroso. En realidad, me gusta compartir mi experiencia como persona, mujer y psicoterapeuta. De esta manera, por este orden. A lo largo de mi vida, lo que más me ha ayudado a crecer (y aún lo hace.), es sin duda compartir experiencias, sentimientos, conocimientos. Ser testigo de la vida. Me gustaría que de alguna manera yo pudiese ayudar a hacer pequeños puentes: entre lo cotidiano, la historia, filosofía, psicología, medicina, intuición, corazón, sociedad, psicoterapia, pequeñas cosas, grandes cosas...

No quiero caer en el error de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor que el tiempo en que vivo ahora, o que lo mejor (o peor) aún está por venir. En esta realidad en la que me encuentro contigo, y en la que estás empezando la lectura de estas páginas, hay todo un mundo de sensaciones por descubrir, sentir y entender cada vez mejor. Comencé a ser mucho más feliz cuando entendí en profundidad, lo que quiere decir “no alimentar expectativas y vivir el presente”. Hay mucha confusión con ciertas ideas que son maravillosas pero que se conectan de forma funcional o superficial.

Hay mucho escrito. Es enorme el conocimiento que está disponible. Saber utilizarlo, ya es otra cosa. Este libro es una parte de mí, ya que sólo se puede escribir sobre lo que se siente y conoce. Así, entre las historias que siguen, se desnuda una parte de mi alma. Cada vez más me doy cuenta de que no son necesarias estrategias o elaboraciones complicadas en lo que toca a las relaciones.

Por ese motivo y porque en realidad confieso que no puedo hacerlo de otra manera, escribo tal cual hablo, sin ninguna aspiración literaria. Quien me conoce sabe que, aunque me exprese en varios idiomas, en este momento no hablo ninguno correctamente, ni siquiera mi idioma materno, el castellano. Sin duda que es mi intención tocar de alguna manera “tu sensibilidad” y poder mirar profundamente a descubrir lo que es amarse a uno mismo y amar a la persona que camina a nuestro lado. Sea durante un tiempo en nuestras vidas, sea durante toda nuestra existencia.

Para compartir todo esto, “me ayudé” de las muchas parejas que he seguido a lo largo de estas dos décadas. He elegido algunos ejemplos, entre los muchos que conozco. Surgieron espontáneamente en mi memoria y mí sentir, y su intimidad está del todo protegida. En realidad, se trata sobre todo de las posibilidades de vivir las relaciones.

La segunda parte del libro tiene el nombre de “Pinceladas” pues así lo siento. Son ideas y comparto posibilidades para la consulta. No ha sido mi intención profundizar en esta temática, pero si lanzar algo de forma inicial, esperando con esto ayudar tanto a profesionales como a “las parejas” en estas áreas.

Soy una mujer de acción, me gusta experimentar, viajar, conocer por mí misma, arriesgar y estudiar, me gusta el movimiento de la vida, hacer varias cosas al mismo tiempo, y de hecho, la idea de empezar este viaje compartiendo a través de la escritura, siempre ha estado presente en mí.

Soy hija de un escritor. Mi padre, Juan Cegarra Pérez, que ya hizo su gran viaje hace más de una década, y con el cual yo tenía una relación maravillosa y profunda, escribía casi todos los días. Publicó varias obras, hizo radio, escribió en el Periódico de la ciudad de Huelva, en el Sur de España, habiendo escrito varias obras de teatro. Aún recuerdo como si fuera hoy, el sonido de las teclas de la máquina de escribir, que a altas horas de la noche, se hacían oír en nuestra casa de España. Aquello me era tan familiar que casi funcionaba como una canción para adormecer. En cierta manera, este también es mi homenaje a ese hombre maravilloso, culto y dulce que él fue.

Buena lectura

Con cariño.

María del Mar Cegarra Cervantes

Parte I

Capítulo I

Ya son más de las 8 de la noche.


