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Akal / Pensamiento crítico / 2

José Carlos Bermejo Barrera

La Fábrica de la ignorancia

La universidad del «como si»

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Diseño cubierta: RAG

Ilustración de cubierta: Santiago Jiménez Jiménez

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© José Carlos Bermejo Barrera, 2009

©  Ediciones Akal, S. A., 2009

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

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www.akal.com

ISBN: 978-84-460-3613-5

Se puede engañar a todo el mundo durante un tiempo; se puede engañar a algunas personas siempre; pero no se puede engañar a todos siempre.

Abraham Lincoln

Para Mar, a la salida de la fábrica

Prólogo

Conócete a ti mismo

¿Qué sentido puede tener ahora, en el año 2008 y en España, escribir un libro sobre la universidad? En primer lugar evidentemente intentar ayudar modestamente a su conocimiento, que es para lo que han servido y deben seguir sirviendo los libros. Pero, además, en el momento presente, este libro es un pequeño intento de contestar a una pregunta que yo como profesor oigo cada vez más entre mis compañeros, ya sean profesores, alumnos o personal administrativo. La pregunta es ¿qué está pasando aquí?, o a veces, ¿cómo hemos podido llegar a esto?

La pregunta está clara. Lo que tendríamos que dilucidar es cómo se le puede dar una respuesta. Un profesor diría que, como la universidad es el lugar en el que se produce la ciencia –aunque lo está siendo y lo será cada vez menos–, lo lógico sería acudir a esa propia ciencia. Pero ¿existe una ciencia de la universidad? ¿Es que acaso los profesores universitarios son los únicos seres humanos capaces de conocerse científicamente a sí mismos?

Tenemos razones para dudar de esto, puesto que las personas que trabajan en la universidad no son ni mejores ni peores que los demás seres humanos, colectivamente considerados. Individualmente son capaces de alcanzar los mismos extremos de abnegación, de entrega y de brillantez, o bien de mezquindad, vileza y mediocridad, que las demás personas. No hay una ciencia de la universidad, ni una ciencia de la ciencia, aunque se haya intentado crear una cienciometría. La universidad como institución y sus miembros como grupo o como personas concretas pueden ser abordados por los mismos métodos que se pueden aplicar al estudio de otras instituciones y personas, básicamente la economía, la sociología, la historia y la psicología, y de estos saberes intentaremos partir.

Negar la existencia de una ciencia de la universidad es una labor fundamental en el momento presente, puesto que en nombre de esa misma ciencia los universitarios, sobre todo aquellos que ejercen el gobierno de las instituciones, han elaborado todo un discurso supuestamente riguroso, pero en realidad vacuo, como podremos ver al hablar del actual sistema de las publicaciones, y que no sirve nada más que para que esas personas desarrollen una imagen complaciente de sus instituciones y de sí mismos.

Pero si en este discurso ya cabía a priori esperar un cierto grado de perversión, esa perversión todavía será mayor en España, patria del Buscón y el Lazarillo de Tormes, en la que muchas veces cualquier medio ha servido para lograr un fin. Cuando en otros países se establece un sistema para jerarquizar las publicaciones científicas en categorías como A, B o C, un profesor sabe que debe aspirar a las publicaciones más reputadas, e intentará escribir trabajos de la mayor calidad posible y que se ajusten a las normas de esas revistas. En España, ese profesor intrigaría para formar parte de una comisión clasificadora de revistas, que ascendiese a dicho nivel A a algunas de aquellas en las que él publica. Si la cienciometría es en sí un saber dudoso, en España corre el peligro de llegar a convertirse en un auténtico cambalache.

Observaremos la universidad a un nivel más terrenal, y para ello aunaremos dos tipos de perspectivas: la histórica y la analítica, que alguien quizás podría llamar filosófica.

Toda historia es una narración. La realidad sin embargo no tiene por qué tener necesariamente una estructura narrativa. Una estructura narrativa es algo que los seres humanos necesitamos construir para intentar comprender algunos aspectos de la realidad. En este libro intentaremos narrar la historia más reciente de las universidades españolas sólo con el fin de lograr comprender el presente, con el objetivo de intentar saber cómo hemos podido llegar a esto.

Al tratarse de una historia muy reciente, vivida por el autor y compartida por la mayor parte de aquellas personas que trabajamos en la universidad, haremos un uso limitado de los documentos y de las anécdotas, ya que no queremos caer en la tentación ego-histórica o autobiográfica, precisamente porque la autobiografía es de entre todos los géneros literarios el que es más falso, aquel en el que el narrador miente más, por presentarse casi siempre bajo una apariencia épica. Si alguien quiere saber quién soy académicamente puede consultar, como es inevitable, la página web de mi universidad en la que figurarán mis datos. Si alguien quisiera saber quién soy personalmente le diría que no debería preocuparse por saberlo, ya que mi persona, en este asunto, no tiene el menor interés.

Creo que en la historia que narro en la introducción, en el capítulo primero, en el capítulo segundo y en el capítulo tercero no me alejo mucho de la verdad. Es una historia que muchos hemos vivido, en la que se retratan muchas ideas que hemos compartido y que desde el momento presente pueden ya ser consideradas con cierta ironía y cierta benevolencia, pero que nunca deben ser tomadas con complacencia.

Si la cienciometría es una pseudociencia, la historia de las universidades, entendida en la clave cómica en la que ahora se quiere contar –una clave en la que las universidades están en el último eslabón de la cadena del progreso y alcanzan su cumbre en el momento presente–, presupone una falsificación similar. En primer lugar porque la realidad no es ni una comedia ni una tragedia, en todo caso sería una mezcla de ambas. Por esa razón creemos que es una labor necesaria desmontar ese discurso histórico autocomplaciente gracias al uso de la ironía.

La ironía es, desde la Grecia antigua, un instrumento fundamental para intentar lograr, en la escasa medida en la que lo podamos conseguir, la claridad intelectual. La ironía supone intercambiar siempre los registros en los que se habla, dudar de todo lo ya sabido y sobre todo de lo que está institucionalmente establecido: de los ídolos de la tribu y de los ídolos del foro, como diría mucho más tarde sir Francis Bacon, quien pretendió establecer una nueva lógica a partir de la cual habría de nacer la ciencia moderna. La ironía supone no sólo relativizar lo que ya se sabe, sino también dudar del propio sujeto parlante. La ironía es el mayor enemigo de la vanidad y de la autocomplacencia, los dos pecados capitales de los profesores universitarios.

El uso de la ironía, y el acceso gracias a ella a lo cómico o lo trágico, será constante en todos los capítulos de este libro, en los cuales se intentará ante todo desenmascarar una gran ficción, una ficción sobre la que se quiere construir la universidad española actual, no porque se tenga un cierto sentido lúdico o una desaforada pasión por el simulacro, sino para ocultar una realidad mucho más banal, mucho más mezquina y mucho más vil, como es precisamente la ficción del capitalismo imaginario, una ficción desarrollada por quienes saben que si bien el poder puede ser democratizado, por el contrario el dinero no podrá ser democratizado nunca; y que si no es detenida acabará por liquidar la propia existencia de la universidad como institución dotada de un sentido propio.