A Laura no le gusta salir tan tarde del consultorio, pero a veces pasa.

Como tantas otras personas, también ella tiene que gestionar su tiempo.

En el pasado era mucho peor. Frecuentemente llegaba al final del día con una sensación de cansancio y de haber dejado muchas cosas “por hacer”. Invariablemente surgía la culpa, el malestar, la irritabilidad. Y las tareas se acumulaban. En esa fase, el malestar se había instalado de tal manera que se convirtió en algo físico. Era como si tuviera trozos de piedra donde termina el cuello y empieza la espalda, aunque la “casi hernia”, la famosa L5, va mejorando. Como psicoterapeuta corporal, sabía muy bien lo que origina ese cúmulo de tensiones, esa “carga de más”. Aún sentía que nadie lo podría hacer tan bien como ella, por lo tanto, era mejor no delegar y controlar todo lo posible. Poco a poco, se fue dando cuenta de que estaba equivocada, en la manera en como miraba el mundo y su relación con los demás. Pero principalmente consigo misma. Además del fantástico “complicómetro mental” con frases y más frases diciéndole “lo que debía o no debía, o lo que ya debería saber”, seguía irritándose por sentir cosas tan normales (y lo que el más común de los mortales entiende), sin ser capaz de ofrecer una respuesta evolucionada (¿¿¿qué es eso de ser evolucionado???) y simplemente ser más eficiente, o evolucionada, u organizada o.. tantas cosas que en ese momento conocía en teoría, comprendía cognitivamente, pero que aún entraba por alguna puerta difícil de mantener cerrada. Entonces se agotaba, cayendo en un esfuerzo tremendo para “poder con todo”: familia, trabajo, estudios, peso de más, peso de menos, dinero, sistema.. ¡¡¡Todo!!!

Pero un día en que salió tarde del consultorio, la última sesión le había “perturbado” más de lo habitual. No porque tuviera algo de extraordinario o traumático, sino porque, como otras tantas veces, se habló de Amor, de lo que es, de cómo se puede expresar. Laura atiende adultos individualmente, pero sobretodo parejas. En ese día, la última sesión se centró en una pareja algo atípica. Eran jóvenes de 27 y 30 años. Aún, ni siquiera, vivían juntos. Buscaron a Laura para que con ella pudieran descubrir lo qué es el Amor, lo que es tener una relación sana. Estaban comprometidos en entender si andaban “engañados” con todo aquello. “¡No queremos fracasar!” decían, “todos a nuestro alrededor fracasan y nos da miedo que eso nos pase también”.

Este reto era delicioso, envolvente, raro y, al mismo tiempo maravilloso y profundo. Era imposible dejar de mirar esta oportunidad como algo que permitiría una importante evolución.

Laura estaba pensativa. No tenía dudas sobre lo que era el Amor en su vida. Por lo menos así lo sentía. ¿Pero no se estaría auto engañando también a veces? ¿Cómo se construye el ideal de una pareja? ¿Qué historias son esas, que acompañan nuestra historia y que van construyendo nuestra realidad interna?

Sintió un impulso de encontrar una forma de ayudarles en lo que pedían, en la búsqueda y validación del Amor que sentían. Y como si esto no fuera suficiente, ella era la tercera psicoterapeuta que esta pareja consultaba, y empezaban a desanimarse. Nadie parecía entender la profundidad de su petición.

Como solía hacer, les alertó sobre el hecho de la psicoterapia no tenía como objetivo que permanezcan juntos. La psicoterapia tenía por finalidad que ellos encontraran motivos suficientes entre el sentir, el pensar y el hacer, para quedarse juntos. Si alguno de los dos no lograra encontrar motivos suficientes, de común acuerdo, tras el proceso psicoterapéutico, se iniciaría entonces, una separación consciente, con respeto, permitiendo que cada uno se llevara para su futuro camino, lo que hubiera “aprendido”.

Mientras se explica esto a las parejas, normalmente se siente una tensión en la sala. Quizás porque no lo esperan, quizás porque la expectativa sea que “lo cierto es quedarse juntos”. Quizás porque uno puede estar seguro de sí, y el otro no tenerlo tan claro. En este caso, uno siente “pánico”, el otro, se queda en cierta manera “aliviado”.. Se trata de un momento que trabaja la relación en una dinámica más humana y realista, menos ilusoria. Laura suele decir que “la expectativa mata el flujo”. Fácil de decir, difícil de comprender, y aún más difícil permitir que pase. Todos tenemos tantas expectativas e ideas preconcebidas. Hipotecamos tantas veces nuestra existencia, al considerar que sólo vamos a ser felices “si esto o aquello pasa”, “si tenemos esto o aquello”. De este modo, el recorrido hasta supuestamente tener “esto o aquello”, se transforma en un camino bastante tortuoso.

Durante un minuto, los dos se quedan en silencio, escuchando la “explicación”. Todo corresponde a lo que ellos querían. Un minuto se hace eterno cuando hay involucrados sentimientos tan profundos y delicados. Durante ese silencio, hondo, cargado de tensión y tristeza, no se miran a los ojos. Después, vuelven a mirarse. Una respiración que suena a valentía, da lugar a la voz, y con ella en unísono, se oye “eso es lo que nosotros queremos”.

El primer grano de consciencia está colocado. Por delante hay ahora mucho trabajo que hacer. ¡Mucho!

Él es un hombre enorme y corpulento. Mide casi dos metros de altura.

Tiene la parte superior del cuerpo muy desarrollada. Está tenso. La respiración es acelerada, ansiosa. El discurso exaltado, las palabras rápidas. La mirada esquiva, a veces casi enfadada, y otras profundamente triste y delicada, propia de un niño de tres años.

Es un hombre atractivo, con movimientos bruscos. Y sin embargo, a pesar de ser grande, parece no ocupar gran espacio Ωen la sala. Hay personas más pequeñas cuya presencia se nota mucho más.

Se dice que el cuerpo traduce lo que nos viene del alma. Es el que abraza, el que se mueve, el que habla, el que se inquieta. El que conecta con la vida. El cuerpo ocupa más o menos espacio, de acuerdo con la energía disponible que tiene para expresarse en el mundo, expresando de forma más o menos adecuada la vivencia interior de quien lo habita. Así, hay personas pequeñas que ocupan mucho espacio, y otras, mucho más grandes, que casi no lo ocupan, siendo por eso poco notorias.

El espacio que este joven ocupa, no corresponde a su físico.

Luís tiene un hermano dos años mayor, con rasgos físicos semejantes a los suyos, pero mucho más brusco, “no cuestionaba nada en su vida”, confiesa Luís sobre su hermano.

Ambos están muy conectados a la familia, trabajan juntos en la misma empresa familiar, una fábrica de jabones, que el padre les había dejado. Viven en la región de la Guarda (norte de Portugal), conocida por su clima duro: mucho frío en invierno, mucho calor en verano. Educados según los principios de una familia tradicional portuguesa, como suele ocurrir a menudo en los países latinos, conocen la obligatoriedad de, los fines de semana, llevar a sus novias a comer a casa de sus padres y en honor a la verdad, ellas no podrían haber encontrado mejor familia...

La madre de Luís, una verdadera matriarca, domina a los tres hombres de la familia. Tuvo una “no infancia” y siendo la más mayor de seis hijos, crió prácticamente a sus 5 hermanos. Este hecho, le había concedido un estatus de mujer y madre con M grande. Algo, que ella siempre dejaba claro, reforzando la idea de que siempre tenía la razón.

El padre trabaja. Sólo trabaja. Sumergido siempre en silencio. Después de dejar la fábrica a los hijos, empezó a dedicarse exclusivamente al huerto y a los animales que cría. No tiene “voz” en la familia, pero eso no parece molestarle. Todos se pelean constantemente, menos él. Aunque sea duramente criticado, debido a su pasividad, jamás pierde la compostura. Los hijos se pelean frecuentemente entre ellos, la mujer los acompaña en las discusiones. Todo es un motivo para pelearse: la ropa, la comida, la distribución de tareas, la utilización del coche, elegir el restaurante.

Siempre juntos y siempre en tensión. Es difícil estar juntos pero no se imaginan separados los unos de los otros. Luís sufre de insomnio constante. Abusa del café, del azúcar, fármacos, bebidas con gas, y come mucha carne. Tiene naturalmente digestiones difíciles y, como consecuencia, abusa también de los antiácidos para el estómago.

Sale con Vânia desde hace 8 años. Es un amor que viene de la adolescencia. Luís dice querer mucho a Vânia, pero, no cree que sea necesario decirle que la ama. Considera eso estúpido. ¡Sí! La ve como su mujer. Como madre de sus hijos, pero la ve como una mujer “muy difícil”.

Vânia mide cerca de un metro setenta, pasa su vida a dieta, y, tiene problemas de peso que oscilan entre demás y de menos.

Pero lo más grave es el estómago dilatado. Aquel Michelín defensivo, que la psicoterapia corporal identifica como la dificultad en poner límites a nuestro territorio. Tiene mucho miedo a la autoridad y, al mismo tiempo una enorme fascinación por ella, atrayendo a su vida, personas autoritarias.

Tiene unos rasgos lindísimos, y una piel maravillosa. Llora constantemente mientras habla, sin embargo no pierde el raciocinio, lo que es típico de quien llora desde hace mucho. Desde siempre.

Vânia tiene un hermano 4 años más mayor al que quiere mucho, a pesar de mantener con él una relación distante.

Su padre había bebido compulsivamente, pero desde hace más de dos años no bebe una gota de alcohol. Prometió dejar de beber cuando naciera su primer nieto, y parece estar cumpliendo su promesa, desde que naciera el sobrino de Vânia.

Es mecánico de coches y diariamente trabaja hasta tarde. Siempre tuvo relaciones extraconyugales. Ahora, con 65 años, está “más calmado”. Jamás expresó afecto por sus hijos, pegó mucho a su hijo y a su mujer. Sólo Vânia escapó a las palizas. Pero asistía a todo impotente y con pánico. La madre, desde que era pequeña, le tenía mucha rabia porque la hija era “la princesa” de su padre, y porque ella no había sido tratada con esa distinción. Insultaba a Vânia constantemente, llamándola “tonta y gorda”, acusándola de “ir por la vida sin sentido”. Y le pegaba frecuentemente, prohibiéndole quejarse a su padre y responsabilizándola por la lástima en la que se había transformado la familia.

Vãnia, naturalmente, tiene una voz temblorosa y dulce, propia de quien no puede hablar alto. Siempre que usa la voz, lo hace con miedo de que la castiguen.

Sin embargo, energicamente, ocupa mucho espacio. Luís apareció en su vida como un “salvador”, un príncipe con un caballo blanco (un Fiat blanco), que la llevaba a pasear los fines de semana, integrándola en la familia ideal, donde nadie nunca le “prohibiría” comer, o criticarían su peso. Donde, sobre todo, había quien le diría que la quería. Ella nunca había escuchado esto. El padre no le pegaba pero tampoco la mimaba.

La sexualidad entre Luís y Vânia, excelente. Ambos tienen mucha libido, especialmente ella. Siempre que siente una emoción fuerte, sea de alegría, o de tristeza (siendo esta más frecuente) el sexo la calma. Cuenta, como ejemplo, que durante los días de velatorio y funeral de una tía muy querida, había querido en diversas ocasiones hacer el amor. Esta memoria les hace reír. Vânia “anestesia” una realidad densa, con otra igualmente intensa.

Laura entiende la causa de esa “necesidad”. Y la acoge naturalmente como algo que fluye entre ellos. En la primera sesión, que normalmente tarda más de una hora y media, Laura toma apuntes delante de sus clientes. Después, no vuelve nunca a escribir en su presencia.

Laura regresa a casa. Tarda alrededor de una hora en este trayecto. Tiene tiempo para autorregularse y puede transitar por otras dimensiones de su vida. A menudo viaja en metro y en tren, ya que no le gusta conducir. Tiene que cruzar el puente 25 de abril, que ha cruzado centenares de veces, pero, cada vez que lo hace, se maravilla como si fuera la primera vez.

Sigue “sintiendo” la última sesión, recordando las teorías de los “supuestos” tres tipos de amores de que habla la bióloga y antropóloga norte americana, Helen Fisher.

Fisher habla del Amor Sexual, del Amor Romántico y del Amor “Apego”. Explica como neurológicamente estos tres tipos funcionan distintamente “ocupando” diferentes zonas del cerebro, teniendo también diferentes “químicas cerebrales”, esto es, con varios receptores neuronales en varias zonas del cerebro.

En el primer tipo, sería más adecuado hablar de Impulso Sexual, la atención se dirige para individuos que tengan características llamativas de un punto de vista sexual: un cuerpo atrayente, una cara bonita, manos, voz, pelo, manera de caminar, olor o gestos sensuales. Sea en hombres o mujeres, todos tenemos gustos particulares y nos atraen características físicas y biológicas.

El “Amor Romántico”, individualiza y enfoca la atención en una sola persona. Esta se distingue de todas las demás, ocupando un lugar donde parece no haber espacio para nadie más.

Por último, el “Amor Apego”, facilita la convivencia, uno siente el apoyo y el cuidado para vivir a dos, criar hijos, vivir en el sistema y estar cómodo en eso.

Estos tres sistemas pueden coincidir/convivir, o no. Es posible tener un enorme deseo sexual por una persona, sin que se sienta por ella amor romántico. De la misma manera, puede pasar que uno ame a una persona durante años y experimentar deseo sexual por otras personas, y también amar a estas “románicamente” sin dejar de amar a la primera.

Es igualmente posible estar fuertemente “apegado” a alguien y funcionar de manera dinámica con la familia, pero no sentir ni impulso sexual ni amor romántico. También es verdad que estos tres sistemas: amor como impulso sexual, amor romántico y amor apego, pueden surgir en la misma persona en momentos distintos o al mismo tiempo. Son las contradicciones del ser humano en la búsqueda de la felicidad, con más o menos consciencia.

Parecía claro que esta pareja tenía un buen impulso sexual, sin embargo, el uno y el otro, dudaban de la profundidad del amor romántico, y tenían serias dudas respecto de poder llegar a crear una convivencia sana en el futuro, cuando vivan juntos.

Laura sigue su viaje a casa, donde la esperan sus hijos Martim y Clara, de 16 y 14 años, y su compañero de vida, su marido Tomás.

Laura tiene 44 años y Tomás 52. Tomás enviudó de su primera mujer muy pronto. Ella y el hijo que esperaban, murieron en un trágico accidente de coche en su segundo año de matrimonio. Tomás tenía 27 años. Aunque la relación que tenía con su primera mujer fuese más de apego que de amor romántico o de impulso sexual, la había querido mucho. Los dos eran amigos desde niños.

Este acontecimiento dejó a Tomás extremamente deprimido y, como su familia biológica era bastante disfuncional, llegó a pensar varias veces en dejar “esta existencia tan poco interesante”.

Profesor de portugués, Tomás vivía totalmente rodeado y metido en su música y en sus libros. En ese mundo entre la literatura de los grandes portugueses (Pessoa, Eça, Camões, Almada) y donde no faltaban también Nietzsche, Dostoievski, Kafka y, en los momentos más “desafiantes”, Schopenhauer.

Tomás es alto y delgado. El pelo es abundante. Lleva gafas. Tiene las manos grandes, y sus movimientos son delicados. Es muy educado, pero es un hombre de pocas palabras, siempre sumergido en sus pensamientos y sentimientos, como lo son todos aquellos que sobresalen por el “silencio”. Sólo ocupa espacio cuando quiere. Y él no quiere ocupar espacio.

Cuando conoció a Laura, Tomás tenía 32 años y ella 24. Laura acababa de terminar su carrera de Psicología, y estaba empezando sus prácticas en clínica, buscando especializarse. Es absurdo pensar que uno termina la carrera, sabiendo cómo hacer clínica.

Tomás tenía una cita de Psicología en la clínica donde Laura empezara

a ejercer. Iba a ser su cliente. Iba, porque nunca llegó a serlo. Entró en la sala donde estaba Laura y, sin que ella pudiera abrir la boca le dijo:

“Lo siento, esperaba a alguien más mayor y con más experiencia. Realmente pedí una mujer. Creo que las mujeres son más sensibles”.

Sin duda, Tomás necesitaba energía femenina y materna, pero no pensaba que la fuese encontrar en aquella “chica” de veinte pocos años. Salió de la sala pidiendo disculpas. Se ofreció para pagar la sesión pero no quería quedarse.

Laura no consiguió reaccionar. Se quedó pegada a su silla deseando tener 20 años más, pelo gris y gafas en la punta de la nariz. Después se enfadó consigo misma, porque ni siquiera había conseguido abrir la boca. Y porque, en algún lugar en su inseguridad natural, sintió el peso de la tristeza que ese hombre cargaba, y pensó que quizás le podría ayudar. No paraba de preguntarse, cuántas veces, aquel tipo de incidente, podría aún pasarle. Para rematar la situación, el dueño de la clínica, un Psicólogo con experiencia y unas estupendas “canas”, que ella ahora envidiaba más que nada, le echó un “rapapolvo”:

– ¿Laura qué ha pasado? —exclamó— ¡Nunca había visto que una sesión tardara tan poco tiempo!

No quiso saber cómo se sentía ella, cómo la podría ayudar.nada. Sólo estaba preocupado con la pérdida de un cliente por su culpa.

Eran las cuatro de la tarde. No había más clientes para Laura. Por lo tanto, a ella, sólo le restaba una cosa que hacer, perderse en una librería cualquiera (intentando envejecer un poco), dando algo de “comer” a sus neuronas asustadas.

Enamorada del Chiado (zona histórica del centro de Lisboa), pasaba horas ahí, entre libros viejos, nuevos, usados, olvidados, raros y también discos de vinilo. Pasaba mucho tiempo consultándolos ya que el dinero que tenía llegaba justo para su habitación y las formaciones que hacía.

En esa tarde, en una librería modesta y escondida de la Baixa, entre letras y pensamientos, oyó un: “¡Hola, de nuevo!”. Al girarse, dio de bruces con su “cliente fugitivo”. Laura se puso muy tensa. Cuando se ponía nerviosa, se atragantaba con su propia saliva, y claro, tuvo un ataque de tos.

Al mismo tiempo que evitaba ahogarse, sólo pensaba en la mejor manera de desaparecer de aquel lugar. Sólo quería que se abriera un hueco a sus píes, y desaparecer de allí. Ante el constreñimiento de Laura, Tomás le ofreció su botella de agua que decía que no la había abierto aún. Laura sabía que cuando se tose en un momento de esos, uno se queda no rosa sino que más rojo que un tomate maduro. Tomás parecía encontrar aquello delicioso.

Cuando aquel “momento horroroso” se terminó y Laura logró respirar y articular palabras, se disculpó, y empezaron a hablar:

– ¡Qué bueno que ya ha pasado! ¡Espero no haberla asustado tanto! Hace poco, en la clínica, ¡no la quise ofender!

– No se preocupe, ¡no me ha ofendido! ¡Todo está bien! Estoy segura de que encontrará la terapeuta adecuada. ¡Tengo varias compañeras que son excelentes profesionales!

– ¡Sí, claro! ¿Puedo preguntarle lo qué está eligiendo para leer?

Laura tenía en la mano un libro de Kafka, y justo había leído una de sus célebres frases: “Cuando toda parece acabado, nuevas fuerzas surgen”.

Era curioso que estuviera leyendo Kafka en esa ocasión. Franz Kafka fue un hombre profundamente atormentado. Tímido, con graves problemas con su padre, era autoritario, frágil e inseguro, habiendo encontrado en la escritura una manera de dar voz a su dolor.

Con esta lectura, parece más madura, Laura le contestó:

– Estoy “echando un vistazo” a este ejemplar de Kafka. Él me gusta mucho. Buscaba la plenitud a pesar de cargar una profunda tristeza y desear la muerte. Encuentro en sus obras ideas muy interesantes, que me ayudan tanto en mi vida personal como en mi profesión.


Tomás estaba cada vez más interesado en conocer mejor a la joven.

– En realidad, la diferencia de edades no tenía nada de especial. Tomás se sentía con más de 50. Laura tenía de verdad 24.


– Sé que esto le puede sonar raro, pero me gustaría ofrecerle un café o un té. Siento haberle hecho pasar un mal rato, y no me gustaría sentirme peor de lo que estoy. Como puede imaginar, si fui a la clínica donde trabaja, es porque no estoy pasando el mejor momento de mi vida. ¿Lo acepta? ¡Prometo que no la voy a tratar mal!

Tomás lo dijo con una sonrisa que la desarmó completamente. Ahora, ella no sólo quería salir de allí corriendo, le gustaría que la tierra le tragara. Pero, ni la tierra se abría, ni las piernas le respondían. Aún pensó en decirle que no. Pero de su boca salió simplemente: “sí, ¡puede ser!”

Pura incongruencia femenina, sobre la cual mucho se ha hablado y escrito.

El té, tardó dos horas y media, y el buen juicio masculino seguía:

– ¿No le gustaría comer algo, quizás cenar? A no ser que tenga novio o marido e hijos esperándole...

Laura estaba asombrada consigo misma, y con sus ganas de permanecer allí. En general, pensaba que la mayoría de los hombres eran infantiles, y de su pasado reciente había una triste lista de amores platónicos. Ninguna de sus relaciones había durado más de tres meses. Ella soñaba con grandes conversaciones sobre la vida, la filosofía y el universo, ellos estaban interesados en algo más “práctico y carnal”.

Laura se moría de miedo en esa intimidad, y sus pocas experiencias habían sido fortuitas y poco románticas.

Ahora, estaba delante de un hombre que como paciente la “había rechazado”, pero que como hombre estaba interesado en conocerla.

Qué extraña es la vida...

De ese té y de esa cena, surgieron muchos más encuentros en librerías, cambios de libros, más infusiones, más cenas, más Kafka, Pessoa, Jung. Abrazos, besos, muchas risas, mucha pasión, pocas dudas y unas ganas enormes de compartirlo todo.

Hace 20 años que están juntos.

Laura sabe que siente por su compañero los tres tipos de amor, aunque hayan pasado por momentos muy difíciles.

Ese día en que volvía de su consulta, era el inicio de la semana, lunes.

Sabe que tiene que “reorganizarse” lo mejor posible para estar con la familia y dejar entrar en casa lo mejor de sí misma. Sabe que tiene que conseguirlo. La elección de su profesión no la hizo a tontas y a locas , considerándola “la mejor profesión” del mundo.

Aprende muchísimo, conoce historias de vida fascinantes, personas de las esferas más variadas. Recibe y da muchísimo afecto, enriquece su existencia y siente que se vuelve una persona mejor. Y puede vivir de esto.

En casa la esperan sus hijos. Siempre con muchísimas cosas que decirle. Ella tiene peleas para mediar, tareas de casa y organización de la dinámica familiar para solucionar, y no le falta si quiera, un vecino ruidoso (pero que ella logró que sonriera un poco) y, claro, Tomás, siempre deseando que Laura llegue a casa. Los hijos lo cansan bastante. El los adora naturalmente, pero los considera demasiado “movidos”. Tomás aprecia su mundo de silencio. Tiene por lo tanto, alguna dificultad en no dejarse afectar por el ajetreo, privilegio de la nueva fase de los hijos, y de las visitas “de los amigos de los críos”.

Durante esa semana siente la necesidad de volver a leer grandes novelas de la historia de la humanidad.

Las historias de amor siempre han interesado a hombres y mujeres, aunque no lo asuman de forma expresa.

Todas las historias de amor, independientemente de la cultura en que se desarrollan, presentan dos fases bien diferenciadas. La primera va del nacimiento de la pasión hasta la consumación amorosa, y la literatura se ha inspirado mucho en ella. Muchas historias legendarias de amor terminan con el trágico destino de los amantes: Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, Pedro e Inés, Orfeo y Eurídice. Muchas de esas historias provienen de la tradición oral, permaneciendo en el inconsciente colectivo que el “amor pasional sólo puede terminar mal”.

Es en esta línea de pensamiento se inscriben curiosas expresiones utilizadas para decir que alguien está enamorado. Aparentemente, estamos delante de una catástrofe:

Castellano – flechazo

Inglés – fall in love

Francés – coup de foudre

Portugués – cair de quatro

Ser atravesado, caerse, perder la verticalidad.

El filósofo español Ortega y Gasset decía que “el enamoramiento es una enfermedad de la atención”.

La persona enamorada se siente frágil y vulnerable, necesitada de algo, espera la inigualable felicidad que sólo puede obtener con la mirada del amado o amada.

De ahí que todos los idiomas y culturas se apoyen en palabras de increíble adoración como “mi diosa”, “mi príncipe”, “mi todo”, “mi vida”. Esto pasa en el inicio de la relación. Y gran parte de este “fall in love” no es correspondido, lo que permite varias posibilidades literarias y narraciones de actuaciones heroicas, convicción, seducción, rebeldía (ir contra las normas), arriesgar la vida, la especie, la vida. contra vientos y mareas.

Por otro lado, en los cuentos de hadas, la heroína está en la torre, apatada del mundo, pura y virginal, casi sin contacto con la realidad (Cenicienta, Rapunzel, Blanca Nieves, Bella Durmiente). El héroe tiene que ser rico, de buena familia, príncipe, eximio guerrero, capaz de matar a un dragón de la talla de un tiranosaurio rex, o acabar con un ejército de entidades maléficas.

En la Mitología Griega, la tragedia está casi siempre garantizada. Una de las pocas historias de amor con un final feliz es la de Cupido (conocido en un primer momento como Eros) y de la Princesa Psique. La envidia la propia Venus, que elabora un plan para castigarla por su belleza. Después de muchas peripecias, intentos de asalto, suicidio y por fin compasión, Zeus transforma Psique en inmortal y la casa con su enamorado Cupido en el Olimpo, con gran boato. Y ellos vivieron felices para siempre. ¡Así cuentan!

Lo que pasa después de la boda, de la consumación del Amor es otra historia. Ese es el trabajo de Laura como terapeuta de parejas: el después.

Para sentirnos vivos, deseamos vivir experiencias excitantes, confundiendo muchas veces calidad con intensidad.

La verdad es que, no todo lo que es intenso tiene calidad. A veces puede incluso ser patológico.

Por eso, en nuestra cultura, y particularmente en los días que corren, seguimos teniendo lo mismo de siempre: amor platónico, adultero, imposible, fiel hasta la muerte, a escondidas, loco...